Creí haber escuchado mal la primera vez pero cuando la chica detrás de la barra me repitió que ese trago estaba 20 euros no lo pude creer. Casi que me voy por escuchar algo tan absurdo. Quise reclamarle el precio pero no sabía cómo decirlo en francés, ni siquiera en inglés. Solo pagué, me lo serví y bebí. El bar estaba lleno, con mujeres bailando alrededor de la pista y viejos borrachos acomodados en sus sillas lanzándoles miradas lascivas. Unos minutos antes estaba sentado junto con mi amigo Esteban pero ya no sabía dónde estaba. Tal vez se había ido a conocer a alguna francesa. Qué más da, que haga lo que quiera, total es su cumpleaños. Ambos estábamos pasando la noche en un bar en la calle ¨Rue Saint-Dominique¨ cerca de la tan famosa ¨Torre Eiffel¨. Él estaba totalmente dominado por el alcohol y yo solo trataba de que no se metiera en problemas. Sin avisarme, se alejó de mí y me dejó solo con mi trago de 20 euros.
Mientras servía mi segundo trago multimillonario, un joven algo petiso se me acercó. Me dió unas palmadas en el hombro y se sentó junto a mi. Se puso a hablar conmigo sobre algo que parecía ser importante pero no comprendía ni una sola palabra que salía de su boca. Apenas pude comprender algunas palabras como ¨ami¨ que quería decir amigo y ¨suprise¨ que era regalo o algo así. Empecé a negarle y decirle que me dejara tranquilo pero él insistía. Miró sobre sus hombros y de su bolsillo sacó una pequeña bolsa ziplock con un polvo rosado y lo puso sobre la barra. ¨15 euros¨ me dijo. Lo primero en lo que pensé fue en como podía ser que una bolsa con polvo valga menos que un maldito trago. Le acerqué la bolsa hacia él y le negué con la cabeza a ver si así me entendía el imbécil. El joven se alejó malhumorado y se fue a hablar con otro grupo de chicos a ver si aceptaban comprarle.
Ya era tarde. El reloj marcaba la 1 y seguía sin saber dónde estaba Esteban. Lo llamé por teléfono unas cuantas veces pero no me contestaba. ¨Maldición¨ pensé. Me levanté de mi asiento y me dirigí a la salida para buscar mejor señal y a ver si a si me contestaba. Fue entonces cuando alguien empujó suavemente la puerta del umbral, dejando que la penumbra del bar se mezclara con la noche de la calle. Era una mujer de tez color café que llevaba puesto un vestido de una pieza color negro. Entró con elegancia al bar pasando junto a toda la gente amontonada que bailaba y se sentó junto a mí. No sé que se pidió, no sé que vió en mí, pero me comenzó a hablar. No podía evitar dejar de mirarles aquellos hermosos ojos galácticos suyos y su cintura tan bien marcada. Cuando por fin pude regresar a este mundo pude presentarme y decirle ¨bonjour¨.
Uno no podría imaginarse lo difícil que es hablarle a una mujer sin saber lo que dice. Jamás había necesitado tanto de Esteban para que me tradujera. Ella me hacía preguntas, cálculo de si la estaba pasando bien o si venía acompañado, pero obviamente yo solo escuchaba palabras sueltas con un acento extraño. Yo solo le sonreía y le decía ¨i don spik francés¨. Ella se reía y bebía de su vaso mientras observaba el espectáculo que era mi tratar de hablarle. Parecía que se burlaba de mí. Le invité un trago, aquel estupido trago de 20 euros, y le pregunté por su nombre. Chloé. Un nombre del que jamás había escuchado decir en Argentina. Era precioso. Seguimos hablando durante un buen rato, si es que jugar a adivinar las palabras del otro se puede considerar hablar, hasta que ella pareció aburrirse. Estaba a punto de irse hasta que la tomé de la mano y la invité a bailar. Una pequeña luz destello en los ojos de la muchacha. Dejó su vaso en la barra y con una sonrisa me dijo ¨si¨.
Nos acercamos al centro de la pista, la luces bajaron hasta nuestros pies y ambos fusionamos nuestros cuerpos en uno solo para fluir con la música. Su risa escapaba entre los acordes, como una melodía propia que se enredaba con la música, y sus dedos rozaban los míos. Ella movía su cuerpo alrededor del mío y cantaba en mi oído las letras de las canciones que pasaban. El calor de su piel, la mezcla de perfume y sudor en el aire, y el latido incesante de la música nos envolvían en una burbuja que parecía impenetrable. Cuando las luces giraron en un destello final, nos detuvimos un instante. Ella alzó la vista, como buscando algo en mis ojos, y nos quedamos ahí, comiéndonos con la mirada. Ella sola iluminaba todo el bar y me hacía perderme en mis propios pasos. Continuamos bailando, bebimos un par de copas más y decidimos largarnos de ese lugar. Corrimos por las calles de París sin rumbo aparente. Cantábamos, reíamos y llegado a un punto nos besamos. Apenas sabía su nombre, apenas sabía de dónde venía, pero estaba enamorado. La llevé al cuarto de mi hotel y la invité a pasar la noche. Nos sentamos juntos en el sofá y pronto caí dormido.
– ¿Recuerda algo más de aquella noche? – preguntó el oficial de policía mientras tomaba nota.
– No señor. Solo recuerdo despertarme al día siguiente y ver como todas mis pertenencias habían sido robadas. Lo único que encontré fue una nota de papel arrugado con un beso de labial en él.
– ¿Tenía algún escrito? – preguntó el oficial.
– Si, aquí la tengo. Dice ¨au revoir mon ciel¨. ¿Sabe qué significa?
– Significa adiós – dijo el policía secamente – Bueno, me temo que no hay mucho que podamos hacer. Continuaremos investigando ¿Tiene algo que declarar o alguna otra pista?
– Si. También me gustaría denunciar la desaparición de mi amigo Esteban. No sé donde carajo está.
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Mon Ciel
RomanceUn joven viaja a París con su amigo Esteban a festejar su cumpleaños y una noche en un bar cerca de la torre Eiffel conoce a alguien que le promete una noche de placer.