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A Crocodile le tomó algún tiempo salir del estupor y el dolor que sintió tras enterarse de la noticia sobre su pequeño. Pasó días encerrado en su habitación, con la puerta cerrada y sin ver a nadie, sumergido en su tristeza. Pero después de unas dos semanas, decidió que era hora de retomar el rumbo, como le había sugerido Raquel quien mencionó que volver no sería la mejor manera.

Se levantó de la cama y salió de su habitación, aunque su rostro aún mostraba señales de fatiga y cansancio, durante esos días tuvo que posponer su retirada de Momoiro.

Sus pasos fueron un poco menos titubeantes que antes, y su mirada, aunque aún era distante, tenía un toque de determinación. Suspiró pesadamente y se dirigió hacia la cubierta del velero que navegaba impulsado por los fuertes vientos del Sur.

Una vez en la cubierta, se situó en la proa y se apoyó en la barandilla, contempló el paisaje marino que se extendía ante él. A diferencia de antes, su expresión parecía más serena, aunque los pensamientos acerca de su pequeño todavía lo perseguían.

Mientras contemplaba el vasto y oscuro mar, su mente vagó hacia los recuerdos de su pequeño. Pensaba en cómo era su sonrisa, su inocencia, y en cuánto lo extrañaba. Su pecho se apretó un poco al pensar en ello, pero intentó empujarlo al fondo de su mente para no sucumbir a la tristeza.

Las olas rompían en la proa del velero, produciendo un sonido constante. Crocodile permaneció allí un tiempo, observando el horizonte y dejándose llevar por sus pensamientos.

Su mirada reflejaba una combinación de calma y pesar, y a pesar de la aparente serenidad que mostraba en su rostro, adentro, su corazón todavía estaba. A pesar de todo, tenía que seguir adelante porque eso es lo que el pequeño y su prima hubieran querido ambos.

Con un suspiro, se enderezó y se alejó de la barandilla. Sabía que tenía que concentrarse en su viaje y en su futuro. Era hora de dejar atrás el pasado y seguir adelante, aunque fuera difícil. Con paso firme y decidido, se dirigió hacia la cabina del capitán, decidido a encarar lo que sea que el futuro le depare.

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Después de semanas en el mar, el velero finalmente arribó a las orillas de una nueva isla. A lo lejos se podía divisar la aldea, flanqueada por una densa selva en sus alrededores. Al acercarse más, se pudo ver que la aldea era de tamaño promedio, rodeada de pequeñas cabañas de madera y casas. 

Crocodile hizo amarrar el velero a los muelles de la aldea y descendió de este, con un gesto curioso al ver la nueva zona.

Su mirada examinó el lugar con interés, tomándose un momento para observar a los lugareños que se movían por la aldea. Se podía sentir una cierta atmósfera tranquila y pacífica en el lugar, lo que contrastaba con los acontecimientos recientes que había vivido. 

Paseando por la aldea, Crocodile se dio cuenta de que se trataba de una comunidad pacífica y alejada del mundo. Parecía que había logrado encontrar un pequeño rincón de calma en su agitado viaje.

Los aldeanos lo miraban con curiosidad, algunos lo saludaban con un gesto de cabeza o un breve gesto de mano. Crocodile les respondía de igual manera, aunque manteniendo una distancia corta. No se sentía particularmente amistoso en ese momento, pero tampoco quería ser descortés con los lugareños. 

Mientras continuaba paseando, se preguntaba qué tipo de actividades podrían hacer por el momento, por que provisiones ta tenía para más de dos meses, regalo de despedida de Ivankov para Crocodile.

"Crocodile-La Historia No Contada"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora