La llegada

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Me despierto, aunque no veo nada, dado que estoy en una caja en la que no entra el más mínimo rayo de luz, noto que estoy en un vehículo por los frecuentes baches y ruidos de motor.
De pronto el vehículo se para, pero yo me muevo, creo que me transportan, pero no se cuanto tiempo, porque pierdo la noción al darme un fuerte golpe contra una de las paredes de cartón.
Abro los ojos, luz, luz y más luz, corro hacia ella con todas mis fuerzas de helado

de tarrina, pero un rudo cristal me frena de manera desagradable.
Inspecciono la nevera para ver a mis compañeros que van a ser explotados como yo, pero solo veo los clásicos; magnums, calipos, fantasmikos, cornettos, twister... Pero ninguno es parecido a mi.
Les pregunto a mis compañeros de celda cuánto llevan aquí y como les han traído, me responden todos lo mismo, unas cuantas semanas y les trajeron de la misma manera que a mi. Todos son desagradables, la leche cortada corre por sus venas, así decíamos en Il Gelato (la tienda de helados en la que en realidad no nos vendían, mas bien nos cuidaban) pero bueno, eso eran viejos tiempos, ahora tenemos que asimilar que vamos a morir.
Del cansancio me echo una siesta, todo esto me ha dejado derretido.

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