Supervivencia rota

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La cálida luz de verano me despertó, rozando mi cara e iluminando mi vista. Miré por la ventana del avión; un colchón de nubes blancas y esponjosas yacía frente a mi. El paisaje presentaba una calma inminente, sin embargo, mi mente no estaba en la misma sintonía. Dentro de mí había una gran avalancha de emociones. Por un lado, me sentía feliz de volver a casa, puesto que este último año fue agotador, pero al mismo tiempo, me sentía completa y feliz, puesto que sabía que había hecho una gran obra al estar aquí.

Yo soy originalmente de Estados Unidos, pero vine a Ecuador para hacer un año de voluntariado, en la región amazónica del país. Fue un tiempo en el que aprendí varias cosas, desde cocinar, enseñar a leer a niños pequeños y hasta las costumbres y tradiciones de los pueblos nativos. Fue sin duda algo que me hizo muy feliz. No obstante, ya era tiempo de volver a casa.

Ya íbamos a una hora de vuelo, estábamos sobrevolando el bosque tropical, en la parte selvática de la misma. Me dio sed, por lo que decidí pedir a la azafata que me dé un vaso de agua. De repente, sentí un golpe en el avión. Como un minuto después, el piloto del avión empezó a hablar por los parlantes, diciendo que mantuviéramos la calma, ya que un águila se había estrellado contra el motor, pero que todo estaría bien.

¿Un águila?, pensé. Esto sí que era algo inusual, mas no sentí preocupación, pues pensé que la situación estaba controlada. Instantes después sentí como el avión estaba descendiendo muy rápido. Me asusté y vi una cortina de humo negro asomarse por mi ventana. Mi corazón empezó a latir aceleradamente. No quería morir, era muy jóven. Tenía apenas 18 años. Esto no me podía estar pasando.

En ese momento, ví como mi asiento se despegó del avión por el impacto y salí volando. Una lágrima fría recorrió mi mejilla. Era el fin de mi vida. Después de eso, mi asiento se estrelló contra el suelo.

Desperté por la luz cegadora del sol en mis ojos. Un zumbido constante en mis oídos no me dejaba concentrarme en mi situación actual. Mi visión estaba borrosa. Con mucho esfuerzo, pude quitarme el cinturón de seguridad y empezar a caminar. En el momento que hice eso, me di cuenta del dolor inmenso que sentía en mi pierna. Cuando la revisé, vi una herida profunda cubierta en sangre.

Sin embargo, estaba agradecida de haber sobrevivido. Caminé como pude, llorando del dolor. Oí el sonido de un río, así que decidí seguirlo. Cuando llegué al riachuelo, vi a un chico inconsciente a la orilla de él. Tenía una herida muy grande en su pecho. Me acerqué rápidamente e intenté levantarlo, pensando lo peor, tomé de su muñeca para asegurarme que hubiera pulso, afortunadamente aún lo tenía. Decidí arrancarme la manga de mi suéter y hacer un vendaje improvisado.

Cuidé de él por tres días; tres días en los cuales estuvo inconsciente. Yo ya empezaba a perder las esperanzas de que mejore, pero el día 4, despertó.

-Do... donde estoy...

-Estamos en la selva, tuvimos un accidente de avión. Tienes suerte de estar vivo. -respondí

-Cuanto tiempo estuve así?

-Tres días y medio, pero no te preocupes, ahora que ya despertaste, podemos ir a buscar ayuda.

-Si, es verdad. Por cierto, ¿cómo te llamas?

-Brooke, y tú?

-Charles, Charles Harvey.

-Bien Charles, no te preocupes, saldremos de esta.

Empezamos a caminar, pasaron unas cuantas horas y oscureció.

-Brooke, siento retrasarte, pero ya no puedo seguir más, necesito descansar.

-Si, tienes razón, yo también necesito descansar. ¡Mira!, hay una cueva, podemos resguardarnos ahí.

-Me parece buena idea, no quiero que un animal salvaje nos ataque o algo así.

Entramos a la cueva, parecía un lugar frío y oscuro, pero con la ayuda de Charles, pudimos prender una fogata.

-Y bien, Brooke, cuéntame un poco de ti, te ves muy jóven. ¿Cuántos años tienes?.

-18, que hay de ti.

-Tengo 25. Un anciano comparado a ti.-Comenzó a reir.

-No es momento para bromas Charles, debemos enfocarnos en salir vivos de aquí.

-Vamos, no seas tan seria, mas bien dime, que haces aquí en Ecuador?

-Estaba haciendo un programa de voluntariado, pero ahora volveré a casa, y tú, que haces aquí?

-Yo estuve visitando a mis abuelos, ellos viven aquí.

-Interesante, ahora sí, duérmete.

-No te han dicho que eres muy fría, Brooke?

-No es eso, es que estoy muy cansada y aturdida por esta situación.

-Esta bien, entiendo, buenas noches.

Dormí en el suelo frío y duro, no fue muy acogedor, pero al menos seguía viva. Sin embargo, los gritos de Charles me despertaron.

-Brooke! ¡Un tigre!

Me levanté de inmediato y pude ver como el felino se acercaba cada vez más a nosotros.

Empecé a llorar.

-Ahora que haremos Charles?

-No se Brooke, no tengo idea.

Empezamos a caminar hacia atrás, cuando sentí que pise algo, una luz azul se desprendió del suelo y cegó nuestras vistas.

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