Prólogo - El chico sin nombre

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Nota del autor: esto es simplemente para que veáis un poco de la obra, que empezaré a escribir seriamente durante el verano. No os abstengáis de comentar y decid lo que os parezca. Muchas gracias.

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Las nubes eran grises y parecían cargadas de lluvia. Apenas se veían algunos picos más allá de Peña Cabarga. Aún así, estábamos a principios de Julio, así que no era un mal día, y la bahía bullía de actividad con pequeños barcos pescadores que salían de Elechas y del propio Santander. A intervalos irregulares estos barcos se veían obligados a apartarse a las orillas para dejar paso a los mercantes, e incluso algún que otro galeón de tres palos, haciendo la patrulla de Castro Urdiales a San Vicente de la Barquera. Cuando echaba amarre, por poco tiempo que fuera, era un espectáculo, y atraía a todos los que paseaban por el puerto e incluso de más lejos.
Si hubiera estado más despierto, habría echado a correr hacia allí, pero aun no se me habían despegado las sabanas, así que me quedé sentado, rumiando mi desayuno mientras miraba distraído pasar a las vendedoras de pescado.

-¿Ha acabado, señor?

-Sí, Bernardo, puedes recoger la mesa.

Bernardo era el mayordomo de mi padre. Había entrado a su servicio cuando mi padre tenía mi edad, cuarenta años atrás. Eso le hacía... muy viejo. Nunca se me dieron bien las matemáticas, me lo decía mi tutor, y en eso defraudaba a mi padre, quien esperaba que yo tomará las riendas del negocio familiar, por mucho que le hubiera dicho que no me atraía nada la idea de pasar el día sentado delante de una mesa escribiendo cifras, de reuniones, comprando y vendiendo mercancías.

Bernardo había sido mi figura paterna durante muchos años. Mi padre siempre estaba demasiado ocupado como para hacerse cargo de mí. Al menos cuando era pequeño mi madre me cuidaba. Pero no me meteré en esos detalles ahora.
Bernardo era un hombre entrado en años, con pelo canoso, donde aún le quedaba, y siempre iba perfectamente afeitado. Aquel día llevaba unos pantalones marrón oscuro a la moda de aquel año y una camisa blanca suelta. Una indumentaria adecuada para un hombre de su posición  y acorde con las benevolencias del clima veraniego.

-¿Saldrá hoy de casa, señor?

-Claro que sí, Bernardo, si no, me muero de asco.

-Buenos días - musitó mi padre al entrar en la sala, sin levantar los ojos de la carta que traía.

-Buenos días, señor. ¿Café y tostadas? - el café se había popularizado en el sur como desayuno hacía bastante, pero al norte solo acababa de llegar, y todos aquellos que tenían un nombre en la alta sociedad lo bebían para estar a la última.

Mi padre asintió sin decir nada más, y yo resumí mi inspección de las calles, esperando que no intentara entablar conversación. Mis esperanzas fueron destrozadas por un:

-Hijo, me gustaría que vinieses hoy conmigo. - genial, adiós a mi plan. -Tengo una reunión con Francisco Herrero, el dueño del astillero más grande de la ciudad, por un posible contrato. Tienes que empezar a aprender el negocio de tu padre, para que me puedas relevar, y es conveniente que nuestros clientes y amigos te vayan conociendo. Además, podrás conocer a la hija de Herrero. Es de tu edad, y la comidilla es que es bastante agraciada. - me sorprendía su capacidad para hablar conmigo sin dignarse a mirarme a la cara.

-Pero papá, no puedo hacer eso, el tutor me puso deberes para este fin de semana, y me gustaría quitármelos de encima hoy para poder ir a misa y a casa de Guzmán mañana. - mentí descaradamente. Haría cualquier cosa con tal de no acompañarle al trabajo. Lo detestaba.

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⏰ Última actualización: Aug 05, 2015 ⏰

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