Cap. 1 - Recién llegado

6 0 0
                                    

Hace muchas eras, o así lo cuentan algunas historias, el descubrimiento de la transformación de elementos revolucionó la Tierra entera. Con ayuda del conocimiento, la humanidad avanzó para tener energía, mejores viviendas y ropas para vestir. Pero con el tiempo, los hombres empezaron a tener sueños y prioridades distintas. Sueños de conquista y de guerra. Estas nuevas ambiciones llevaron al hombre a usar la tan preciada Cassavittia como fuente de energía para sus armas. La ciencia que había alguna vez mejorado la vida de muchos, ahora estaba acabando con la de millones. La codicia y la avaricia no se detenían. Y a medida que aumentaban las ambiciones, la Cassavittia desaparecía de las minas poco a poco. Las personas se estaban quedando sin su energía.

Gracias al mal uso de este tesoro, un grupo de antiguos guardianes, los cuales habían descubierto las propiedades de este elemento y lo habían logrado sintetizar decidieron que era demasiado. Tomaron toda la Cassavittia que restaba en las minas y se la llevaron a una pequeña villa. Con esto los guardianes pretendían frenar el caos y daño que se estaba causando a la Tierra. Se dice que han buscado a los Ordinem Custodes por años, pero jamás se los volvió a encontrar y pocos recuerdan algo de ellos.

Desde ese día el mundo sigue en decadencia. Los humanos continúan su búsqueda de lo que resta de Cassavittia para obtener lo que desean. Se dice que los guardianes destruyeron el mineral y los escritos de cómo transformarlo para que no se repitan las guerras. Otros dicen que se lo llevaron lejos al desierto o las montañas para custodiar el tesoro. Algunos simplemente creen que estas son historias nada más, que los guardianes no existen. Pero aquellos que creen que los guardianes no existen, están equivocados. Yo lo sé bien. Yo mismo junto con el resto de miembros tomé la Cassavittia y la custodio todos los días. Así es, soy el miembro número siete de los Ordinem Custodes. Antes tenía un nombre como cualquier otro, pero fue hace mucho. Ahora todos me llaman Lacus.

Nosotros los Ordinem Custodes, la orden de guardianes, nos ocultamos en una pequeña villa que había desaparecido de los mapas hace años. Mantenemos la calma y el orden de este lugar al que llamamos Cessaverunt Tempus. Los habitantes nativos lo llaman por su nombre verdadero: Montem Castellum. Hemos aprendido a convivir en armonía y a proteger a todos de los peligros del mundo exterior. La tierra aquí es fértil y rica, no estéril y árida como allá fuera. Aquí tenemos aire y agua puros, sin contaminación. Aquí tenemos paz y no guerra.

Los miembros de la organización como yo tenemos como objetivo principal mantener la Cassavittia lejos de manos humanas. Pero eso no significa que no colaboremos con la gente del pueblo. Todos los días cada miembro tiene una tarea o misión que realizar. Todos excepto por el miembro número uno, Aureus. Él vigila el pueblo entero y la Cassavittia personalmente. El resto tenemos tareas que pueden ir variando de grado de dificultad. Pueden ir de algo simple como recolectar comida o ayudar en la Dulcis Vita que es un lugar de postres; hasta salir de los perímetros del bosque y la villa para luchar contra los Aliena, invasores que llegan por el tesoro.

A veces los Aliena vienen de distintas formas con armas más poderosas, pero en lo personal creo que no son una gran amenaza con el entrenamiento que poseemos. La vida es bastante tranquila en la villa, aunque tengamos ciertos problemas. Los habitantes se han acostumbrado a nuestra presencia y viceversa. Conocen las reglas y no se acercan siquiera al bosque que nos rodea. Tampoco tratan de escalar por las montañas o acceder a las dos facilidades de nuestra Orden. Siempre me pregunto ¿cuánto más podremos estar seguros aquí? Todo se ha vuelto tan monótono en los últimos años que esta eternidad se siente menos cada día. A decir verdad, miento; ya que aquella monotonía se rompió hace tan solo unos días. Rosea, la número cuatro del grupo y yo habíamos sido asignados a una misión de eliminación y expansión. Esta clase de misiones consiste en salir por el bosque y eliminar a los Aliena que estén cerca de la villa, aparte de llevar semillas especiales para plantar y expandirnos un poco más. Aniquilar a los invasores fue tarea fácil para Rosea y yo. Ese día había mucha lluvia y truenos, por lo que ellos estaban en desventaja. Tras acabar con los invasores, nos disponíamos a regresar hasta que divisé algo cerca de una roca. "¿Qué rayos es eso?" me preguntó Rosea a medida que me fui acercando. Era un muchacho. "Un humano, supongo." le respondí moviendo al chico. Me sorprendí mucho al ver rastros de Threicae en su rostro. Las Threicae son marcas particulares que poseemos solamente los guardianes. Eso y nuestra fuerza nos diferencian de los humanos comunes. "Qué asco, déjalo ahí, Lacus, y ya vámonos." me dijo en un tono de orden. "Mmm... No lo creo, Rosea. Lo vamos a llevar." dije levantando al muchacho y llevándolo en mis brazos. Tenía poca ropa y estaba toda sucia y rasgada. "No hablas en serio, ¿o sí?" me dijo regañándome y siguiéndome. "Tiene marcas en su rostro... Aureus debe saber algo."

Después de eso lo llevamos con Aureus al Latebras. Ahí él confirmó que era uno de los nuestros. Como yo lo había llevado, me dejó a cargo del chico. Yo sería responsable de que se ponga al día con la realidad que tenemos aquí. Vaya manera de romper mi monotonía... Y es así que me encuentro por quinto día consecutivo aquí sentado junto a su cama en el Domum, la residencia en el pueblo de nuestra Orden. Ya van cinco días que no despierta. No puede haber muerto. He revisado si sigue respirando, y parece que solo está dormido. Aun así me preocupa que no despierte... No sé por qué siento que de alguna manera lo había visto antes. Lástima que la mayor parte de nuestro pasado sean solo sombras sin forma. La verdad es que ya no recuerdo nada antes de la guerra... Y para ser sincero, no tengo interés alguno en recordar mi pasado.

"Me alegro de que tu nueva tarea no interrumpa tus horas de holgazanear, Lacus." escuché y de inmediato abrí los ojos. Me había quedado dormido. Bostecé sin querer y me puse de pie para estirarme. Era Hyacintho, él es el número tres de la Orden... Y solía ser mi compañero. "Aún no despierta... Y sabes bien que Aureus me ordenó que lo vigile... No es que me agrade pasar sentado todo el día contemplándolo." le dije algo cansado todavía y pasando mi mano por mi cuello. No había dormido bien la noche anterior. "Hmp... Excusas que retrasan tus obligaciones. No creo necesario que tengas que vigilar al muchacho si duerme. Es una pérdida de tiempo y energía, ¿no crees? Deberías hacer tus tareas." me preguntó mirando al chico, serio como siempre... Aunque tenía una seriedad distinta a la que presenta conmigo o con el resto. "Emm... No lo sé... Pues no podré, no hasta que despierte al menos... Tendrás que decirle a alguien más que me cubra, ¿no, Hyacintho? Digo, son ordenes después de todo." respondí mirándolo fijamente. Aún no me cabe en la cabeza que se porte así. Con el resto lo entiendo, pero ¿conmigo? No debería hacerlo. Pero no había nada que hacer, entiendo que esté estresado si no cumplo con mis quehaceres; pero no era culpa de nadie. "No es ese el problema... No lo entiendes, Lacus..." se detuvo unos segundos para voltear y mirarme. Dejó salir un leve suspiro y se dirigió al umbral de la puerta. "Quiero que me avises personalmente en cuanto despierte... Y que no se te olvide ir a traer tu cena al menos. No vas a enfermarte por descuidado." no me dio tiempo de responder y se fue sin decirme más. Hyacintho... ha cambiado tanto desde aquel día. Casi todos los días me doy cuenta una y otra vez que no es el mismo... Y de la misma manera, casi todos los días olvido que las cosas han cambiado y me apego a mi rutina. Miré al chico sentándome de nuevo sin poder evitar desear que despierte pronto.

Escuché de repente un ruido y abrí los ojos de a poco. Me había quedado dormido otra vez. El sol se había ocultado y la habitación yacía casi en penumbras. Bostecé tanto que tuve que quitarme las lágrimas que salieron de mis ojos. Tenía tanta hambre y el chico simplemente no se inmutaba. Me di la vuelta y suspiré, aún no podré dormir bien. Admito que me quedé algo estático al ver a Hyacintho en la puerta. "¿Hyacintho?" iba a preguntarle qué hacía tan tarde ahí, pero solamente dejó una bandeja en la silla. "... Ahí está tu comida, te veo en la mañana, Lacus." después de eso solo se fue cerrando la puerta detrás de él. Vaya genio tenía, pero me trajo la cena. Cerré las cortinas del cuarto y encendí una vela. Me senté en la silla y con la bandeja sobre mis piernas empecé a comer el estofado de carne.

Debí quedarme profundamente dormido después de cenar porque lo siguiente que recuerdo es un molesto rayo de sol colándose por una abertura de las cortinas que me daba en los ojos. Traté de volver a dormir pero sabía que ya debía levantarme. Revisé al chico y para variar, seguía dormido. Suspiré y fui a mi habitación que afortunadamente queda alado de la suya. Tomé ropa limpia y bajé a darme una ducha rápida para despertar. Me quedé dormido más de la cuenta. Después de vestirme fui a tomar desayuno a Dulcis Vita. Ya casi todos se habían ido a sus quehaceres diarios, así que desayunaría solo. Pero antes de que pudiese probar bocado sentí una mano en mi cabeza. "¿Tan tarde, Lacus? En verdad que te ves más cansado que cuando tienes que salir a pelear." esa voz no podía ser otra que la de "Caeruleus, buen día. ¿Qué? ¿Acaso ya no saludas?" le respondí semi-sonriendo. "Jajaja, tienes razón... Buen día, Lacus. Es que... Te noté demasiado solo y cansado, es todo." dijo con su sonrisa tranquila en el rostro. Caeruleus es el número nueve de la Orden y podría decirse que el encargado de Dulcis Vita. Es un experto en postres y muy agradable con todos. Aunque no me engaña su sonrisa y mucho menos su manera de hablar. Yo sé bien quién es él. "No he dormido bien estos días. La silla no es cómoda, Nueve." le dije y empecé a comer mi avena. Odio la avena. "Me imagino que no... Y menos con eso, déjame hacerte unos huevos con jamón y un buen chocolate, Siete." se fue a la cocina después de eso y lo primero que hice fue dejar la avena a un lado. Un chocolate caliente me caería de lo mejor. Bostecé y me estiré un poco, estaba tan cansado. "Veo que al menos hoy bajaste a desayunar." dijo Hyacintho con un libro en sus manos y acercándose a la mesa en la que estaba. "Bien pues, Lacus, necesito que vayas a la frontera Oeste y extermines unos Aliena que se acercan a nosotros. Es bastante lejos así que sugiero que salgas lo antes posible." dijo al sentarse frente a mí escribiendo en su libro. "Lo siento, Hyacintho, no puedo. Ya te lo dije, no ha despertado y no lo dejaré hasta que lo haga." le respondí algo serio mirando el libro de color azul cobalto. "Pues esa misión es tuya, Lacus. ¿Acaso ves a alguien más aquí?" me dijo bajando el libro y molesto. Estaba cansado de la misma cuestión todos estos días. "¿Qué estás sordo, Hyacintho? Aureus me ordenó cuidar del chico, y eso haré hasta que despierte. Búscate alguien que haga lo que pides, yo no lo haré." admito que levanté la voz al decirle lo último, pero no quería sus regaños tan temprano. "¿¡¿Cómo dijiste?!? ¿¡Te parece que hay más gente, Lacus!? Todos están ocupados con algo importante, excepto tú, ¡cumple con tus misiones, Siete, ahora!" me gritó algo exasperado frunciendo el ceño. "¡Lástima, Tres! No se hace lo que te parezca a TI sino lo que Uno ordena. YO tengo una orden directa, así que no puedo ayudarte." le respondí tratando de no alzarle la voz. De repente Caeruleus puso la bandeja sobre la mesa. No lo vi bien pero debió estar algo incómodo con tanto grito. "Hyacintho, Lacus... No se peleen... ¿Quieren un flan? Está muy..." trató de proponernos pero solo gritamos "¡¡¡NO!!!" al mismo tiempo con Hyacintho. "¡No te metas, Nueve!" le gritó molesto a lo que Caeruleus reaccionó regresando a la cocina. "¿¡¿Qué rayos te pasa, Tres?!?" le pregunté alzando la voz y poniéndome de pie. "¡¿A mí?! ¡A TI!" respondió de pie también. No quería gritarle pero ya era el colmo. "¡Dile a alguien más que vaya a la misión, Hyacintho!" y así empezamos a discutir gritando. "¿¡¿¡Ves a alguien más aquí, Lacus!?!? ¡¡NO!! ¡Porque TODOS tienen ALGO que hacer! ¡No pueden tomar TUS misiones!" se le notaba algo alterado. Ya me cansé de esto. "¿Todos están ocupados? ¿Estás seguro de eso, Hyacintho? Qué tal si para variar TÚ haces algo, ¿ah?" le dije en un tono algo fuerte para recalcar ese hecho. Se quedó mirándome en silencio por un momento pero no tardó en romperlo. "¿Eso crees?" dijo; a lo que le respondí afirmativamente con una ligera mueca "Sí, hazlo tú, ¿o ya olvidaste cómo es?" Admito que lo último quisiera no haberlo dicho. Pero ya era tarde para retractarme de mis palabras. "... Pues bien, ¡iré YO solo a tu misión! Pero que quede claro, Siete, que deberías ir tú, la responsabilidad es tuya." Me dijo antes de coger su libro e irse pisando molesto. Su cara de enojo, de molestia no la puedo olvidar. Quería decirle algo, pero en ese momento regresó Caeruleus con mi desayuno. "Vaya gritos. ¿Se pelearon fuerte? ¿Qué hiciste?" me preguntó sentándose alado mío. "¡¡Aaaghh!! No tengo idea... Espera, ¡no hice nada! No sé qué carajos le pasa." dije al sentarme molesto. Me daba rabia su comportamiento, pero ya ni modo. Empecé a desayunar mientras Caeruleus me observaba. "Mmm... ¿Sabes? A veces pienso que podrían ser celos." murmuró sin que yo preste mucha atención. Seguí comiendo "¿Celos? ¿De qué rayos hablas?" pregunté pero la respuesta de Caeruleus fue un suspiro y su muy común "Nada, nada, Siete." con esa sonrisa de saber algo. Me da igual. Al terminar me llevé un sánduche y fui a sentarme a mi silla para seguir observando al muchacho durmiente.

Pasé toda la mañana encuadernando la bitácora del chico. Tomé hojas en blanco de la biblioteca, cuero café de la sastrería y madera del bosque. Tomé un clavo grueso y lo calenté con una vela para perforar la madera, con un lado cubierto ya de cuero y las hojas. Después corté unas tiras de cuero para pasarlas por los agujeros y atar todo firmemente. Al final ya solo cubrí todo con el cuero que sobraba para formar la cubierta. Me gusta que quede todo bien estirado y pegado, así que usé goma. Es bastante simple de hacer uno, sería mi 'regalo' de bienvenida para el muchacho. Eso si despierta. Después de hacer eso, comí el sánduche y dormí hasta que sentí los rayos del ocaso en mi rostro. Me pareció algo extraño sentir el ocaso desde esa parte de la casa; así que abrí los ojos y bostecé acercándome a la ventana al lado de la cama. Era la luz reflejando en el espejo de la casa de en frente. En verdad que es molesto que no lo cubran con algo o cierren las cortinas. Estaba cerrando las cortinas cuando de pronto me pareció que el chico se había movido. ¿Estaré loco ya? Quizás lo he visto demasiado y estoy cansado. O eso creí hasta que en efecto el chico se empezó a mover y como a despertar. Me hice unos pasos hacia atrás para que no se asuste. Ahora que lo pienso, en todos estos días no he pensado siquiera en qué decirle. Pensé que despertaría después. Traté de pensar en algo pero al levantar mi mirada me di cuenta de que ya había abierto sus ojos. Esperé a ver cómo reaccionaba. Se fregó los ojos y bostezó al incorporarse en la cama. Se veía cansado y algo desorientado. No lo culpo. "¿D-Dónde estoy?" preguntó algo preocupado. No sabía qué decirle. Volteó a verme asustado y levantó más la voz. "¿Dónde estoy? ¡¿Qué hago aquí?! Y... ¿¡Qui-quién eres tú!?" Se le notaba muy alterado. Me iba a acercar a él pero de repente se movió en la cama para alejarse. Estaba asustado. Moví mis manos despacio para que sepa que no le haría daño. "Tranquilo... Soy Lacus, número Siete de..." no pude terminar la oración porque el muchacho dijo algo, aún nervioso y sin parpadear al mirarme. "¿¡L-Lacus!? ¿¡Siete!? ¿¡Qué pasa!?" Suspiré al escucharle y me di cuenta de que no podía hablarle como si entendiese todo lo que sucedía. Decidí ir más despacio. "Sí, mi nombre es Lacus. Te... Te encontré desmayado a las afueras del pueblo en una de mis misiones. Te traje aquí y me encargaron cuidarte. Has estado dormido por días..." Fui despacio al hablarle. No reaccionó del todo cuando me detuve. ¿Seguiría asustado? Lo dije lo más corto y claro que pude. Finalmente después de un silencio que me pareció muy largo, dijo algo. "... Ya veo... Gracias... Lacus... Supongo." ¿Supone? Bien, me di cuenta de que no sería nada fácil todo este embrollo. Quería conversar con él. Tenía tantas preguntas por hacerle... y, sin embargo, sabía bien que no respondería a nada.

Decidí mantener mi distancia. Nos quedamos en silencio por un largo rato. No sabía qué decirle, nada, mi mente estaba en blanco. Iba a decirle que me pregunte si tenía dudas respecto a algo, cuando escuché el peculiar sonido de un estómago hambriento. Me sonreí un poco y tuve que cubrir mi boca para no reír más. Tenía hambre. "¿Quieres algo de comer? No me sorprende, no has comido nada en días." le dije, modulando mi voz para que no se note que quería reír. El muchacho se sonrojó tan pronto pregunté, me reí un poco y lo despeiné. "Jajaja, lo sabía. Vamos, sígueme, te llevaré al comedor, es tarde pero Caeruleus debe tener algo para que cenes." dije y me estiré, abrí la puerta y le sonreí para que viniera "¿Qué esperas? Vamos ya." El chico se levantó algo despacio, caminó algo avergonzado hacia la puerta y la cruzó; se detuvo y dijo algo "... Disculpa, no sé a dónde vamos... Lacus." me puse a pensar un momento y tenía razón, estaba algo distraído. "Jeje... Tienes razón, estoy algo cansado. Bueno, sígueme." pasé adelante y me rasqué la nuca un poco. Miraba alrededor la casa sin fijarme mucho, era bastante oscura. Me pregunto, ¿qué pensará de la casa? Digo... nunca ha estado aquí y se nota que la está observando. Caminamos desde la casa hasta Dulcis Vita, parecía que de verdad estaba disfrutando el paisaje. El pueblo se veía hermoso en la puesta de sol, aunque ya no muchos estaban por la calle, se veía bastante pintoresco. Abrí la puerta del lugar "¡Oye, Caeruleus, trae algo de comer!" dije para que me escuche, se notaba que ya estaba todo limpio y ya era hora de irse. "¿Qué? Te acabo de ver hace unas horas, ¿ya tienes hambre de nuevo, Siete?" escuché desde la cocina, junto con unos pasos que se acercaban hacia nosotros. Cuando Caeruleus vio al chico, no pudo evitar poner una cara de sorpresa "¡Oh, vaya! Despertó. ¿Cómo estás, chico?" preguntó amable como siempre. Me apoyé en una de las columnas de madera mientras observaba toda la escena. "Buenas... tardes, Lacus dijo que..." respondió el chico. Vaya, necesita un nombre; claro que no es así de simple, primero debemos saber su color y de acuerdo a eso le pondrán uno. Es algo incómodo decirle así, quizás un apodo hasta mientras no sea mala idea. "Claro, déjamelo a mí. Ponte cómodo, iré por algo de comer." dijo Caeruleus antes de entrar a la cocina. Me reí un poco al verlo tan emocionado, supongo que tener a alguien nuevo es interesante no sólo para mí. "No te preocupes, cocina de maravilla. Estoy seguro de que en un instante tendrá tu cena lista y..." me detuve al ver al muchacho. Estaba pálido y sujetaba su frente. Quizás se movió mucho estando tan débil. Debí pensarlo antes, me acerqué a él y le ofrecí la mano. "Oye, estás cansado, ¿verdad? Perdona... debí dejarte descansar y llevarte la comida; ven, te llevaré a tu habitación." "Pero... ¿y la cena? Ese chico dijo que volvería pronto." "Hey, yo se lo explico. Anda, te llevo y regreso con tu comida, lo prometo." El chico me sonrió un poco, tomó mi mano y de inmediato lo ayudé a regresar a su habitación. Lo dejé recostado y di vuelta para ir a ver su comida. Entré y me senté un buen rato a esperar. Después de unos minutos, salió Caeruleus con una bandeja de cristal. "Aquí tienes, chico, una rica sopa de... ¿Uh? ¿Y el muchacho, Lacus?" preguntó al salir. "Vaya, eso se ve delicioso. Pues, estaba cansado así que lo llevé a su cuarto. Yo llevaré su comida si no te molesta." le dije con una sonrisa, tomé la bandeja y salí del lugar. Él me siguió y seguía hablando "Debo ir, necesito saber si le agrada la comida o si prefiere algo más... ya sabes, debo hacer bien mi trabajo o... ¡Oh, vaya!" dijo y se quedó quieto. "¿O qué, Caeruleus? No te quedes callado así nada más." dije y, al dar vuelta, supe por qué se había quedado sin palabras. A la distancia se veía dos figuras acercándose. Me puse algo pálido, debo admitir, cuando reconocí que una de ellas era Hyacintho. Venía con ayuda de Rosea, mientras más se acercaban más se incrementaba un escalofrío en mi espalda. Hyacintho estaba bastante herido. Parte de su ropa estaba rota y tenía sangre en su brazo y en su costado. Casi suelto la bandeja al verlo en tal estado. Cuando llegaron hasta donde estábamos, Caeruleus salió de la impresión y fue a ayudarlo a mantenerse en pie. "¿¡Qué fue lo que te pasó, Tres!?" preguntó bastante preocupado. Hyacintho no estaba en condiciones de hablar, de repente sólo escuché la aguda voz de Rosea diciendo "¡Casi no regresa, eso pasó! ¡Todo por ir a TÚ misión, Siete! ¿En qué pensabas?". No supe qué responder. Sé que balbuceé un "Yo...yo no...yo..." pero no pude formular una respuesta más allá de esas palabras insignificantes. Sentí a alguien detrás de mí en pocos segundos. Por la gran sombra que de repente me cubrió del tenue sol, supe que era Flavus. "Siete, ¿ves lo que sucede cuando no cumples con tus obligaciones?" "Pero, Flavus, tenía que cuidar al chico, no es culpa mía que..." no pude terminar de defenderme, sentí la fría mirada de Flavus y de Rosea. "¿No es culpa tuya? A mi parecer lo es. Deja esa comida y lleva de inmediato a Hyacintho para que descanse, de ahora en adelante te vas a encargar de ayudarlo en todo y de cuidar de él hasta que se recupere, ¿entendido?" dijo mirándome a los ojos. "¡Pero, Dos! Mis órdenes directas de Aureus son cuidar del muchacho..." "Hasta que se despierte y ya lo hizo. No tienes nada que hacer, Viridis se encargará de llevarle la comida al chico y de ponerlo al día. Ve con Hyacintho ahora mismo, Caeruleus, busca a Viridis e infórmale de sus nuevos deberes." Después de decir eso, sólo desapareció tal y como había llegado. Solté un suspiro al entregarle la bandeja a Caeruleus, tomé un brazo de Hyacintho para ayudarlo a caminar a la habitación con ayuda de Rosea. "Que te diviertas, Siete." dijo con sarcasmo antes de salir del cuarto. No puedo creer que todo esto haya pasado por culpa mía. Supongo que no pensé bien en lo que había dicho. Curé las heridas de Hyacintho y lo acosté en su cama. No dijo mucho desde que lo llevé a su cuarto. Iba a salir para dormir pero algo me detuvo "¿Me vas a dejar solo? Claro... adelante...no es que haya sido culpa tuya, Lacus. Descansa." dijo con una voz débil. No podía dejarlo así. Su costado estaba muy mal herido y había vendado su brazo derecho entero. También tuve que ponerle parches en la frente y una de sus mejillas. No podía dejarlo así, ya bastante daño había hecho. Tomé una silla y me senté en ella. "No me iré hasta que estés mejor, trata de descansar." Respondí tratando de no mirarlo mucho. Me dolía verlo así por mi culpa, supongo que me equivoqué... supongo que no podía con el trabajo después de todo. Esperé a que se durmiese, apagué la luz de las velas y me quedé dormido en esa silla, pensando en cómo debería llamar al chico.

CassavittiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora