Sábado, 12:03 am.
Otro día más frente al espejo: pelo revuelto, puntas abiertas, camiseta ancha de Nirvana para ocultar los michelines al sentarme y unos shorts negros de chandal que dejan ver mi poca, aunque existente, celulitis.
-Que bien, me ha salido otro grano, habrá que bautizarle.-digo en tono sarcástico mientras me lavo la cara.
Me quito el aparato de por la noche (resultado de años de ortodoncia) y me lavo los dientes con una pasta que, según sus anuncios televisivos con supermodelos que han blanqueado sus dientes unas 35 veces, hace tus dientes más blancos.
Cojo una toallita para quitar de debajo de mis ojos oscuros, restos negros de rimel del día anterior y me dirijo a la cocina a desayunar.
Abro la nevera echando un vistazo rápido a todos los alimentos, desde los yogures en el estante de arriba hasta la lechuga en los cajones de abajo y, como parece que nada es de mi agrado, la cierro.
Me paro en frente de la nevera con la mano aún en el asa de ésta, y miro a un punto fijo sin pensar en nada hasta que el timbre hace que vuelva a la realidad.
-¿Quién es a estas horas?-pienso mientras atravieso la puerta que comunica la cocina con el recibidor, y abro la puerta.
-Buenos días, Carlota.
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Holaaa, he decidido escribir esta nueva novela, es la primera que escribo así que agradecería opiniones y consejos.
Muchas gracias ;)
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