»Capítulo 1

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Chicago, 9.30 AM.

—¡Hey Patty! —saluda Mario desde el mostrador con una amplia y sencilla sonrisa.

—Hola Mario —imito su acción avanzado hasta el mostrador, me siento en una de las sillas que se encuentran frente a este.

—¿Lo mismo de siempre? —cuestiona mirándome esperando mi respuesta.

—Sí —asiento con la cabeza. Este no dice nada más y comienza por preparar mi malteada.

Pasan menos de diez minutos y este asienta frente a mí, el vaso de cristal con el contenido rosa.

—Una malteada de fresa, lista —dice, con una sonrisa y se sienta frente a mí limpiando con un trapo el mostrador.

—Gracias —curveo mis labios formando una sonrisa amable.

—¿Emocionada por empezar las clases de violín? —me cuestiona con cierto interés.

—Por supuesto —digo para después darle un sorbo a la bebida través de mi pajilla.

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—Ya llegué —anuncié mientras cerraba la puerta de la casa, y decidía caminar hasta la cocina. Entré y me encontré con mi madre cocinando el almuerzo. Tomé asiento en una de las sillas de la pequeña isla y la corrí casi junto a ella.

—Por fin llegas —reprochó dándome una mirada fugaz y volviendo su atención a la comida.

—Usted sabe que estoy con Mario o estoy con Fabiola en la tienda —digo, apoyando mis codos sobre la mesilla y por consiguiente mi cabeza entre mis manos esperando a la comida.

Miraba como mi mamá hechaba las especias en la olla humeante, metía un dedo con rapidez y daba una prueba de cómo sabía. Mi madre era una de esas personas que, se arreglaba aún estando en la casa, ella prefería estar arreglada a estar cochambrosa, eso sí, era trabajadora, mamá había trabajado en muchas cosas y conocía —gracias a ello— personas importantes que la ayudaban. Y cabe mencionar que era una de las mejores cocineras que había conocido. Decía que una buena mujer es aquella que alcanza sus metas y, cocina bien.

—La comida está lista, Patt —anunció mi mamá mientras comenzaba a servir la comida— Pon los cubiertos—ordenó amablemente.

Asentí sin replicar y abrí los cajones donde se encontraban todos los cubiertos. Tomé uno de cada uno y cerré el cajón. Los acomodé en cada parte de la mesa y me senté en uno de los lados. Mamá puso el plato de comida frente a mí, otro de lado para papá y uno para ella. Tomó asiento y me dijo: —Puedes empezar a comer Patt, tu padre vendrá en un rato —dijo mientras comía.

Asentí de nuevo y comencé a comer en silencio al igual que mi mamá. Yo era hija única así que no sabía lo que era lidiar con hermanos menores que te echarán la culpa de todo o ser una hermana menor a la cuál los mayores molestaban. Aunque tenía hermanastros, mayores que yo, y cuando digo mayores es porque ellos ya están casados y con hijos. Sólo los veía en algunas cenas de navidad o año nuevo y de ahí para lo que restaba del año, no había contacto.

Minutos después escuché el sonido de las llaves de mi padre, éste siempre las traía consigo. La puerta principal se abrió, y cerró. Luego la de la cocina donde nos encontrábamos yo y mi madre se abrió dejándonos ver a mi papá con una facha cansada y exhausta. Papá era gerente de una de las empresas más grandes de todo Chicago.

—Hola Patt —saludó mi padre aflojando su corbata con cansancio.

—Hola —dije sin emoción alguna y seguí comiendo—Um —hice un ruido tratando de llamar la atención de mis papás. Éstos me miraron.

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⏰ Última actualización: Aug 13, 2015 ⏰

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