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Ojos llorosos, ojeras marcadas de las pocas horas en las que conciliaba el sueño, y toda la demás mierda que la atormentaba. Intentaba salir adelante, pero era imposible, por un escalón que subía retrocedía tres hundiéndose en su propio pozo de desesperación. Ella era fuerte, pero hasta los más fuertes se acaban derrumbando, y cuando no tienes a nadie en quien confiar, alguien que si te caes te cogerá, las cosas cambian y todo se vuelve negro, muy negro y ya no sabes que hacer, ni donde acudir. Simplemente está sola, sin ver más allá de la oscuridad de su pozo en el que se ha visto sumida por todo lo que la rodea. Ahora su vida era el pozo.

Llorar, solo le quedaba llorar. Lo había intentado de mil y una formas, pero por más que trataba de ser feliz no podía. Se motivaba con mensajes positivos, pero no había manera de que se los creyese, y lo peor de todo es que nadie de su alrededor la animaba. Ella estaba sola, no tenía a nadie, nunca lo había tenido ni nunca lo tendría. Le costaba mucho abrirse a la gente, ya que las veces que lo hizo lo pasó tan mal que ya no se arriesga. Los cortes en sus muñecas han sanado, pero que ya no estén abiertos no significa que no duelan. El dolor sube desde la muñeca , por el codo hasta el hombro y de ahí directamente a su corazón, dando pequeñas punzadas que le hacen recordar el sufrimiento pasado , presente y seguramente el futuro al no ser que la llama de su vida se apagase en un leve suspiro, ya que  ella era como una cerilla, una cerilla que se iba consumiendo a una velocidad demasiado rápida, hasta quedar reducida a cenizas. Ya no come, o simplemente no ingiere los suficientes alimentos para mantenerse sana. Sus músculos han desaparecido, los huesos se hacen cada vez más y más notorios en su figura. Ya no parecía ella, el brillo en su mirada se había desvanecido, ¿la sonrisa? inexistente, ya no quedaba nada a excepción de un cuerpo que no parecía pertenecer a aquella chica que era antes. Simplemente cambió, y todo gracias a la crueldad de la gente y una sensibilidad un poco por encima de la media. Ella solo quería desaparecer, desaparecer para no volver, y ver si más allá había algún sitio donde al fin pudiera saber qué era ser feliz.

Ella fue feliz, pero ya no recordaba esos tiempos, es como si en un abrir y cerrar de ojos los malos momentos absorbieran los buenos y solo pudieras verlos a ellos, eso aún la hundía más.

Al final se armó de valor y escapó de esa gran pesadilla, se mudó a otro lugar y empezó una nueva vida, la cual esperaba que fuera mejor que lo anterior, que no se podía clasificar ni como vida.

Siempre le decían que todo lo bueno se hace esperar, que no se preocupara, que por muchas piedras que pusieran en su camino, todas se superan hasta que llegas a un terreno liso. Ella antes no creía en eso, decía que era falso, que nunca llegaba, y lo que pasaba es que era una impaciente y aunque ha tardado por fin ha llegado en bandeja de plata aquello que siempre quiso. Ahora ya puede afirmar a ciencia cierta, que aunque las cosas tarden y estés esperando mucho tiempo, todo llega, simplemente se necesita paciencia, perseverancia y nunca jamás perder la esperanza , y esto lo dice porque a ella le ha pasado y la experiencia es la base de la ciencia, pero sabía que aunque os dijera esto no le haréis caso,  ella no se lo hacía  a nadie y hasta que no ha sido consciente de que es real lo que decían no les creyó, así que nada más deciros que ojalá lleguen pronto esas cosas que tanto deseáis. Pero luego de esos buenos primeros días en su nueva vida, se dio cuenta de que ese terreno liso era una trampa, era otra piedra más en el camino, y le hizo hecho aprender que nunca se llega a un camino liso, nunca se es del todo feliz, siempre habrán piedras que te impedirán avanzar, obstáculos que te harán caer, y que lo importante no es llegar al terreno liso inexistente, sino superar cada piedra y aprender de los errores cometidos en el pasado para no volverlos a cometer en el futuro, y madurar, ayudarte a crecer. Esa es la finalidad de la vida al fin y al cabo, superar todos los obstáculos y crecer como personas, y aunque nunca se llegue a un estado de felicidad permanente, aquella felicidad que se siente al superar un obstáculo es suficiente, luego desaparecerá y tropezaremos con otra piedra , y así sucesivamente hasta el fin de nuestras vidas. Simplemente dijo "Carpe diem".
Y esas fueron sus últimas palabras antes de dejarnos a la tardía edad de 95 años. Elisa Bartomeu Collado, escritora de libros de autoayuda para jovencitas con problemas. Fue una heroína, ayudó a millones de chicas que compraron su libro, y también ofrecía terapia en su gabinete, ya que cuando su vida se estabilizó estudió psicología para poder ayudar a gente con problemas como quisiera que hubieran hecho con ella cuando lo necesitaba.
Hasta el momento de su lecho de muerte, nadie supo el pasado tan trágico que tuvo Elisa, yo fui la única oyente de dicha historia, me la contó en sus últimos minutos de vida, y yo ahora soy la encargada de transmitir sus palabras al mundo, y os animo a que si no creíais en sus libros porque decías que nadie puede entender como os sentíais sin haberlo sufrido, ahora que lo sabéis, ahí tenéis ayuda. Elisa nunca contó su pasado según me explicó, para no tener que verse obligada a responder a entrevistas, a que la gente la acosara , ella simplemente quería ayudar a los demás, y eso hay que tenérselo mucho en cuenta. No tengo nada más que añadir. Hoy nos ha dejado un ángel que por fin está donde pertenecía, en el cielo. Y como decía siempre Elisa, Carpe diem.

Todo se superaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora