Omniconciente.
Cansada, con los párpados pesados, el cuerpo y el alma destrozados, unos ojos verdes llenos de angustia y fuera de sus cinco sentidos, llegaba a una casa vacía, sin felicidad ni alegría. Pero, cuando caía la noche y llegaba cómo tal, todo era paz y armonía.
"Tirando su maletín con desesperación, caminó hacia la cocina, su mirada fija en ella, su morena, única, solo suya y de nadie más. Ella, absorta mientras tomaba algo de la nevera, ni siquiera notó su presencia al principio. Se acercó y le abrazó por la cintura, de manera suave, pero llena de ansias, y en su rostro dejo un sendero de besos hasta su cuello.
—Cariño... un amor como el nuestro no hay dos en la vida, por más que se busque, por más que esconda... —susurró. su voz quebrantada por la intensidad del momento, sintiendo cómo ella se estremecía entre sus brazos. Pero ella, su adoración, permanecía en silencio, distante, como si su alma estuviera en otro lugar. Sutilmente, se zafó de su abrazo, dejándole en las manos, un sándwich, para luego desaparecer de su vista cómo polvo que se desvanece ante un soplido.
Después de comer sentía todo igual, monótono y solitario, donde siempre sentía un vacío enorme en su corazón, pero... su amada volvió a aparecer sentada junto a la mesa con su rostro manchado de mango, junto a sus expresiones cautivadoras las cuáles les gustaba ver y descubrir... Ella le miró y le regaló una sonrisa mirándole directamente a sus ojos, mientras comía mango, ojos los cuáles fundidos en llanto de una lluvía de lágrimas intensas le dejaron ver para tomar su trago de whisky por completo, cómo, cuando y en qué momento lo tomo? No lo sabe... pero su amada ya no estaba cuándo volvió la mirada.
Bastante frustrada se levantó de aquél lugar para caminar tambaleante hasta su dormitorio, lugar dónde se encontraba la mujer a la qué ella describía cómo dueña de su vida, con quién duerme toditas las noches, es quién se queda callada sin ningún reproche, su morena es quién le cuida cómo ella le cuida a ella, por eso le quiere por eso le adora, es su vida todo su tesoro.
Abriendo la puerta al mirar el interior, ella tumbada bajó la oscuridad de la habitación con su piel sedosa y brillante, destapada del cobertor debido a una capa de sudor que ocupaba por todo su cuerpo con su rostro extasiado, suplicando sus labios querer ser besados, la ojiverde borracha de angustia, se despoja de todas sus ropas quedando en su ropa interior, se acerca, le llena de besos y caricias mustias aferrándose al cuerpo de aquélla mujer que la enloquecía haciéndole perder los estribos y marcarla como suya...
Pov Lauren.
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Respirando el olor que desprendía mi morena, beso levemente su frente, pero ella está dormida no siente caricias le abraza a mi pecho, me duermo con ella, más luego despierto ella no está conmigo, solo está mí almohada....
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Despierto abrazada a mí almohada con mi cabeza doliendo, aprieto fuerte los ojos y me paró enseguida de mi cama, tomó un baño haciendo mis cosas personales, arreglo mi cama para después ir a desayunar, salgo de la casa directo al trabajo para perderme en un nuevo rumbo diario desde ella...
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—A veces te miro callada y ausente y sufro en silencio como tanta gente.— susurré, mirando entre la gente de aquel bar de medía noche viendo cómo mueve sus caderas de un lado a otro mezclando su danza con la música del lugar, sonaba lento, no había nada más que ella para mí en ese lugar, me paré y caminé entre el movimiento de las personas hasta llegar a ella la cual enrolló sus brazos a mi cuello, pase mis manos desde su cintura hasta sus caderas dejando caer mis brazos alrededor de sus caderas tomándola apretada por su cintura, su vestido dorado de seda subía por su cuerpo, puse mi pierna entre las de ella y aparte la mirada de su cuerpo, mirándole fijamente a los ojos dónde rápidamente me encontré con una sonrisa picarona para después sentir un subidón escuchando un claxon sonar desespero.
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Estaba manejando, no recordaba, tal vez sea por la ebriedad, el semáforo estaba en verde y querían que me moviera, conduzco hasta la casa, entro miro qué las luces están encendidas y ahí estaba ella en la sala de estar, callada y ausente...
Estaba entristecida y enojada,
a veces regreso borracha de angustia, pero solo está ella en casa tranquilamente relajada como sí nada pasará. —Camila.— dije y ella no respondió, me acerque hasta ella tirando mí maletín a un lado del sofá.—Quisiera gritarte que vuelvas conmigo.— rogué de rodillas poniéndome a su altura para besar sus manos, pero esta no reaccionó...
—Que si aún estoy viva es solo para amarte.— recosté mi cabeza sobre su regazo sintiendo mi corazón volcarse, explotando cómo un volcán junto a mis emociones, mientras lágrimas brotaban sin cesar de mis ojos.
—Pero todo pasa y como a las palabras, se las lleva el viento.— murmuré difícilmente ahogada en mis lágrimas...
Había parado de llorar, pero cuándo abrí de vuelta mis ojos solo estaba yo recostada sobre el sofá junto a mi maletín y la botella alcohol caliente sobre la mesilla, me paré de ahí sacando mi camisa de botón a botón, caminando hasta la habitación.
Allí estaba ella con la luz tenue de la lámpara iluminando su piel morena, leyendo un libro. Dejó su libro a un lado y se levanto de la cama, dejando ver su piel morena tan solo con su ropa interior, acercándose con esa sonrisa pícara qué me desarmaba.
Sin decir nada, desabrochó mi camisa
deslizando sus manos tibias por mi frío abdomen, haciendo mí cuerpo temblar ante su tacto, desabrochó ágilmente el cinturón de mí pantalón de vestir, terminando rápidamente en el suelo.Tomo posesivamente el borde de la camisa, acercándome por completó a ella dándome un beso profundo, moviendo sus labios húmedos contra los míos apretando su labio inferior fuerte con el mío.
Con su hambre le escuché gemir contra mis labios, pasando la punta de su lengua sobre mis labios pidiendo acceder más a mí, sintiendo la una con la otra cosquillas en ellas, adentro sus manos bajo mi camisa, buscando ansiosa el broche mi sostén, lo quito, para después yo misma terminar de quitar mi propia camisa y besarle sus dulces labios apretando los suyos contra los míos como sí mi vida dependieran de ellos, el cosquilleo en mí, hizo qué me dejará llevar por ella, pero ella sé separó de mí respirando pesado con los labios ya rosados e hinchados... mirándome con esa sonrisa pícara tomó mí mano y me llevó hasta la orilla de nuestra cama, donde soltando mi mano se tumbó sonrojada, dejando su piernas ligeramente abierta, moviendo sus caderas en un vaivén sobre la cama, mordiendo la punta de su dedo cambiando a unas expresiones ya conocidas qué me invitaban a seguirla, esperando a por mí... pero más luego despierto tú no estás conmigo solo está mi almohada...
