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CAROLINE KOCK

El tembloroso hombre me mira asustado en espera de mi reacción. Él sabe, claro que lo sabe. Ha cometido un error.

—¿Señora? —pregunta logrando que centre mi vista en él. Arqueo mi perfecta ceja mientras detallo su vestimenta estilizada acorde a los estándares de mi empresa.

—Cometiste un error —mascullo mirando mis uñas—, mi café de las mañanas es sagrado y sabes que me gusta dulce... ¿Acaso tengo cara de amargada que me lo trajiste sin una pizca de azúcar? —la molestia en mi voz es latente.

—Yo lo siento —se excusa sin mirarme.

—Es que yo asumo que normalmente tú lees la guía que te dan, donde específica que tu trabajo es traerme un buen café... ¿Quién es tu superior? —exijo saber calzando mis lentes.

—Jared, señora —responde.

—Cuando salgas a tu lugar le dices que requiero su presencia... adiós —le ordeno despidiéndome de él, quien sale de la oficina dando tropezones ansiosos.

Yo ruedo mis ojos mientras negó con mi cabeza, en este mundo no hay personas eficientes y lo he comprobado a lo largo de toda mi vida. Ineptos, estúpidos e insuficientes.

—¿Y ahora que le hiciste a ese joven? —pregunta Paco entrando a mi oficina.

—¿Yo? —replico fingiendo inocencia, suavizando mi gesto ante su presencia.

—Sí, tú —me acusa cruzándose de brazos mientras me observa esperando una respuesta.

—Debes entender que yo no hago nada... ellos mismos se equivocan en la única estúpida cosa que se supone deben hacer bien... mi jodido café —chillo entre dientes.

—Toma, para que no sigas queriendo quemar al mundo —mi mejor amigo me tiende un café y mis ojos casi se salen de órbita por la felicidad.

—Dios, te amo de verdad —murmuro emocionada, sintiendo el rico líquido caliente y dulce, llenando mi boca, empapándola de ese sabroso dulzor que tanto me fascina.

—Aún no entiendo cómo un jodido líquido puede colocarte como una pequeña osita cariñosita —susurra casual, tomando asiento frente a mí.

—Solo tú puedes verme de esta manera... no te sorprendas mucho —respiro fuerte para levantarme de mi sillón—. En minutos me verás de nuevo con mi cara de mierda —termino de decir y casi al instante, me avisan por el intercomunicador que Jared, el superior del niño de hace minutos, está aquí.

La puerta se abre minutos después de mi afirmativa para su paso, y aquel hombre con mucha más experiencia que el anterior entra a mi estancia con seguridad flaqueante.

—Señora Kock, me informa Álvaro que solicitó mi presencia —su falsa seguridad me causa un poco de gracia.

—Sí, se equivocó con mi café... ¿No se supone que debes darle la guía con la cual él deba preparar bien el jodido café? —mi molestia se siente en cada palabra, así como posando mis manos en mis caderas me recuesto sobre mi silla.

—Yo-yo se la di, Señora —me afirma.

—Pues, al parecer no la leyó... le daré una oportunidad nada más. Pero conste, que si vuelve cometer una equivocación de ese ámbito, tú lo acompañarás al terrible camino del desempleo —finalizo mi advertencia con una sonrisilla falsa mientras mi brazo le hace amagos para que salga.

Aquel se va con rapidez, solo regalándome un asentimiento repetitivo.

—De verdad necesitas un poco de diversión... das un poco de miedo, pobre hombre —resuella Paco, haciendo que mi concentración vuelva a él.

En los brazos de mi socio©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora