rocío en la ventana

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Hace unos 4 años intenté suicidarme. Fui al baño de mi casa e intenté matarme tragando pastillas de paracetamol, pero mis padres me encontraron y me llevaron de urgencia al hospital. Estuve desmayado no sé muy bien cuanto tiempo. Solo recuerdo despertar en una cama en una habitación vacía con un televisor y una mesa de luz con un bolso encima. Estaba confundido y exhausto. No sabía si ya estaba muerto o si simplemente todo había sido un sueño. Intenté levantarme pero me dolía todo y estaba conectado a mil aparatos. La puerta se abrió y pude ver entrar a mi padre con lágrimas en los ojos y yo simplemente no soporté el llanto. Ambos lloramos abrazados mientras yo pedía perdón y lo apretaba entre mis brazos. Él me decía que todo iba a estar bien pero yo apenas le podía creer. Los días que siguieron se basaron en puras visitas. ¨Tranquilo, todo va a estar bien¨ debió de ser la frase que más escuché en mi vida dentro del hospital. Mis padres terminaron confesando que dieron el aviso en mi escuela. Al parecer todos habían llorado y preguntado si estaba bien. Tuve un poco de vergüenza, mentira, tuve mucha vergüenza, pero al menos sabía que había gente apoyándome. Pronto llegó la primera visita de la escuela. Una mano femenina me despertó de mi siesta. Apenas podía ver por los efectos de los medicamentos pero pude reconocer la cara de la chica que me hizo tomar esas pastillas, Selina. De sus mejillas se resbalaban pequeñas gotas de agua y con voz tenue y quebrada se disculpaba por lo que ella consideraba había sido un error. Nos abrazamos, y su beso llegó sin aviso a mis labios. No supe como reaccionar, solo dejé que su boca se abrazara con la mía y simplemente se fue llorando.

Un grupo de psicología me visitó más tarde y me anunció que iba a ser trasladado a un hospital psiquiátrico. Apenas me recuperase de la necrosis iba a ir a allí y conocería a mis nuevos compañeros de internación. En un principio me pareció una idea absurda, ya estaba bien, o eso creía, pero no podía hacer mucho para revelarme. Me dieron el alta y me subí de vuelta a la ambulancia y terminé en un pequeño edificio blanco con ornamentaciones de mármol y unas escaleras en la entrada que pronto iba a llamar mi nuevo hogar temporal. Mientras me bajaban de la parte trasera de la ambulancia en camilla pude ver en una de sus ventanas a una chica rubia mirándome. No sabía si saludarla o ignorarla, solo compartimos miradas y avance dentro. Me presentaron mi cuarto y a mi nuevo compañero. Se llamaba León. Era algo petiso y tímido, le gustaba leer mangas y era fanatico del fútbol pero por su físico no parecía ser un ávido jugador. Me quedé en mi cuarto hasta que llegó la hora del almuerzo. Subimos unas rampas hasta llegar al tercer piso al salón de los jóvenes pacientes. En él habían otros chicos sentados esperando a que llegara la comida. Todos me miraban por ser el nuevo, me sentía un poco incómodo. Me senté en la mesa y entonces noté que la que estaba sentada junto a mi era esa chica de la ventana. De lejos no había notado que tenía unos hermosos ojos marrones y una mancha de nacimiento en la mejilla. Me saludó y se presentó como Rocío.

Los primeros días de la internación fueron de pura adaptación. Comencé a conocer a mis nuevos compañeros y a hacer nuevos amigos, Rocío y León incluidos. Nos daban juegos de mesa, mirábamos la tele y jugábamos al básquet en el patio. A pesar de todas las distracciones que había a mi alrededor no podía sacarme de la cabeza el beso de Selina. ¿Por qué me había besado? ¿Aún me amaba? Mientras mi cabeza vivía en un limbo de sensaciones y confusiones, pasaba tiempo con Rocío. Era una chica extrovertida, carismática y algo engreída. Era de gustos refinados con la comida y la música y le encantaba cantar y bailar. Jugábamos juntos, reíamos juntos y nos aburríamos juntos. Nos la pasabamos hablando junto a la ventana viendo a la gente pasar y soñando con algún día irnos de ahí. Jamás había conocido a una chica en la que me atrajera más su personalidad e ideales que su físico. Salvo Selina. Una noche mientras todos jugaban y veían la televisión le confesé a Rocío la razón por la que estaba ahí dentro. Le conté acerca de mis miedos y de cómo esta vida había dejado de satisfacerme desde hacía mucho tiempo. Recuerdo que ella no supo qué decir, no se esperaba eso viniendo de alguien como yo, pero entonces ella también me contó de su condición. Sufría de un trastorno de límite de la personalidad y había tenido un enfrentamiento violento con compañeras del colegio. Ella siempre buscaba destacarse en todo y no hacerlo la impacientaba y tenía miedo no ser suficiente para el mundo. Yo al momento no supe que decirle, solo nos quedamos mirando la ventana en silencio, pero si pudiera volver en l tiempo atrás le diría que no necesitaba destacarse en nada, ya era perfecta. Ahora estoy seguro pero en su momento no sabía si la amaba en verdad. En el fondo, solo quería esperar a Selina.

Una tarde mientras jugábamos en el patio una enfermera vino a buscar a Rocío y le dio la noticia de que le daban el alta y que ese mismo día se iba a retirar de la clínica. No hay palabras que pudieran describir la felicidad de Rocío. Ella solo gritaba y saltaba de la alegría. Corrió a abrazarme y me taladró la cabeza con la noticia. Yo obviamente la felicité pero en el fondo estaba triste. Jamás la volvería a ver. Esa misma noche ella juntó sus cosas y se dirigió a mi cuarto para despedirse. Nos miramos a los ojos una última vez. Una parte de mi quería saltar sobre ella y besarla como si no hubiera un mañana pero no pude hacerlo. Solo nos abrazamos y nos acariciamos las manos hasta que no nos vimos más.

A los dos meses salí de la clínica. Logré superar a mis monstruos y seguir adelante. Volví a la escuela y me reencontré con mis amigos. Todo volvía a ser como antes. El primer día de clases me desesperé por encontrar a Selina y cuando lo hice corrí a abrazarla. Quise besarla pero ella me rechazó. No lograba encontrar las palabras para decirme que no me amaba y se arrepentía de haberme besado pero terminó lográndolo y no supe qué hacer. Uno pensaría que volvería a intentar matarme, la chica que tanto amaba me volvía a dejar pero ya no valía la pena. Ahora, 4 años después, ya egresé y sigo estudiando en la facultad de filosofía y letras. Trabajo, tengo una novia y me va bien. Pero siempre que me detengo a pensar, recuerdo a Rocío. Solo espero que algún día, en las calles transitadas de Buenos Aires, pueda cruzarla en mi camino y simplemente decirle hola.

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⏰ Última actualización: Nov 24 ⏰

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