Hallándome yo en casa meditando,
hastiado ya de la existencia,
apareció la muerte, su eminencia,
con los hilos de la vida cercenando.
Tú alma quiero apostar, dijo bramando,
a un juego de dados, con inocencia.
Pensé, madre mía que ocurrencia,
y mirando sus trampas yo callando.
Cambié los dados mientras le distraía,
pobre muerte, pensó que triunfaría.
Y perdiendo enfadada se fue lejos.
Mientras yo me relamía contento,
porque me había dado por muerto,
y aun viejo, me salvaron mis reflejos.