Glow Blue

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La noche era más fría y oscura de lo normal. Harry se sentía abrumado, por lo que salió a dar un paseo nocturno. En el pequeño parque de Roger Street, el viento soplaba despiadadamente y revolvía las hojas secas del suelo. Una brisa se coló en el abrigo del joven, haciéndolo estremecerse ligeramente.

Caminaba a paso calmado, sin prisa y seguro de su destino. Disfrutaba del viento fresco que le golpeaba en la cara. El parque estaba vacío a esas horas tardías y la luna era la única fuente de luz, acompañada por una negrura perlada de estrellas.

El muchacho se dirigía lentamente a su propósito: un árbol enorme, un ombú, que se elevaba por más de tres metros hacia el cielo, su copa verde brillando a la luz de la luna. Su tronco grueso revelaba el paso de los años mediante rayas, varios nombres dentro de corazones y el pasto a sus pies, cubierto de desechos. Sus raíces se expandían como tentáculos alrededor del árbol, y el pie del chico tocó una de ellas. Mientras una sonrisa se expandía por su rostro, extendió una mano para tocarla. Su textura era rugosa pero agradable, irradiaba calor y con el frío que sentía no quiso quitarla, ni siquiera cuando una luz azul se extendió desde su mano por todas las raíces del tronco y hasta la más insignificante de sus hojas, iluminando todo el parque y haciendo que varios pájaros volaran asustados.

La luz irradiaba un calor aún más intenso que el de la raíz, como si dentro del árbol estuviese contenida toda esa energía y con el tacto de su mano, Harry hubiese hecho que emanara. Después de lo que le pareció un minuto, la luz se apagó de repente y el chico desapareció.

Harry se encontró sumido en una completa oscuridad que le puso los pelos de punta. Después de parpadear varias veces, sus ojos se adaptaron a la oscuridad y logró vislumbrar el lugar donde se encontraba. Solo, en el medio de un páramo de césped seco, rodeado por unas paredes que se perdían en el cielo; en ese lugar se hallaba. Prestando más atención, las paredes eran grises y de ellas colgaban lianas que desaparecían hacia la mitad de la pared. Dos aberturas se encontraban al norte y sur de las paredes, que parecían encerrarlo.

Un sonido como a algo viscoso y metálico lo distrajo de sus pensamientos. Entonces fue cuando lo vio. Una horrible criatura había penetrado en el páramo por la abertura del norte y se dirigía exactamente hacia donde estaba parado. Esta criatura que parecía un robot comenzó a acercársele, y Harry empezó a moverse hacia la abertura opuesta. No quería mirar atrás, sabiendo que si lo hacía se detendría probablemente del miedo y la cosa lo atraparía. Aceleró el paso un poco más, agrandando sus zancadas, pero sobre sus talones, el ruido metálico no dejaba de asustarlo. Sin pensar lo que hacía, se encontró corriendo y atravesó la abertura, que lo condujo a un largo pasillo formado por el mismo tipo de paredes. Corrió por un largo tiempo, volteando por los pasillos que continuaban dando vueltas sin sentido alguno, recordándole a un laberinto. Ni siquiera sabía por qué estaba siendo perseguido. Lo único que sí sabía y tenía claro era que no quería ser atrapado y que no tenía que dejar de correr.

Estaba empezando a cansarse. Sus pies y cabeza le dolían, y se encontraba con dificultades para respirar. El terrible sonido de lo que lo perseguía seguía detrás suyo, no se había alejado lo más mínimo. Volteó a la izquierda por lo que le pareció la millonésima vez y se encontró con que el pasillo terminaba con un árbol igual al que había visto esa noche. Unos pasos más y ya se encontraba sobre sus raíces, que empezaron a iluminarse con el mismo color azul a medida que caminaba sobre ellas. Sin saber qué sucedía, Harry siguió avanzando hasta llegar al tronco, y por instinto puso sus manos para no chocarse. Seguido a esta acción, el árbol se iluminó y Harry desapareció nuevamente.

Se sintió desvanecer, y al momento siguiente estaba en su cama, sobresaltado debido a su sueño. Gotas frías de sudor cubrían su frente y su respiración era rápida y entrecortada, su corazón latiéndole más rápido de lo que alguna vez imaginó posible. Al mirar hacia al rededor, reconoció la familiar habitación que había sido suya desde niño, los mismos muebles distribuidos de la misma manera que siempre. Todo había sido un sueño, pensó aliviado. Decidió tratar de dormir un poco más, pero no puedo conciliar el sueño.

Después de girar sobre sí mismo por lo que le pareció una eternidad, reconoció que era una causa perdida. Las imágenes seguían reproduciéndose en su mente, tan vívidas como cuando las había soñado.

Para tratar de despejar su mente, bajó las escaleras con suficiente cuidad de que el crujido de los peldaños de madera no despertara a sus padres. Se acercó descalzo por el frío piso hacia la cocina y se sirvió un vaso de agua fría. Por mera curiosidad, miró el reloj de agujas que se encontraba sobre la mesada, y se sorprendió al leer las 12:15 am. Imposible. Para comprobar su incertidumbre, miró por la ventana una oscuridad que claramente no correspondía a la hora que señalaba el reloj. Con un deje de temor, caminó hasta el comedor y leyó el reloj de péndulo que allí se encontraba: 12:15 am. Convencido de que estaba abatido por el cansancio y estaba sufriendo alucinaciones, se aproximó hasta la puerta principal, abriéndola. Y se quedó petrificado por el horror.

Estaba allí. Era el páramo de su pesadilla. Harry gritó y gritó durante horas pero nadie lo escuchaba. Luego sintió ese horrendo sonido otra vez, y antes que su mente reaccionara, se encontraba corriendo hacia la abertura más cercana.

Así fue que corrió y corrió para siempre.

FIN.

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