Prólogo

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Alex sacaba la ropa de sus maletas, cuando el ruido de un auto estacionándose frente a su casa lo interrumpió. No esperaba visitas, acababa de mudarse, y muy pocas personas tenían su nueva dirección. Pero su sorpresa fue mayor, cuando a este ruido, se sumaron risas y gritos juveniles.
Corrió hacia la ventana y los vio caminando hacia su puerta. Un segundo después, sonaba el timbre. No había terminado de desempacar, y sus hermanos de fraternidad ya estaban allí.

Después del escándalo en la última fiesta, necesitaban un lugar fuera del Campus Universitario para pasar la noche de Halloween. El último escándalo había afectado, según dijo el Rector, la reputación de la misma universidad. Alex había sido parte de aquello y se había mudado precisamente, huyendo de sus compañeros, que siempre se las ingeniaban para convencerlo. Suspiró con desaliento, ni siquiera tendría la oportunidad de estrenar su cama; porque los planes de sus amigos se limitaban a dos cosas:

Sexo y alcohol.

Abrió la puerta, y antes que los invitase a pasar, estos ya se instalaban por toda la casa. John abría una botella de cerveza, Matt y Bruce estaban al teléfono llamando a las chicas, Jack inspeccionaba la casa en busca de un lugar privado para perderse más tarde, Bryan ponía la música, Christian se preparaba un emparedado en la cocina.

Mientras tanto, Alex lamentaba que su noche tranquila, fuese rumbo a convertirse en otra noche de orgías. Una de las razones por la que había abandonado la fraternidad. Detestaba despertarse junto a una desconocida, aquello le dejaba un mal sabor de boca. Además, siendo su último año en la universidad, necesitaba dedicar más tiempo a sus estudios. Pero como estaban las cosas, no le quedaría más remedio que dejarse llevar por sus amigos, al menos por esa noche.

No tenía la más remota idea de lo que el futuro o más bien el pasado, le tenía preparado.

Salió a respirar un poco de aire fresco; pero, lejos de relajarle, la enorme casona que se levantaba al otro lado de la calle, le hizo estremecer de pies a cabeza. No era la primera vez que se sentaba en las escaleras. Sin embargo, nunca había sentido aquello. Un aura lúgubre y tenebrosa parecía envolver toda la calle. Tal vez había cometido un error mudándose a ese vecindario, después de todo, la mitad de sus habitantes habían abandonado el lugar. Esa era la única razón por la que podía pagar el alquiler, la mensualidad era casi ridícula.

─En esa casa espantan ─le había dicho un pequeño niño, señalando la ahora abandonada casona─. Dice mamá que los árboles se mecen aun cuando no hay viento.

En aquel momento lo creyó resultado de una fructífera imaginación, ahora no estaba tan seguro. Poco antes que sus amigos llegaran, le había parecido ver luz en una de las habitaciones. Algo técnicamente imposible, tomando en cuenta que la energía eléctrica había sido suspendida varios años atrás, cuando la familia completa había sido asesinada misteriosamente. Él lo sabía, pero no era supersticioso. Hasta ahora había creído estar por encima de aquellas supercherías; pero la sangre empezaba a helársele en las venas. Metió las manos en los bolsillos en busca de un poco de calor, la temperatura descendía rápida e inexplicablemente. Fue entonces cuando lo sintió, una mano flaca y escuálida se posó sobre su hombro. Se alejó de un brinco solo para descubrir que sus amigos le estaban jugando una broma. Era una mano de calavera que llevaba John.

─¡Imbéciles! ¡Se creen muy graciosos! ─exclamó poniéndose de pie, mientras ellos reían a carcajadas.

─¿Es cierto? ─preguntó Matt, señalando la casa─. ¿Es cierto que allí mataron a una chica?

Alex volvió a mirar la enorme casona.

─No solo una chica; sino a toda una familia.

La conversación se interrumpió por el sonido de un claxon, las chicas acababan de llegar. Y en cuanto bajaron del auto, Alex supo que no se trataba de niñas comunes.

─¿Trajeron prostitutas a mi casa? ─protestó en voz baja.

─No son prostitutas ─refutó Bryan.

─Por supuesto que no ─agregó Bruce─. Solo son chicas accesibles.

─Relájate Alexander ─intervino John, dándole una palmada en la espalda, para luego ir al encuentro de las chicas─. Solo diviértete.

Entraron a la casa sin percatarse que una ventana en lo alto de la vieja casona volvió a iluminarse.


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Es un historia corta que espero lean.

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