Percy Jackson siempre había sido diferente, pero a los catorce años, su vida dio un giro inesperado. Una noche, mientras caminaba por las calles oscuras de Nueva York, una extraña sustancia negra se deslizó sigilosamente hacia él, envolviendo su cue...
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"El amor de un hermano es un escudo invencible, capaz de soportar cualquier golpe para mantener a su hermana a salvo."
¿Qué serías capaz de hacer por aquel ser que amas con todo el corazón?
¿Recibirías los golpes de la vida con tal de protegerla del mundo real? ¿Estarías dispuesto a morir por ella?
Eso era lo que pensaba Miguel mientras miraba a su hermana menor, a unos metros de distancia. Había intentado acercarse, pero lo tenían sujeto contra la pared del calabozo.
Odio.
Solo podía sentir repulsión hacia los hombres que lo retenían. Todo era su culpa.
Todo era culpa de su madre.
Ella provocó que esto pasara. Todo por un poco de drogas.
Lágrimas cayeron de sus ojos cafés, y no pudo evitar pensar en Percy.
Percy estaba muerto. Lo había visto en el suelo, cubierto de escombros y lleno de sangre.
Sin vida. Y era su culpa. No debió llamarlo.
Percy estaba muerto por su culpa.
Otra persona que amaba, herida por su culpa.
Miguel luchaba contra las lágrimas, su corazón roto en mil pedazos. La imagen de Percy, su mejor amigo, tendido en el suelo, sin vida, lo atormentaba. Cada vez que cerraba los ojos, veía su rostro, cubierto de polvo y sangre, y sentía una punzada de dolor en el pecho.
—¡Déjenme ir! —gritó, su voz llena de desesperación—. ¡Déjenme ir con mi hermana!
Las cadenas que lo sujetaban no se movieron ni un poco . Miguel se debatía, tratando de liberarse, pero sus esfuerzos eran inútiles.
—¡Esto es culpa tuya! —gritó, dirigiendo su mirada llena de odio hacia el vacío—. ¡Todo esto es culpa tuya!
Las lágrimas caían libremente por su rostro, y su cuerpo temblaba con la intensidad de sus emociones. Sentía que el mundo se desmoronaba a su alrededor, y no había nada que pudiera hacer para detenerlo.
—Percy está muerto por mi culpa —murmuró, su voz quebrada—. Y ahora mi hermana... no puedo perderla también.
Las lágrimas caían libremente por su rostro, y su cuerpo temblaba con la intensidad de sus emociones. Sentía que el mundo se desmoronaba a su alrededor, y no había nada que pudiera hacer para detenerlo.