-Te quiero, mi ángel -dijo él mirándola a los ojos cuando estuvieron frente a la puerta de ella-
-Tiene que dejar de llamarme así -lo miró alzando las cejas, con un tono divertido pero a la vez serio-
-¿Por qué? Te queda perfecto
-Como sea. Adiós
Él se acercó a ella y la tomó de la cintura acercando sus labios, apenas rozándolos. Le encantaba sentir cómo la respiración de ella se aceleraba, esperando a que él uniera sus labios de una vez por todas. Pero en esta ocasión ella no pudo esperar y enrolló sus brazos alrededor del cuello de él, poniendo una mano en su nuca para empujar su cabeza y juntar sus labios. Sus labios se entreabrieron para poder moverse lentamente, como si tuviera miedo de hacer algo mal. La falta de aire hizo que separaran sus labios pero no sus frentes. Él sonrió y besó su nariz tiernamente, haciendo que ella soltara una pequeña carcajada, como un suspiro.
-Nos vemos mañana
Ella no le respondió y tan solo le dedicó una sonrisa tensa, causándole que un escalofrío le recorriera la espalda. Ella le dio la espalda abriendo su departamento y entró, cerrándole la puerta prácticamente en sus narices. Él se acercó y tocó la madera con su palma, como si pudiera traspasarla para poder saber qué es lo que tenía ella, porque claramente la notaba rara, sobretodo el hecho que no le haya contestado ese "Nos vemos mañana". Respiró hondo y se apartó de la puerta caminando a paso rápido, ignorando los pensamientos que se arremolinaban en su cabeza.
Ella apagó la luz, después de cerrar la puerta con llave. No quería que él se fuera, no quería que la dejara sola, quería tenerlo cerca, quería tenerlo a su lado, pero también lo quería lejos y no podía ocultar eso por más que lo intentara.
Una lagrima resbaló por su mejilla sin razón aparente. Se sentía un asco. Sentía que no era lo suficiente para aquel hermoso chico, que tiene una vida perfecta, pero lo único que lo arruinaba era ella. Se levantó lentamente, respirando profundamente mientras caminaba hacía la terraza, abriendo lentamente el ventanal para poder salir, inhalando el aire frío de esa noche.
Se acercó a la barandilla y puso sus manos, agarrando el objeto con fuerza. Se impulsó hasta quedar sentada con las piernas colgando hacía la calle. Bajó la mirada para poder ver esta vez, qué tan alto eran 10 pisos.
Y entonces empezó a recordar cómo había conocido a aquel hermoso hombre. Recordó cómo el le había quitado las lagrimas de su rostro cada que ella se encontraba triste, recordó cómo pasaba sus dedos delicadamente pus su brazo hasta llegar a su mano para poder entrelazarlas entre sí, recordó cómo miraba sus ojos cada que ella hablaba, siempre poniéndola nerviosa.
Deseaba tener una llave para poder cerrar aquella puerta de los recuerdos y dejar de ver a aquel hermoso hombre. Ella no podía vivir sin él, pero él si podía vivir sin ella y de eso estaba segura. Ella a veces escucha lo indecisa que es su voz cuando él le responde los "te amo", aunque tal vez sea su juicio que estaba nublado, pero no es fácil volver a creer. Y otra lagrima cayó por su rostro .
Deseaba ser alguien más, deseaba tener una actitud diferente, deseaba ser alguien mejor, deseaba ser como las demás chicas que tenían tanta seguridad como para compartir con la gente. Volteó la cabeza lentamente para poder mirar su cama y sonrió al ver algunas prendas de ropa regadas en la orilla y en el piso. Él siempre le recriminaba que tenía que ordenar sus cosas para después tirarla a la cama y hacerle cosquillas.
Pero esa cama no le traía buenos recuerdos siempre, esa cama había sido testigo de aquella desgracia, de aquel suceso que ni a su peor enemigo le desearía. Aun recordaba cómo aquel hombre había entrado a su departamento a la fuerza, aun recordaba la desesperación que sentía por cada segundo que pasaba, aun recordaba la oscura mirada de aquel hombre que hizo que gritara de miedo por mucho tiempo. El dolor físico había sido insoportable, pero no se comparaba con el dolor emocional, se sentía sucia, sentía que su cuerpo era un asco y que no valía la pena. Es por eso que ha tomado esta decisión, es por eso que ha decidido dejar este mundo, todo para poder quitar aquella nube negra que tapaba el sol brillante de aquel hermoso hombre.
Cerró los ojos volteando la cabeza y una sonrisa se formó en su rostro, a pesar de tener lagrimas en sus mejillas, a pesar del sufrimiento que sentía. Sus pies tocaron la orilla de la terraza aun sujetándose de la barandilla. Inhaló y exhaló profundamente, estaba lista, a pesar del miedo.
Y lo hizo, ella saltó.
Pero de una cosa él estaba equivocado.
Ella no era un ángel, por lo tanto no tenía alas.