Tienen las calles
los labios secos,
pequeñas rascaduras
abiertas en la piel.
Tienen el pecho hendido,
azuzado con brea,
fastigado de culpa ajena.
Coches, humos
que todo lo secan,
cicatrices, cloacas
que se llevan
la resaca y las promesas, y sed.Y digo por eso
que tiene que llover a cántaros,
para enjuagar las manchas
de sangre del pavimento,
y dejar que los perritos
muertos y los niños dormidos
se escurran inertes
en las alcantarillas.Tiene que llover a cántaros
para aplacar la sed
de los gorriones
y el dolor de las madres.
Que la arcilla
retorne el camino,
que los genarios
desciendan de los balcones
y la hierba se sienta, por fin,
ciudadana de los parques.Porque tienen las ciudades
quemaduras de insomnio,
mal de ladrillo,
y mucho, mucho miedo.