Una noche que no puedo recordar

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La casa de la residencia Reed-Hamilton estaba en un silencio tranquilo y agradable.

El día anterior hicieron una reunión con varios amigos en un restaurante para ponerse al día y pasar un rato divertido.

Luego los amigos se fueron a seguir la reunión en un bar y de allí, muchas cosas empezaron a descarrilarse hasta llegar a la casa de estos.

Uno de los dueños de la casa estaba muriendo, metafóricamente hablando.

Un pelinegro se revolvía entre las sabanas al sentir la luz en su cara como si dios lo estuviera llamando a su final. Trataba de taparse los ojos al sentirse mal.

Sentía que la cabeza le palpitaba por momentos, era como un dolor a dolor por cada segundo de su existencia. Tenía la boca seca y con un sabor desagradable en ella, con el estómago como si estuviera vacío y seguramente su hígado estaba golpeándolo desde dentro.

Era oficial Thomas Reed tenía una cruda horrible y no volvería a beber en lo que le quedaba de vida.

Se quejaba con malestar evidente, apenas sintió a la persona que se acercó a la cama y se sentaba a su lado.

-Buenos días amor – sintió lo que seguramente un beso en la frente.

Apenas abrió los ojos y vio a su novio viéndolo con cariño y ternura en su mirada.

-Buen...día Jake ¿Cómo estás? – pues como estaba seguramente estaba mejor que él.

Su novio no era de beber, así que supuso que anoche él no bebió casi nada.

-¿Cómo estas tu amorcito? – volvió a preguntar el peli azul acariciándole el cabello con suavidad.

Se quedó disfrutando de la caricia suave por su cabeza, queriendo relajarse con ella y volver a dormir hasta el día siguiente.

-Como si me hubiera caído el peso del mundo a la cabeza – arrastraba las palabras acabado de levantar con una cruda terrible – y me hubiera caído de cabeza después de eso.

Todo lo que escucho fue una risita seguramente a costa de su dolor.

Solo le respondió con un puchero molesto que estuviera riéndose de él cuándo estaba fatal apenas en la mañana. Se irguió hasta sentarse, pero aun sin sentirse del todo cómodo.

-No me pongas esa cara cariño, no me estaba riendo de ti – le dio un beso en la mejilla y acepto esa disculpa.

-¿Bebí demasiado anoche? – tocándose la cabeza a pesar de que ya sabía su propia respuesta.

-No te preocupes bonito, te conseguí unos analgésicos para ello y una botella de agua fría en la mesita de noche – se volteo y vio dichos objetos a su lado.

-Se quedó un amigo en casa después de la reunión, y voy a comprar para hacer el almuerzo, ¿te dejo el desayuno abajo o quieres que te lo suba?

Se tomó un gran trago de aguas con las pastillas, tomando casi todo el contenido de la botella.

Después de tomar el agua y dejarla en la mesita de noche, se sentó aun crudo, pero hidratado.

-¿Me lo podrías traer aquí amor? Me duele aun la cabeza, pero me gustaría comer acostado ahora – sentía el estómago vacío.

-Claro amor, quédate acostadito que te lo traigo – le dio un beso en la frente.

-Gracias donita – se relajó un poco, pero las pastillas aun no surtían efecto, pero al menos no tenía la boca tan seca.

Vio Jake llegar con una bandeja que tenía unas tostadas, unos huevos revueltos, un tazón de frutas y un jugo de naranja.

-No te traje café, creo que el jugo de naranja era mejor para la resaca – le dejo la bandeja aun lado donde estaba la mesita de noche.

Con unas copas de mas...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora