Capitulo 1

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Capítulo 1: El Regreso

Clara ajustó el retrovisor mientras conducía por la carretera serpenteante que la llevaba de regreso a su pueblo natal. La luz del atardecer iluminaba los árboles a ambos lados, creando sombras alargadas que parecían danzar con el viento. Había pasado más de una década desde que dejó aquel lugar, y aunque había prometido no volver, la muerte de su abuela la había arrastrado de nuevo a sus raíces.

La casa familiar se alzaba al final de un camino cubierto de maleza, como un viejo guardián que había visto pasar el tiempo sin poder hacer nada al respecto. El corazón le dio un vuelco al verla; las ventanas estaban cubiertas de polvo y las tejas del tejado parecían estar a punto de caerse. Clara recordó las risas que resonaban en esos pasillos y el aroma a galletas recién horneadas que llenaba la cocina. Pero esas memorias se mezclaban con una sensación de tristeza y pérdida.

Al aparcar, Clara se detuvo un momento para observar la casa. La puerta principal estaba entreabierta, como si la invitara a entrar. Respiró hondo, sintiendo cómo una mezcla de nostalgia y temor se apoderaba de ella. Se bajó del coche y caminó hacia la entrada, sintiendo el crujir de las hojas secas bajo sus pies.

Al cruzar el umbral, el aire dentro de la casa era pesado, impregnado de recuerdos. Las paredes estaban cubiertas de fotografías familiares, cada una contando una historia que Clara había olvidado. Se acercó a una imagen en particular: su abuela joven, sonriendo con un brillo en los ojos que Clara apenas recordaba. Junto a ella estaba un hombre que no reconocía, con una mirada intensa y un aire de misterio.

“¿Quién eres?”, murmuró Clara, sintiendo que la pregunta resonaba en las paredes vacías.

Decidida a encontrar respuestas, se dirigió al estudio de su abuela. El lugar estaba desordenado, con papeles esparcidos por todas partes. En una esquina, un viejo baúl llamó su atención. Con esfuerzo, lo abrió y encontró una colección de cartas amarillas y un diario desgastado. Su corazón se aceleró al ver el nombre de su abuela escrito en la tapa.

Se sentó en el suelo y comenzó a leer las primeras páginas. Las palabras estaban llenas de amor y anhelos, pero también de secretos que parecían querer salir a la luz. Clara se sintió intrigada; su abuela no era solo la mujer dulce que recordaba, sino alguien con una vida llena de pasión y sufrimiento.

Mientras leía, escuchó un crujido en la planta superior. Su instinto le dijo que no estaba sola. Con el corazón latiendo con fuerza, se levantó y subió las escaleras lentamente. Cada paso resonaba en el silencio, como un eco del pasado. Al llegar al pasillo, vio una sombra moverse por la puerta entreabierta de una habitación.

“¿Hay alguien ahí?” preguntó, tratando de mantener la voz firme.

No hubo respuesta. Clara empujó la puerta con cautela y entró en la habitación. Estaba vacía, salvo por un viejo espejo cubierto de polvo. Se acercó y vio su reflejo distorsionado en el cristal opaco. Pero justo detrás de ella, en un rincón oscuro, algo brillaba. Era un objeto olvidado que había pertenecido a su abuela: un pequeño colgante en forma de corazón.

Al tocarlo, una oleada de recuerdos la invadió: risas, abrazos y susurros sobre amores perdidos. De repente, una imagen fugaz atravesó su mente: el rostro del misterioso hombre de la fotografía. Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda; había algo más en esa historia familiar que aún no comprendía.

Decidida a descubrir la verdad detrás del colgante y el diario, Clara regresó al estudio, sintiendo que cada descubrimiento la acercaba más a los secretos que habían permanecido ocultos durante tanto tiempo. La noche caía lentamente sobre el pueblo, y con cada minuto que pasaba, Clara sabía que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.

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