La casa, las benditas ilusiones que tomaron forma y se volvieron hechos cumplidos, los estudios nocturnos en un instituto de educación técnica, el nuevo estatus de empleador correcto, inteligente y confiable, de dueño de su propia empresa, las responsabilidades mayores, los amigos buenos, los no tan buenos, los "viernes culturales", los paseos frecuentes a la costa y los llanos orientales, el rumor de bohemia habitual, el horror de los silencios en medio del barullo que regala la cotidianidad, los problemas que traen los días para no aburrirnos, la dignidad de la vida focalizada en logros, comenzaron a llegar y hacerse patentes, al igual que sus secuelas. En un lapso de siete años nacieron Jhoan, Jeyson y terminó la lista Tatiana, la consentida. El soporte adecuado a una relación de respeto que fluía según las circunstancias, lo dio el tesón de la lucha diaria. "Luego comenzaron los excesos, los carros, los lujos a los que no estábamos acostumbrados, los secretos, sobre todo eso, muchos secretos y acciones que no se explicaban. No sé si por comodidad o lealtad decidí no volver a hacer preguntas incómodas. Todos agradecimos volteando la cara, nos quedamos callados, confiábamos en Guillermo". Me dice Azucena en medio de lágrimas. Es la última vez que hablo con ella de este tema que le tiene el alma remendada pero entera. Es una mujer noble y fuerte que ama a su familia, yo sólo un escribidor impertinente que por más que lo intenta no puede dimensionar el tamaño del padecimiento que el azar le impuso a una dama honesta.
-A mi papá lo trasladaron de una para la Picota, al patio quince, el de los extraditables. Fue una bofetada. Somos conscientes del error, pero él no era el jefe de la organización, simplemente permitió que se realizaran algunos movimientos dentro de la agencia de carga y algunas aerolíneas. Todo operativo, nada de transacciones, de contactos, de logística criminal. Un eslabón de la cadena que por obra y gracia de un testimonio mentiroso, terminó siendo el chivo expiatorio que un juez en Estados Unidos sacrificó como si fuese el peor de los criminales. Una infamia en un país, el nuestro, donde la justicia práctica se hace a la medida y la necesidad de quien la pueda pagar".
La intervención de Jeyson me hiela la sangre. No habla con rabia, para decir la verdad no es necesario armar aspavientos. Pese a su corta edad cronológica entiende a la perfección las dinámicas de un país donde el absurdo parece ser el condimento esencial de un carnaval macabro llamado realidad. Defiende a Guillermo, el hombre que ayudó a darle la vida, no lo que hizo; tampoco lo juzga. De eso se trata la lealtad. Un sentimiento que supera el amor fraterno, las lógicas de la conducta social, es el escenario de un cambio de roles en el que un joven se convierte por obra y gracia del destino en el padre comprensivo de su padre.
Los ojos se le llenan de niebla, intuyo que quiere llorar pero no lo hace. "El mundo es de quienes guardan la esperanza de un futuro menos complicado", parece decirme su mirada que trata de perderse en la dudosa perfección de Suba vista desde uno de sus cerros emblemáticos. Quiero darle un abrazo de apoyo. Esa idea ridícula, afortunadamente, se queda guardada bajo llave en mi cajón de excentricidades. No siento pena por él y no quiero que lo piense. Él, su familia, su padre, son los mártires sin sombra de una sociedad que reclama carne para las piras que los santurrones del norte encienden buscando negar que su imperio de mentiras, su bandera de moralismo, se lavan con miles de existencias echadas a perder a lo largo del planeta. No puedo ser inferior al compromiso de entender sin compadecerlo, su sinceridad merece todo mi respeto.
El tiempo pasó veloz. Lo invito a almorzar en un restaurante de delicias del pacífico a espaldas de la alcaldía. Sonríe y por arte de transformación vuelve a ser el hombre apacible que siempre será. Mientras salimos del mirador, en silencio absoluto, una verdad cruel se apodera de mi cerebro saturado de detalles: Los hombres buenos no tienen derecho a equivocarse. Son calificados con vehemencia, sus razones suelen ser mancilladas por los prejuicios de quienes calificamos con ligereza actos cuya motivación desconocemos, porque es preferible un señalamiento cómodo que tiña de honestidad nuestra cobardía, a una realidad que aplaste huesos. Como jueces somos invulnerables, pero no estamos exentos a que alguna apetencia mal encaminada nos fuerce a jugarnos el pellejo ante los caprichos de la diosa fortuna. Mi eterna lucha entre culpas y redenciones le pone fin a este párrafo. Algo de verdad queda plasmado en él y eso me tranquiliza.
ESTÁS LEYENDO
VOCES OCULTAS EN LOS ESPEJOS (PARTE 1)
Non-FictionLa vida cambia sin que nos demos cuenta, tan rápido como esos suspiros que nos atacan los domingos en la tarde. Voces ocultas en los espejos, cuenta la historia de una familia, en apariencia feliz, que afronta una de las situaciones más difíciles qu...