PRÓLOGO

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En un aula de un colegio religioso, en un día
cualquiera del año 2018, el destino comenzó a tejer con hilos invisibles una historia que nunca estaría escrita en los libros de texto ni sería narrada en las oraciones diarias. Era un día que, para todos los demás, parecía tan ordinario como el anterior. Sin embargo, en ese pequeño espacio donde los pupitres se alineaban con precisión y las paredes resonaban con voces infantiles, algo extraordinario estaba por suceder.

Dos niñas, apenas con seis años, fueron llevadas a compartir un mismo rincón del aula por un cambio de pupitre. Un gesto insignificante para los adultos que movían los hilos de sus días, una decisión que podría haber pasado desapercibida entre tantas otras, pero que marcó un antes y un después. A veces, la vida esconde grandes historias detrás de los actos más simples, y donde el efecto mariposa despliega sus alas, hasta el más leve movimiento, la palabra más casual o el susurro de una página al pasar, puede alterar el curso del tiempo de maneras inimaginables.

Algunas historias parecen destinadas a escribirse. Son como esos libros que tomas entre las manos con la esperanza de descubrir un universo nuevo, con un inicio que atrapa, un nudo que te hace perder el aliento y un desenlace que, aunque te deja vacío, te llena de ganas de más. Pero, ¿qué sucede cuando esperas ese segundo tomo que nunca llega? Cuando la historia parece cerrarse sin aviso y el eco de las palabras que quedaron se convierte en el único consuelo. Esa desilusión, ese vacío, yo no lo entendía... hasta que la conocí.

Antes de ella, mi mundo giraba con la monotonía de los días que se suceden sin sobresaltos, como una rueda que nunca pierde su curso. No sabía qué significaba el "peligro". No lo comprendí hasta que pronuncié un simple "hola" que rompió el equilibrio de mi universo. Una palabra, tan pequeña y cotidiana, fue el catalizador de algo que cambiaría mi vida para siempre. Fue como si el eje de mi mundo hubiera dado un giro completo, un vértigo de emociones y contradicciones que no podía ignorar.
Y es curioso, ¿no? Cómo alguien puede llegar a tu vida para desarmarla, para desdibujar lo que creías conocer y empujarte hacia lo desconocido. Gracias a ella descubrí el significado de la adrenalina: esa sensación que recorre tu cuerpo como un torrente imparable, un fuego que quema y calienta a la vez. Pero también entendí lo que significa perder algo tan intenso que deja una marca imborrable.

Así que, gracias. Gracias por romperme el corazón, por empujarme al borde de todo lo que creía seguro. Pero, sobre todo, gracias por demostrarme que, aunque duele, vivir con intensidad es el único camino que vale la pena.

Con amor,
Marlie Ss.

𝐂𝐀𝐒𝐔𝐀𝐋-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora