Ideología

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Una de las características más notables de Piltóver era la calma que reinaba en sus calles, sostenida por los continuos avances tecnológicos y la seguridad local. No obstante, el modelo de sociedad perfecta se veía constantemente alterado por forasteros e intrusos no deseados. Arrastrando altercados de las profundidades de Zaun a los parajes de Piltóver.

El estruendo metálico retumbó entre los enormes edificios cercanos a la tesorería, alertando a los vigilantes del área, iniciando una persecución de un chico moreno y vestimenta mecánica que acababa de robar un taller de invenciones.

Las largas piernas del adolescente se movieron rápidamente, impulsado por la adrenalina que le generaba huir de los policías. Avanzó por los callejones cada vez más angostos, usando el laberinto de parajes vacíos para facilitar el escape. Consiguiendo en poco tiempo despistarlos lo suficiente para salir del radar. Poco a poco, disminuyó la velocidad y ajustó la bolsa sobre su hombro, deleitándose con el triunfo de conseguir un buen botín mientras una sonrisa de satisfacción se dibujaba en sus labios.

La agitada respiración se suavizó a medida que recorría el largo callejón en dirección al puente. Debía vender el botín rápidamente y ganar algo de dinero antes de que los vigilantes llegaran a inspeccionar Zaun, o tendría serios problemas. Sin embargo, justo antes de alcanzar la calle que conducía al puente, una mano lo atrapó y lo arrastró de vuelta al callejón, empujándolo bruscamente contra el muro, sin darle tiempo a reaccionar.

Frente al menor, un vigilante presionó los dedos contra sus mejillas, cubriéndole los labios para evitar cualquier tipo de ruido. El iris gris del moreno se alzó para encontrar la sonrisa burlona que curvaba los labios de la oficial, irritándolo aún más. Dejó caer la bolsa e intentó empujarla, pero apenas consiguió moverla. Después de todo, ella le superaba por al menos dos cabezas de altura.

—Si sigues luchando, atraerás la atención de los demás —señaló hacia la calle que conducía al puente, dónde un grupo de uniformados se reunía.

A los pocos segundos el chico se rindió, pero su respiración se aceleró lentamente y el miedo brilló en sus ojos, desvaneciendo la expresión burlona de la contraria. La vigilante dejó de cubrir los labios del menor y lo agarró firmemente del brazo para impedir que pudiera escapar. En un ágil movimiento con el pie levantó la bolsa del suelo, inspeccionando los artículos robados.

—Oye, eso es mío. —trató de arrebatarle la bolsa, pero lo apartaron a un lado.

—No es cierto, lo robaste.

—Quien lo encuentra, se lo queda. Es una regla de las calles, piltilla. —la irritada mirada grisácea observó a la mujer sonreír, dejándolo confundido.

—Siguiendo esa lógica, ahora es mío —lo soltó para tomar una pieza cilíndrica: un pistón de motor diseñado para generar energía en grandes mecanismos industriales— ¿Por qué robaste esto? Sabes que no tiene ningún valor decorativo y muy pocos saben cómo usarlo, ¿Verdad?

El adolescente tuvo la oportunidad perfecta para escapar, pero el leve bullicio de los vigilantes a las afueras del callejón lo detuvo. Sin importar que hiciera, terminaría siendo arrestado.

—Es un encargo... —chasqueó la lengua, molesto, mientras sus ojos se encontraban con el iris lavanda de la vigilante

—¿Ah sí? ¿De quién? —la pregunta quedó en el aire, el niño simplemente alzó los hombros y apartó la mirada con desinterés. Nadie de los carriles revelaba información a los vigilantes—. Oh, el fatídico silencio no es una respuesta que me sea de mucha ayuda...

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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