Éste es el día.

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Narra Guillermo:

Pasé por quinta vez mi mano sobre mi cabello mientras miraba con nerviosismo el reflejo que me devolvía el espejo delante de mí. Apreté con fuerza mis dientes, como signo de impasibilidad, a la vez que trataba de alisar el traje que cargaba puesto. Sin duda hoy me veía diferente.

Podría incluso haberme burlado hace unos cuantos años atrás por la locura que estoy por cometer y por las pintas que traigo.

Pero entonces pensé en él, en que quizás esté igual de nervioso que yo.. Quizás en el lugar donde está, esté pensando «¿Qué cojones estoy haciendo?». Puede que también tenga mucho miedo, a que todo salga mal, a que esto sea un fracaso.

Miré las puntas de mis zapatos negros, que combinaban con mi traje y solté una risa al pensar que nuestras locuras no tienen límites, henos aquí. Volví a mirarme en el espejo. Solté un largo suspiro y recordé aquella vez que le acompañé a la boda de una de sus primas, él estaba muy emocionado y yo la verdad sentí que no encajaba del todo en ese lugar. Aunque sus típicos chistes malos no se hicieron esperar logrando que sacara unas cuantas risas de mí.

Ah, y cómo no recordar la mirada acusadora de su padre cuando nos encontró en la cocina de su casa besándonos. Fue una total vergüenza, pero no paraba de reírme luego de que su padre nos dijera «Hasta que al fin se dieron cuenta..» lo cual me sorprendió y me hizo sentir tan bien a la vez. Eran tantos los recuerdos que compartí con él, que incluso se me hacía imposible elegir cuál de todos era mi favorito. Aunque, pesándolo bien, los mejores momentos ocurrieron cuando vivíamos juntos en Los Angeles, ya que fue una experiencia totalmente distinta para ambos, aquello nos cambió la vida y vaya que sí lo hizo.

«Pero.. ¿Y si dice que no?»

Con tan sólo pensar en eso hizo que sintiera mi garganta secarse, y mi corazón latir con más fuerza mientras que la desesperación y el miedo oprimían mi estómago provocándome náuseas.

«Hemos llegado muy lejos.. No puede arrepentirse ahora..»

Traté de calmar esos pensamientos que me estaban comenzando a marear.

«Pero ¿y si..?»

Mis propios pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de una puerta abrirse, me giré de golpe queriendo cerciorarme de que no fuese alguien con ganas de darme malas noticias. Relajé un poco mi expresión al notar que era mi madre, y suspiré para luego mirar al suelo.

¿Qué sucede, cariño? Te están esperando allá afuera. – Mencionó mi madre mientras se acercaba lentamente hacia mí y pronunciaba aquello con su típico tono dulce de madre comprensiva.

N-no pasa nada.. Sólo que pienso que me veo ridículo.. – No mentí al decir eso, honestamente la corbata verde que ella misma me había regalado para éste día me hacía sentir tonto, poco serio, por así decirlo. Me miré al espejo nuevamente, y veía como mi madre se colocaba justo detrás mío apreciando también mi reflejo.

Pero ¿qué dices? ¡Si estás to' guapo! – Dijo mientras me daba palmaditas en la espalda. – Además.. Estoy segura que Samuel le encantará. – Dicho eso, soltó una risa por lo bajo y no pude evitar sonrojarme. A veces me sentía como un niño enamorado, no lograba controlar mis reacciones cada vez que me mencionaban a Samuel.

Te traje algo, por cierto.. – Volteé para verla y noté en sus manos un pequeño pañuelo verde oscuro, fruncí un poco el entrecejo y ella sonrió. Para luego colocarlo en el bolsillo frontal de mi traje. – Ahora sí te ves hermoso, hijo. – Dijo luego de un corto silencio, mientras me veía en el espejo décima octava vez, no pude evitar soltar una carcajada.

Boda Wigetta {Wigetta One-Shot}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora