Único

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La luna guaraní brillaba redonda sobre el estadio vacío, como si mirara con ternura a los dos jugadores que se habían quedado después del entrenamiento. Ramón estaba tirado sobre el césped, con las manos detrás de la cabeza y la mirada fija en las estrellas. Matías, en cambio, pateaba una pelota desinflada de un lado a otro, en silencio, como si el peso del mundo estuviera sobre sus hombros.

—Nde, Galarza, ¿qué tanto pensás? —preguntó Ramón, girando la cabeza hacia él, con esa sonrisa pícaramente inconfundible.

Matías dejó de moverse y miró al horizonte, tragando saliva. Sabía que no podía seguir guardándose todo eso. Era como un remanso de agua que estaba a punto de desbordarse.

—En vos —respondió, casi en un susurro, bajando la mirada como si el pasto pudiera salvarlo del fuego que sentía en las mejillas.

Ramón se incorporó de golpe, sorprendido, aunque en el fondo algo en su pecho ya intuía la respuesta. No lo dejó notar; en lugar de eso, se levantó despacio, caminó hasta Matías y le quitó la pelota con un suave golpe de pie.

—¿Qué dijiste? —preguntó, aunque claramente lo había oído.

—En vos, Ramón. Siempre estoy pensando en vos.

Por un instante, el tiempo pareció detenerse. Las luces del estadio parpadearon como si la electricidad entendiera la intensidad del momento. Ramón lo miró, buscando algo en sus ojos, algo que pudiera confirmar que aquello no era solo un malentendido.

—¿Y por qué nunca me dijiste nada? —preguntó Ramón, cruzándose de brazos, aunque en su tono había más ternura que reproche.

Matías se encogió de hombros.
—¿Y vos qué querés que haga? ¿Que venga y te diga: "Nde, Ramón, cada vez que te veo correr, mi corazón pega un pique más fuerte que vos"?

Ramón no pudo evitar reírse, esa risa que siempre lograba desarmar cualquier tensión entre ellos. Se acercó aún más, tanto que Matías sintió su respiración cálida bajo la brisa fresca de la noche.

—Y capaz yo estaba esperando eso —dijo Ramón, bajando la voz—. Porque, te soy sincero, Galarza, yo también pensé en vos más de una vez.

Matías lo miró incrédulo. Su corazón latía tan rápido que temía que Ramón pudiera oírlo.
—¿En serio? —preguntó, como un niño que teme que le estén jugando una broma.

—Más serio que un clásico en Cerro Porteño —bromeó Ramón, sonriendo mientras le tocaba el hombro—. Pero, ¿y ahora qué hacemos, eh?

Matías sintió que el nudo en su garganta desaparecía. Por primera vez en semanas, quizás meses, podía respirar tranquilo.
—¿Y qué te parece si dejamos de pensar tanto y hacemos lo que nos sale natural? —propuso, con una valentía que no sabía de dónde venía.

Ramón asintió, acercándose lo justo para que sus frentes se tocaran. El silencio del estadio los envolvió, pero no era incómodo. Era un silencio lleno de promesas, de algo nuevo que apenas estaba comenzando.

—Bueno, Galarza, pero si esto sale mal, te aclaro que yo voy a ser el que diga “ha'e voi ko ndeve” —bromeó Ramón, justo antes de cerrar el espacio entre ellos con un beso suave, cargado de todas las palabras que no se habían dicho hasta ahora.

El viento nocturno sopló entre las gradas, como un susurro de complicidad. La luna seguía brillando, testigo muda de un amor que había nacido entre Tereres, goles y madrugadas compartidas en el vestuario.

Esa noche, el estadio dejó de ser solo un lugar de fútbol. Para ellos, se convirtió en el escenario de una historia que apenas comenzaba.


































Holaa, les traigo un pequeño oneshot, porque yo también me quería sumar a los fics paraguayitos 😜

Con mucho cariño Len. 🤍

"Ha'e voi ko ndeve": te dije luego.

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