Allí estaba yo, esa mañana de otoño bajo un árbol mirando como iban cayendo las hojas amarillentas de tal preciado árbol. Llegó un momento que me aburrió por lo que me vi obligado a regresar a mi gran casa.
Al entrar me recibió con un beso en la mejilla mi madre, mientras que mi padre sentado en el sofá levantó su mano y agitandola dio a ver que me estaba saludando; lo ignore. Subí las escaleras hasta el segundo piso de la casa hasta llegar a mi cuarto. Una vez allí me saque la molesta camisa y ese estupido moño rosa, con el que había asistido al casamiento de mi tía segunda,continúe hasta estar totalmente desnudó. Hice 4 pasos hasta llegar al placard donde me puse mi remera de la suerte y un chupin de color rojo,me veía genial, y lo mejor era que estaba muy cómodo.
Salí de mi cuarto, y baje las escaleras,me puse a pensar y recordé que José me había invitado a su cumpleaños a las 18:00, no podía creerlo... Como pude ser tan despistado, lo había olvidado eran las 17:50 no había manera de que llegara a tiempo, por lo que me vi obligado a pedirle ayuda a mi padre. Salí corriendo por toda la casa en busca de él, no había ni señales de vida en la casa ya todos se habían ido, no lo podía creer habían pasado tan sólo 5 minutos entre que me cambiaba y bajaba. No había modo tenía que llamarle urgente a alguien para que me pase a buscar, por lo que llame a mi padre el cual me respondió:
-«Si, en 2 minutos estoy ahi»
Por lo que yo le respondi:
«Genial Padre, muchas gracias»<20 Minutos más tarde>
Mi padre todavía no había llegado, me había mentido increíble como le pude creer a tal patán, estaba indignado. Pude haber estado todo el día insultándolo pero eso no me iba a ayudar a llegar a la fiesta de cumpleaños por lo que salí corriendo de mi casa hacia lo de José. En el camino me encontré con Juan Pablo el cual muy amablemente me llevó en su vehículo hacia la fiesta que a el también se le había hecho tarde.
La fiesta genial, exqusita comida, cerveza, música de buen gustó, la estaba pasando genial. Pero lo que hizo mi padre no tenía perdón, no podía dejar de pensar en lo que me hizo, pero era la triste realidad. Yo no le importaba.