1) Sueño de un simple recuerdo

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-Mamá, ¿puedo acercarme al mar?- la pequeña niña le insistía a su madre que la deje divertirse.

-Mmm...No lo sé- respondió dudosa, no quería descuidar a su hija, una alergia hereditaria a la piel le impedía disfrutar del sol, pero no quería arruinar su paseo familiar.

-Por favor "ma". Prometo no alejarme mucho- hizo un ademán con su dedo meñique insinuando promesa. Su mamá respondió con una sonrisa.

-Está bien. Pero solo en la orilla. Cuando venga tu padre podrán nadar los dos juntos- posó su mano sobre los suaves cabellos de su hija antes de que esta salga corriendo.

La pequeña de apenas 7 años obedecía lo que su madre le había mandado, se mantenía segura en la orilla pero dejaba que las aguas salinas humedecieran sus pies.

Mientras caminaba no podía dejar de mirar su traje de baño. Su tía Agatha le había comprado un enterizo color celeste como regalo de navidad. Cada que iban a la playa no desaprovechaba la oportunidad para ponérselo. Recordaba que con su tía se divertía de la mejor manera construyendo castillos de arena y buscando cangrejos miniatura que se escondían. Pero claro, a ella no le gustaba que la llamaran así. "Me hace sentir vieja" decía.

En ratos pensaba en lo que no podía disfrutar su madre por culpa de su alergia. Agradecía que ella misma no lo había heredado pero sentía pena por su mamá que siempre la miraba desde bajo de la sombrilla mientras jugaba con Agatha o con su papá.

No había tomado en cuenta el tiempo que tenía caminando hasta que giró su cabeza para ver si su papá había llegado para llevarla a nadar. Lo único que pudo observar es que la cantidad de sombrillas con familias había disminuido notablemente y en ninguna de ellas estaba su mamá.

-...- agudizó la vista intentando ver con más claridad alrededor de ella, pero todo fue en vano.

Comenzó a sentirse ansiosa. ¿En qué momento se había alejado tanto?. Continuaba a la orilla del mar como le había dicho su mamá, esta vez quieta. Pero el miedo la estaba embargando y quería encontrar a sus padres. Comenzó a caminar en dirección contraria pero encontró un panorama completamente distinto, ella no había venido por aquí.

Seguía perdida y su pequeño cuerpo comenzaba a temblar por el miedo. Sentía sus ojos húmedos. El sol comenzó a descender lo que aumentaba su temor. Sus lágrimas rebalsaron de a pocos, se sentó sobre la arena abrazando sus piernas.

El aire jugaba con sus cabellos marrones mientras erizaba su piel a causa del frío. Metió su cabeza entre sus brazos y estrujó más su cuerpo contra sí misma para conseguir calor. Los sollozos se hicieron paso.

-Emmh...- una pequeña mano se posó sobre su hombro derecho- ¿estás bien?-.

-S-sí- trató de limpiarse las lágrimas con las manos cubiertas de arena. ¡Auh! Mis ojos- inmediatamente los cerró.

-Espera, no hagas eso- la ayudó a incorporarse y le dio un ligero soplo en ellos- mi mamá dice que te puedes hacer daño-.

-Gracias- lentamente abrió los párpados dejando ver a un chico pelinegro de su misma edad con pupilas color azul claro frente a ella.

-De nada. Pero, ¿porqué estabas llorando?-.

-No encuentro a mi papá y mamá- su rostro se llenó de lágrimas.

-¿Te perdiste?- ella asintió. El pelinegro se rascó la cabeza, no sabía qué hacer -tranquila, ellos estarán buscándote, no te dejarán sola- dijo intentando calmarla.

-¡Buaaa!- los llantos comenzaron, lo que menos quería era quedarse sola y lo que había dicho el pelinegro la asustó más.

-¡Lo siento! No debí decir eso- dijo el pequeño tratando de no entrar en pánico - ¿no quieres jugar?- fue lo mejor que se le ocurrió decir.

-...- para su sorpresa ella dejó de llorar- ¿Ehh?-.

-Ven- él se encontraba en la arena, mojada por el mar, y le indicaba que se acercase- mi hermano y yo nos divertimos jugando con barro, tal ves a ti también te guste comenzó a hacer bolitas.

- ¿Tienes un hermano?- llegó y observó curiosa.

- Sí- aplastó el montículo de barro que tenía en sus manos haciendo que salpicara en ambas caras.

-¡Oye! No es justo. Estoy más manchada- agarró todo el barro que pudo y se lo lanzó al chico- Ahora sí- comenzó a reír.

El juego de niños comenzó, ambos cubiertos de barro se perseguían mutuamente. El que perdía era el que se encontraba más enlodado. Absortos en tratar de esquivar las bolas de barro solo se podían escuchar las risas juguetonas de los menores como si su mundo solo girara en torno a ellos.

Sucrette podía haber perdido si no fuera porque él había resbalado y cayó de cara contra la arena húmeda.

-JAJAJA- apretó su estómago como si fuera a explotar, no podía contener la risa. Mientras el otro llegaba todo sucio a su lado con su pequeña sonrisa.

-Yo perdí, pero logré hacerte reír- respondió triunfante.

Al poco tiempo los padres de Sucrette la encontraron angustiados, habían pasado más de dos horas buscándola. Le prometieron no volverla a descuidar.

Abrigada en una toalla se despedía de su pequeño amigo y sus padres guardaban todo en la camioneta.

-Hasta luego. Ojalá nos veamos pronto-

-Eso sin dudarlo- el pelinegro algo su dedo meñique- ¿lo prometes?- y ella entrelazó el suyo.

-Lo prometo- por último esta le dio un tierno beso en la mejilla dejándolo sorprendido.

No supo cómo reaccionar porque ella salió corriendo en dirección a sus padres, ya era la hora de partir.

"No hay cariño más puro y sincero que el de un niño. Donde una sonrisa inocente puede desplegar un millón de sentimientos. Todo comienza por un juego de niños"


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(Editado)

Se les agradece por leer.

Mi dulce recuerdo (Armin x sucrette) #ShortStoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora