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Su propio pulso retumba en sus oídos, el olor a óxido y cemento húmedo es intenso en el aire. Su respiración es irregular, el pecho se agita mientras se tambalea hacia atrás, con el arma en alto. Las sombras se retuercen y parpadean, pero no hay forma de confundir la figura que sale a la luz: Ghostface, vestido con su túnica negra, la máscara blanca y brillante que se destaca contra la bombilla del techo tenue.

—Tú otra vez —gruñe Billy, con voz áspera y tensa, aunque sus manos tiemblan ligeramente mientras agarra el arma con más fuerza.

Ghostface inclina la cabeza con un movimiento inquietantemente lento, casi juguetón. —Yo otra vez —responde la voz distorsionada, baja y con un toque de diversión.

Antes de que Billy pueda reaccionar, Ghostface se lanza contra él. El cuchillo brilla peligrosamente y corta el aire mientras Billy dispara un tiro que por poco no falla. Su espalda se golpea contra el suelo dolorosamente y el arma es arrebatada de sus manos, deslizándose inútilmente fuera de su alcance. Ghostface lo inmoviliza con una facilidad desconcertante, una mano enguantada presionando contra su pecho, la otra sosteniendo el cuchillo en su garganta.

—Pobrecito —se burla Ghostface, inclinándose lo suficiente para que Billy sienta su aliento a través de la máscara—. Tan valiente, tan decidido. Y, sin embargo, aquí estás... indefenso.

Billy aprieta los dientes y lucha, pero Ghostface lo agarra con firmeza. El cuchillo le roza la mandíbula (una advertencia más que una amenaza) mientras el asesino ríe con picardía. -Ni siquiera sabes contra qué estás luchando, ¿verdad?

Billy abre la boca para replicar, pero las palabras mueren en sus labios cuando el cuchillo desciende. No tiene como objetivo matar; es deliberado, preciso, cortando limpiamente su camisa en un movimiento fluido. La tela cae como agua, dejando su pecho expuesto al aire frío y viciado, sus pezones se endurecen de inmediato. La respiración de Billy se entrecorta cuando Ghostface arrastra la hoja por su torso, el borde afilado corta la piel lo suficiente como para extraer finas gotas de sangre hasta que llega a sus pezones, cortando limpiamente y dejando líneas sangrantes a través de ellos.

—Qué desastre —murmura Ghostface, con su voz distorsionada rezumando algo oscuro y posesivo.

El corazón de Billy late con fuerza contra sus costillas, su cuerpo se debate entre el miedo y algo mucho más peligroso. La piel le arde en el lugar donde la hoja la besa, el escozor se mezcla con un calor enloquecedor que se enrosca en su estómago y la dureza que crece entre sus piernas. Ghostface se inclina más cerca, sus cuerpos casi están al mismo nivel ahora, la mano enguantada del asesino se desliza hacia arriba para agarrar la mandíbula de Billy, obligándolo a encontrarse con la mirada vacía de la máscara.

—Te gusta esto —dice Ghostface, deslizando su mano libre hacia abajo para agarrar el muslo de Billy y enganchándola alrededor de su cintura—. Te gusta ser mío, pequeña puta enferma.

La cabeza de Billy cae hacia atrás y un gemido ahogado escapa de sus labios cuando la mano enguantada de Ghostface se desliza entre sus piernas, provocándolo con una precisión enloquecedora. El cuchillo cae al suelo, olvidado, mientras ambas manos de Ghostface se concentran en él ahora: explorando, dominando, reclamando. Una mano se desliza hábilmente dentro de sus pantalones, envolviendo su polla dolorosamente dura y bombeándola con rudeza, arrancando gritos fuertes y entrecortados de Billy.

—Puedes fingir todo lo que quieras —continúa Ghostface, con un ronroneo bajo y depravado, mientras mueve la mano de la base a la punta, sintiendo lo mojado que está—. Pero tu cuerpo me dice todo lo que necesito saber.

Los dedos de Billy se cierran en puños y las uñas se le clavan en las palmas a medida que el toque de Ghostface se vuelve más insistente. El agarre del asesino es firme pero nunca cruel, cada movimiento calculado para arrancar esos sonidos fracturados de los labios de Billy.

Ruega • [Billy/Stu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora