Miradas

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Hemos estado veinte minutos ya abrazados, en silencio, sin decir ni una sola palabra. Sentir su cabeza contra mi pecho, sus brazos rodeandome, saber que ella estaba cómoda; me llenaba de tranquilidad. Quería detener el tiempo, quería que ese momento fuese eterno de verdad... Y es que realmente parecía eterno.
Luego de un tiempo se sentó frente a mí, me miró, sonrió y bajó la mirada. ¿Cómo esperas que no me enamore de ti, si haces que hasta tus simples gestos parezcan algo tan perfecto?
Tomó mis manos, y me miró de nuevo. Me perdí en sus ojos tan profundos y oscuros pero a la vez tan llenos de brillo. Mi respiración aceleraba y mi corazón se parecía a el furioso galope de un caballo.
Ese silencio que había en la habitación era el mismo silencio que nos dijo tantas cosas en repetidas ocasiones. Ambos entendimos que si no pasaba nada en ese momento nos arrepentiriamos. Yo no sabía que hacer, estaba shockeado. Creo que ella se dio cuenta de lo nervioso que estaba, y a la vez de la tranquilidad que sentía por tenerla allí conmigo. Suavemente rodeó mi cuello con sus manos, y dijo las primeras palabras en un largo tiempo, "te amo, idiota" y me besó.
Sentí todo su amor, su confianza, su calor y sus palabras en ese beso. Entendí que deberíamos estar juntos, que era imposible estar tan alejados el uno del otro.
Fue una pena que ella no se haya enterado de todo esto. Fue tan duro despertar en medio de la noche sabiendo que ella no estaba allí. Fue desconsolador verla al otro día, tomando la mano de otro... Pero fue hermoso saber que cada vez que nuestras miradas se cruzaban, el tiempo no significaba nada.

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