Cuando su pequeña patita subió encima de la cama supo que estaba a salvo, tenía que haber sido un trabajo fácil, como todos los anteriores, pero no pensó que la cama fuera una litera, ni que habría un gato durmiendo en la repisa, y menos aún pensó que su larga cola iba a quedar atrapada entre una de las mantas. En cualquier caso gracias a su experiencia logró subir hasta la parte de arriba, mientras su amigo peludo le acechaba desde abajo, clavando su mirada cazadora en él. Pérez noto como los pelos de su pequeñito hociquito se ponían de punta, "¡Malditas casas modernas! ¡Y malditos los gatos que habitan en ellas!" se dijo a si mismo mientras lentamente emprendía el camino hasta el niño que descansaba plácidamente debajo de él. "Lento Pérez, lento", pensó mientras correteaba por la manta para no despertar el chico.
De un giro Pérez llego hasta el lado de la cabeza del durmiente, y con ayuda de un pequeño tenedor, del que Pérez no se separaba desde su primera aventura nocturna se coló debajo de la almohada, buscando el preciado tesoro que allí se hallaba. Rebuscando con su agudo sentido del olfato captó el olor a leche que desprendían aquellos curiosos dientes que tanto valían en su mundo natal, y emprendiendo el camino, y teniendo cuidado de no acabar aplastado por un mal sueño del niño encontró lo que buscaba. "¡Dientes! ¡Dientes! ¡Dientes!", dijo en bajito mientras se lanzaba contra el premolar desgastado. "¡No Pérez! ¡Siempre te pasa lo mismo! ¡Contrólate ratoncillo loco!", cuchilleó mientras se daba una torta y depositaba cuidadosamente una moneda que llevaba en su pequeño zurrón.
Encontrado el tesoro, y culeteando para salir de la endemoniada almohada; Pérez se encontró de frente con dos enormes ojos que le observaban. Conteniendo la respiración, por un momento pensó que el chico le había descubierto, ojala fuera así, de un salto el malicioso gato salto sobre el, con tan mala suerte que se dio de bruces contra la cara del niño que se despertaba sobresaltado.
-¡Gato tonto! ¡A tu sitio! ¿Cuántas veces te hemos dicho que no te subas a las camas? -gritaba mientras dejaba el gato de nuevo en el suelo y Pérez salía precipitadamente por la ventana del cuarto.
Con una sonrisa de bigote a bigote Pérez regresaba con la felicidad del trabajo bien hecho; y esperando, que su contrato de trabajo expirase pronto, porqué ya estaba mayor para seguir viviendo noches como esa.