Capítulo 1

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MAURO.




-¡No!

Me levanté de la cama, sobresaltado por aquel extraño sueño. Siempre se repetía.


Estaba en un cajellón oscuro. Estaba en San Sebastián, porque podía ver un cartel en euskera.
Unos contenedores. Unas bolsas. Olor a rancio y a suciedad.
De repente, una calle. Luminosa. Con gente. Empezaba a caminar y un chico con una bolsa de papel en la cabeza me llamaba.

-¡Mauro! ¡Mauro!

Yo empezaba a correr y el chico me perseguía.

-¡No me dejes solo! Por favor...
Te amo.

Me paraba de golpe y el chico se acercaba a mí. Me abrazaba y susurraba a mi oído:

-Te amo...Te amo...Te amo...



Miré a mi alrededor. Estaba en mi cama, mi casa...por poco tiempo.
¡El viaje!
Salté de la cama y miré el reloj de mi muñeca. Las una y veinte. El tren salía a las cuatro. Podría dormir, pero no tenía sueño.

Salí de mi habitación y entré al baño. Me desvestí y me metí en la ducha. El agua, casi hirviendo, recorría mi espalda y relajaba mis músculos, cosa que agradecía.
Diez minutos después, salí de la ducha, me lié en una toalla y fui al salón. Sobre el sofá estaba la ropa que me pondría hoy.
Ayer decidí prepararla porque no abriría las maletas y por la noche saldría de fiesta.

Me puse los vaqueros ajustados con el dobladillo de las piernas vuelto del revés, haciendo que me quedara más corto, y dándome un aspecto algo gay, una camiseta blanca lisa con un bolsillo sobre mi pecho, en el lado izquierdo, mi chaqueta negra de cuero y mis converse negras.

Miré otra vez el reloj. Las dos y cinco. Tenía hambre, así que llamé a mi hermana para que me invitara a comer y luego me llevara a la estación.

Varios minutos después, cerré persianas y ventanas y bajé al portal con mis maletas. En la acera, estaba ella, apoyada en su coche, igual que hacía yo. Piernas cruzadas y brazos cruzados. Tenía unas gafas marrones de estilo aviador en una de sus manos.
Ilargi era rubia, bajita, piel pálida, delgada y ojos azules. No nos parecíamos en nada.

-Hola- dijo sonriente.
-Hola hermanita.
-¡No me llames así!
-¿Por?
-Pues...- no tenía excusa, le gustaba que le dijera "hermanita".- ¡Soy mayor que tú!
-¿Y? -agunaté la risa.
-¡No te rías!- dijo mientras yo guardaba el equipaje en el maletero.
-¿Por? -me estaba burlando de ella. Sería la última cara a cara...
-Vete al carajo- nos sentamos en el coche y ella arrancó.
-Al carajo no, a Madrid. Me voy a Madrid. ¿Acaso lo olvidaste?- puse una mano en mi pecho, fingiendo dolor.
-Pues entonces vete a Madrid.
-¿Y qué crees que voy a hacer en unas horas?-reí.
- No te soporto. De verdad. Menos mal que te vas.
-Yo también te quiero, eh- dije mirando por la ventanilla.

Algo en lo que sí nos parecíamos era que ambos nos enfadábamos con facilidad. Las discusiones en casa siempre eran muy divertidas. Era lo que echaba de menos de mi infancia.
Otra cosa en la que nos parecíamos, que nos tenía muy unidos, era en los gustos a la hora de comer. Ambos odiábamos la sopa de verduras, y cuando mamá preguntaba qué queríamos para cenar, todos los días decíamos ¡PIZZA!, y a la vez.

Aparcó enfrente del bar, algo difícil a finales de agosto. Bajamos del coche y entramos dentro. Nos sentamos en una mesa para dos y el camarero vino para anotar las bebidas que queríamos. Pedimos dos Coca-Colas y se marchó.

-¿Por qué te vas a Madrid, Mauro? No te vas para estudiar, ni para nada. No lo entiendo.
-Ilargi, no te pongas sentimental ahora. Está todo echo. Papá no quiso escucharme, ya sabes que estamos peleados. Y a mamá le dio igual, porque no voy mucho a verla. Los chicos me apoyaron con mi decisión y tú también me apoyaste, a regañadientes, pero lo hiciste.
-Ya lo sé...

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⏰ Última actualización: Jul 29, 2015 ⏰

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