Capítulo 2: Los Secretos del Diario
Clara se sentó en el viejo escritorio de su abuela, rodeada por el desorden de papeles y recuerdos. La luz de la lámpara parpadeante iluminaba las páginas amarillentas del diario, que parecía susurrar secretos olvidados. Con una mezcla de ansiedad y emoción, comenzó a leer.
La letra de su abuela era elegante y fluida, cada palabra cuidadosamente elegida. Las primeras páginas hablaban de su infancia, de juegos en el jardín y de las historias que le contaba su propia madre. Clara sonrió al recordar cómo su abuela siempre le decía que los cuentos estaban llenos de verdades ocultas. Sin embargo, a medida que avanzaba, el tono se tornó más sombrío.
“Hoy he visto a Daniel”, escribió su abuela en una entrada. “Su mirada es intensa, como si pudiera ver dentro de mí. Me asusta y me atrae a la vez”. Clara frunció el ceño; ese nombre no le era familiar. ¿Quién era Daniel? La curiosidad la invadió, y continuó leyendo.
Las siguientes páginas estaban llenas de descripciones sobre encuentros secretos y susurros bajo la luna. Su abuela hablaba de un amor prohibido, lleno de pasión y dolor. “No puedo seguir así”, escribió en una ocasión. “El peso del secreto me está aplastando. Pero no puedo dejarlo ir; él es parte de mí”. Clara sintió un nudo en el estómago. ¿Qué había sucedido con ese amor? ¿Por qué había tenido que ocultarlo?
En una entrada posterior, su abuela mencionó un lugar: “El viejo faro en la costa”. Clara recordaba haber ido allí de niña, pero nunca había escuchado historias sobre un romance en ese lugar. Se preguntó si ese faro guardaba más secretos de los que había imaginado.
Decidida a descubrir la verdad, Clara cerró el diario y se levantó. La noche había caído por completo, y el aire fresco la recibió al salir de la casa. Miró hacia el horizonte; la costa estaba a solo unos kilómetros. Sin pensarlo dos veces, se dirigió hacia allí.
El camino estaba oscuro y solitario, iluminado solo por la luz de la luna que se reflejaba en el mar. Clara sintió una extraña conexión con el lugar; cada paso que daba parecía resonar con los ecos del pasado. Al llegar al faro, se detuvo para admirar su imponente figura, desgastada por el tiempo pero aún digna.
Empujó la puerta de madera, que chirrió al abrirse. El interior estaba vacío, lleno de polvo y telarañas, pero Clara podía imaginar cómo había sido en sus días de gloria. Se acercó a la escalera de caracol que conducía a la cima del faro. Cada escalón crujía bajo su peso, como si el lugar estuviera despertando de un largo sueño.
Al llegar a la cima, se asomó por la ventana y contempló la vasta extensión del océano iluminada por la luna. Era hermoso y aterrador al mismo tiempo. Mientras miraba las olas romper contra las rocas, recordó las palabras de su abuela sobre el amor prohibido y los secretos. Se preguntó si Daniel había estado aquí con ella.
De repente, un sonido la sacó de sus pensamientos: un leve susurro que parecía provenir del fondo del faro. Clara sintió un escalofrío recorrer su espalda. Con cautela, descendió las escaleras, guiada por el eco del murmullo.
Al llegar al nivel inferior, encontró una pequeña habitación que no recordaba haber visto antes. En el centro había una mesa cubierta con una tela polvorienta. Se acercó lentamente y retiró la tela, revelando un viejo baúl similar al que había encontrado en casa de su abuela.
Con manos temblorosas, lo abrió y encontró objetos que parecían pertenecer a otra época: cartas amarillas, fotografías descoloridas y un pequeño cuaderno desgastado. Clara sintió una mezcla de emoción y temor al descubrir que estos podrían ser los vestigios del amor entre su abuela y Daniel.
Comenzó a examinar las cartas. La caligrafía era masculina y apasionada. Había promesas de amor eterno y sueños compartidos, pero también advertencias sobre los peligros que enfrentaban. “No podemos seguir así”, decía una carta. “El mundo no aceptará nuestro amor”.
Clara se dio cuenta de que había más en esta historia de lo que había imaginado. No solo era un romance; había un conflicto profundo que había separado a su abuela de Daniel. Las palabras resonaban en su mente mientras leía: “Si alguna vez decides dejarlo todo atrás, ven al faro”.
Un rayo de comprensión iluminó su mente. Su abuela había tomado decisiones difíciles para proteger a su familia, pero ¿a qué costo? Clara sintió que estaba desenterrando no solo secretos familiares, sino también las sombras que habían moldeado su vida.
Con el corazón latiendo con fuerza, guardó las cartas y el cuaderno en su mochila. Sabía que debía regresar a casa y continuar investigando. Había un hilo conductor entre su vida y la de su abuela que necesitaba ser desenredado.
Mientras salía del faro, Clara miró hacia el océano una vez más. Las olas seguían rompiendo con fuerza contra las rocas, como si intentaran contarle algo que aún no comprendía. La noche era profunda y misteriosa, pero Clara estaba decidida a encontrar la verdad detrás de las sombras del pasado.
Con el diario en mano y nuevas pistas por descubrir, sabía que su viaje apenas comenzaba.
Después del desayuno, Clara decidió ir al bosque. Necesitaba ver el viejo roble mencionado en las cartas, como si pudiera encontrar respuestas allí. Caminó por los senderos familiares, sintiendo cómo cada paso la conectaba más con sus raíces.
El bosque estaba lleno de vida; el canto de los pájaros y el susurro del viento eran música para sus oídos. Finalmente, llegó al claro donde recordaba haber jugado de niña. Allí estaba el roble, majestuoso y fuerte, sus ramas extendiéndose hacia el cielo.
Se acercó al árbol y apoyó la mano en su tronco rugoso. Era como si pudiera sentir la historia vibrando a través de él. Se preguntó cuántos secretos había guardado a lo largo de los años, cuántos amores perdidos y anhelos olvidados.
Mientras se sentaba bajo el roble, sacó las cartas nuevamente y comenzó a leerlas una vez más. Las palabras parecían cobrar vida en ese entorno natural; podía imaginar a su abuela y a Daniel riendo y compartiendo sueños bajo ese mismo árbol.
“Si tan solo pudieras volver”, murmuró Clara al árbol, deseando poder conectar con el pasado de alguna manera. “Si tan solo pudieras contarme cómo era realmente su amor”.
De repente, escuchó un crujido detrás de ella. Se giró rápidamente, su corazón latiendo con fuerza. Un hombre apareció entre los árboles; era mayor, con canas en las sienes pero una mirada familiar que la hizo detenerse en seco.
“¿Clara?” preguntó él con voz suave.
“¿Quién eres?” preguntó ella, sintiendo una extraña conexión instantánea.
“Soy Roberto”, respondió el hombre. “El hermano de Daniel”.
Clara sintió que el mundo se detenía por un instante. No podía creer lo que estaba escuchando. “¿Roberto? ¿Tú… conocías a mi abuela?”
Él asintió lentamente, sus ojos reflejaban una mezcla de nostalgia y tristeza. “Ella fue parte de nuestra vida, aunque todo terminó mal”.
Clara sintió que su corazón se aceleraba nuevamente. “¿Puedes contarme más? He encontrado cartas… quiero entender lo que pasó”.
Roberto se sentó junto a ella bajo el roble, y por primera vez en mucho tiempo, Clara sintió que estaba a punto de descubrir la verdad oculta detrás de las sombras del pasado.
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Sombras del pasado
RandomLa protagonista, Clara, regresa a su pueblo natal tras la muerte de su abuela. Encuentra la casa familiar en ruinas y descubre un diario antiguo que pertenecía a su abuela y ....