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ALIANOR

La cosa se complica cuando encuentro a mi hermana llorando como una macarena dentro del baño que tiene en su habitación. Un mal día para tener una cara demacrada ya que va a conocer a su familia política.

—Samantha, por favor, déjame entrar.

—¡Quiero estar sola! —me grita—. ¡Mejor!, ¡me gustaría morirme en este momento!

Suspiro y cierro los ojos. Es una dramática, en realidad siempre lo ha sido desde que era pequeña.

—Si te mueres hazlo donde está la bañera, por nada del mundo te pegues a la puerta. No se podrá abrir después.

—¡Ali por Dios! Que no estoy para tus estúpidas bromas.

—¿Y quien dice que estoy de broma?

—No vas a parar si no abro, ¿a que sí?

Se escucha el pestillo y la puerta se abre.

—No quiero bajar a esa jodida fiesta Ali. Entiéndeme —me explica como si no supiera porque se ha encerrado.

Tiene los ojos tan rojos que estoy mas que segura que será difícil taparlos con el maquillaje. Va vestida con un sugerente conjunto de tanga y sujetador de encaje blanco. El negro es pecado para nuestra edad, según dice mi madre.

Yo utilizo mi ropa interior de algodón, con florecitas, o rayitas. No son de niña, ni tampoco de mujer, más bien acorde a mis diecisiete años. Son tremendamente cómodos para cuando decido patinar por la pista o el circuito que han construido en la explanada Norte. Lo llaman La Ronda Maquiavélica. En cierto modo da un poco de miedo según se mire, pero yo soy una veterana e hice hasta la curva del miedo escalofriante en menos de diez segundos. Mi nombre está grabado en el lugar central como la única que lo ha conseguido. Un gran record que hace que me respeten los demás, pero la estúpida de Mabel no se rinde ante mí aún siendo la más patética de todas.

Me siento en el bidé y miro a mi hermana que no está dispuesta a salir de aquí sin que yo la empuje un poquito.

—A mí tampoco me apetece ir —quiero que sepa que estoy de su lado—. ¿Pero que más podemos hacer? —mi padre nos buscaría por toda la ciudad y después nos traería hasta aquí a rastras si fuese necesario.

—Voy a fugarme.

Dice como si eso fuera una gran idea.

Se le encendió una lamparita a mi hermana.

—¡¿Qué?! —me levanto a la velocidad de uno de esos payasos que salen de las cajas sorpresa con ayuda de un muelle—. No voy a dejarte que hagas eso Samantha. Tienes solo dieciocho años, ¿de qué vivirías? ¿A dónde mierda irías?

Me da miedo que huya como una loca y que por no pensar en condiciones, salga dañada.

—Me voy con Erick. Él y yo estamos enamorados y no voy a permitir que nos separen.

¡LO SABÍA! No eran solo un rollo.

—Estoy embarazada y es de él.

Me quedo más tiesa que un ajo y alucino en pepinillos. Esa es la forma de alucinar más bestial de todas las que existen en el mundo.

—¡Ay la virgen!

—¡Déjate de vírgenes ahora Ali! —se toca el pelo y se sienta en el inodoro cerrado con la tapa, como si hubiera cogido algo muy pesado entre sus brazos.

Estoy cabreada, ¿como pudo ser tan inconsciente?

—¿Pero no usaste protección cuando él...bueno...¿él no se puso ahí en sus partes, ya sabes? —somos muy jóvenes para tener un hijo—. La gomita Samantha. Jamás se hace nada sin la gomita. Eso es de cajón maldita sea.

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⏰ Última actualización: 12 hours ago ⏰

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