|| [Hasta poder tocar el cielo]

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Si os gusta el capítulo y os apetece que siga con la historia, no dudéis en comentar.

Por cierto, quizás los primeros capítulos sean cortos, y algo confusos, pero espero que tengáis paciencia, poco a poco todo irá cobrando sentido.

Gracias.

A.B.R.

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«Tú me enseñaste a tocar el cielo con los pies en la Tierra»


Lunes, 21 de enero del año 2.098


Si un lunes por la mañana, bajases las escaleras que conducen al salón de tu casa, y te encontrases allí a tu mejor amiga con una felicidad extrema en su rostro, podrías pensar que éste, sería el primer lunes «no-catastrófico» de la historia de la humanidad.

Pero desgraciadamente, ése no es mi caso. Hoy, señores y señoras, hacen exactamente diez años desde que crucé la calle corriendo y conocí a la que ahora es, ni más ni menos que mi mejor amiga. Mentiría si digo que muchas veces, me arrepiento de haber cruzado esa calle. Pero así es el destino, te une a las personas más remotas del mundo, y te las deja en el salón de tu casa, un buen lunes por la mañana.


- ¡Hombre, Lu! ¿Qué haces aquí? -Intenté sonar alegre, o amable, o cualquier estado de ánimo que lograse esconder mis ganas de huir escaleras arriba y encerrarme en mi habitación. Pero no, no es lo que pensáis, no soy de las que «ven el vaso medio vacío», es más, suelo ser bastante... positiva. Si no fuese hoy, justamente hoy...

- ¡Hola, Steph! ¡Yo también me alegro mucho de verte! -Me recriminó mi amiga rubia, para después soltar un gran suspiro, echarme una ojeada y, por lo que pude ver en sus ojos, «perdonar» mi poco entusiasmo.- ...¡Stephanie! ¡Hoy es...! -Interrumpí sus chillidos saltando las últimas escaleras que me faltaban por recorrer y cubriendo su pequeña boca. Es demasiado pequeña como para hablar tanto.

- Ya lo sé, Lussy -Me miró confundida, y rodando mis ojos, destapé su boca. Mal hecho, Steph, mal hecho.- No sé si te acordarás, querida «mejor amiga», pero hoy no sólo hace diez años que nos conocemos. También es el día en que... -Nada más haber dicho eso, abrió levemente su boca. ¡Al fin! ¡Al fin se da cuenta!


Antes de que ella pudiese decir algo, un adormilado James se dejó ver en la escalera. Nos miró bastante confundido mientras fruncía el ceño, y después, bajó las escaleras.


- Steph... -Me escudriñó con la mirada, intentando martirizarme por haberle despertado con tanto grito. Le devolví la mirada, impasible. Sí, quizás mi hermano era uno de los chicos más influyentes de todo mi instituto pero... seguía siendo mi hermano.

- Jem... -Le respondí igual, para después salir del salón y entrar en la cocina. No había ni rastro de mi madre, por lo que supuse que hoy tendría que entrar más pronto a su trabajo. Di unos cuantos pasos hasta coger la nota que había encima de la mesa. «Steph, Jem, hoy trabajo hasta tarde, blah, blah, blah, os quiero mucho, mamá».


Tres horas más tarde.


- ¿Qué te pasa, Steph? Presiento que no sólo se trata de que sea lunes -Aventuraron esos ojos azules que tan bien conozco. Davis es mi mejor amigo desde hace dos años, y en todo este tiempo, he podido aprenderme de memoria cómo reflejan esas dos perlas marinas las emociones que suelen controlar su mente. Le miré, y recordé cómo nos conocimos, cómo había cambiado todo. Con él no hace falta mentir.

- Le extraño, Davis, le extraño... -Susurré con la mirada clavada en mis zapatos. Hacía tiempo que no lloraba por él, y tampoco lo haría ahora. Las lágrimas sin salir, me impedían que mi conciencia me dejara en paz.

- Pequeña, no te asustes, ¿vale? Es normal, es normal -Repetía, en susurros, mientras acariciaba mi pelo, y yo cerraba mis ojos, refugiada entre sus brazos y perdiendo de vista el campo de fútbol del instituto, donde nos hallábamos. Las imágenes vinieron a mí sin que las hubiese llamado.


«Flashback»


El cielo brillaba de un color azul excitante, demasiado alegre, demasiado real en mi memoria, como si alzando una mano, pudiese tocarlo. Mientras mi risa repiqueteaba en el estanque que había cerca del columpio y mantenía mis manos abiertas, miraba el cielo, que se alejaba y se acercaba, y papá me empujaba, y me empujaba, y me empujaba, hasta poder tocar el cielo, chillábamos los dos. Giré suavemente mi pequeña cabeza, y él sonreía como nunca antes le había visto, ni le vería. Puedo verificar, que esa sonrisa se quedó grabada en mi memoria, que su función pasó de hacerme sonreír al verla mientras papá me columpiaba, a tenerme todas las noches en vela.


- ¡Papá! ¡Llévame a la Luna! -Vociferaba yo, mientras movía mis pies en el aire, y el viento mecía mi cabello al compás de mi cuerpo, adelante, atrás, adelante, atrás. Aún puedo escuchar su risa, punzante y quebrada, pero pintada de un color tan azul como el cielo.

- Iré, hija, iré. Iré y te daré el más bonito de los regalos, te daré lo que yo siempre he querido -Aquello último fue un susurro, y aunque en aquel momento yo lo ignorase, ahora daría la vida por entenderlo.


«Fin del Flashback»


Papá... Papá, estás tan lejos, y el dolor, en cambio, está tan cerca...

†Hasta que la muerte nos separe†Donde viven las historias. Descúbrelo ahora