Las memorias de un delirante.

Primer día.

Muchos de otros textos autobiográficos empiezan con un flashback y la típica frase "Este es el primer día de toda mi vida". He aquí mi aporte al cliché:

Era abril de 1975. Casi todo abril llovió pero esa tarde estuvo soleada como un verano. 

Ahí estaba yo, tirado sobre el sofá, con un montón de cosas qué hacer a mi espalda para ordenar mi vida y cero ganas de hacerlas. Supongo que no sabía que mi vida estaba desorganizada. Nunca lo había pensado. Supongo que las amigas de mi mamá tenían razón al decirle que la única forma de que yo saliera adelante fuese que ella me echara de la casa y tuviera que empezar a tocar puertas para encontrar oportunidades que me cambiaran la vida. Y ahora, en introspección, me doy cuenta de que las probabilidades de que una oportunidad me tocara la puerta eran bajísimas.  Pero sucedió. 

Siempre detesté que tocaran la puerta muy fuerte, me sacaba de mis pensamientos y me obligaba a salir del sofá, pero ahora que lo recuerdo necesitaba ser sacado de mi miseria. Claro que apenas lo vi no pensé que iba a ser una oportunidad que me cambiara la vida. Se manifestó en forma de mi amigo de la preparatoria, Marcos. 

-¿Puedo pasar? 

-Seguro- Acomodé un poco mi desastre antes de que él pasara. Él cambió la expresión de su cara al ver mis condiciones de vida actuales. Siempre fue un apasionado del orden y de la limpieza. 

-Tuve suerte al encontrarte aquí, tenía miedo de que te hubieses mudado. ¿Cómo te está yendo?

-Mejor que nunca- Mentí

-¿Has vuelto a ver a...?

-Rocío, no- Lo interrumpí. No quería seguir con esa conversación, sabía cómo iba a continuar porque era lo único que me preguntaban cuando me conseguían en la calle personas a las que solía conocer. 

-Lo siento, debió ser duro. 

-Sí. ¿Quieres café?

-No, gracias. Seré breve porque ya no cuento con tanto tiempo. Me encontré con Carlos, y él me dijo que te habías graduado de literatura pero que estabas desempleado. Estoy trabajando en un colegio, y hay un vacante para profesor de literatura. Están desesperados, dicen que no hay profesores buenos y que ningún profesor les dura más de dos meses. Pensé que quizás querrías el trabajo.-Él hablaba como si hubiese ensayado lo que decía, probablemente para convencerme. Y lo hizo. 

-¿De cuánto estamos hablando? 

-De suficiente, yo trabajo ahí, hasta te puedo traer a casa. 

-Pues... bien. Supongo. 

-Dicen que puedes venir un día a probar. 

Y así hice. Me organicé como pude. Me cargué de información y de cosas que podían ayudarles. Mi primera clase fue con la sección "C" de primer año. Estaba realmente nervioso, y ellos parecían notarlo porque fueron cada vez más y más duros conmigo. De todos los años que enseñé en ese colegio, de todos los 90 minutos que tuve que pasar, aquellos fueron los más largos. Todo el día continuó hasta que, casi al terminar todas las clases de la mañana y cuando salía de la sala de profesores, me habló una niña, ella venía acompañada de la que sería su compañía en muchas otras ocasiones. 

-Hola, yo soy Raquel, de noveno. Es que esta tarde tengo su clase pero no puedo venir porque tengo concierto y quería saber qué se podía hacer.- Su voz me resultó lisonjera, pero me detuve en sus ojos un momento, y lo vi todo. Me vi tan patético como era en ese momento. El corazón se me aceleró y mi sistema nervioso solo dio una respuesta. 

-No sé qué hacer, soy nuevo- Fingí una sonrisa. Sentí que había sido tosco. Pero fue todo lo que pude decir. 

La vi alejarse extrañada. Raquel. 

Su nombre no tenía gracia. Su expresión tampoco. En ese momento no me di cuenta, todo lo que podía pensar era si ella me veía como yo me vi en sus ojos. 

Esa tarde tuve clase con noveno, específicamente la sección "C", supe que era su sección porque ahí estaba la que llegó con ella al mediodía. Era realmente linda. En realidad todas las niñas de su sección eran realmente lindas, y aunque indisciplinadas como niñas de calle, me recordaron a cuando tenía su edad y era una bola de testosterona.

En fin, detesté a Raquel ese día, porque en ella vi lo patético que era. Y que probablemente había sido toda mi vida, hasta conocerla a ella.