Capitulo Único

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Eran las 7:45, y todavía no estaba del todo listo.

Su madre lo había empujado fuera de la casa después del desayuno. Y no era cómo si tuviera que viajar al otro lado del país, pensó, pero aún debía tomar el autobús para llegar a la escuela, si de verdad quería hacerlo.

Sobre su cabeza, podía escuchar la mezcla entre canto y silbido matutino de las aves que estaban ya despiertas, y por alguna razón, eso le recordó lo despeinado que iba.

Trató de saludar a la señora que pasaba cargada de bolsas a su lado al mismo tiempo que metía una de sus manos entre su pelo, alisándolo lo mejor que pudo. Arregló los mechones que caían sobre su frente, revisando que no pasaran debajo de sus orejas. Siendo él mismo la persona encargada de supervisar eso, si llegaba tarde, y con el pelo mal colocado, su castigo sería el triple. Para saber de ése tipo de cosas no había necesidad de tener experiencia.

Escuchó el ruido de las fundas cuando la señora trató de repartírselas entre sus brazos y manos, y fue sólo entonces que se dio cuenta de que seguía caminando a su lado.

La observó por unos segundos, parecía cómo si fueran demasiado pesadas para ella, que tenía unos brazos tan delgados. Suspiró, diciéndose que hacer aquello sólo lo atrasaría un poco mas de lo que ya estaba, no haría ninguna diferencia, de cualquier manera.

— ¿Va hasta la parada? — preguntó, acercándose.

— Oh, no, voy hasta el metro, ¿Por qué... — la mujer le dio una mirada de sorpresa cuando tomó la mayoría de sus bolsas de entre sus brazos y manos.

Luego le sonrío, cómo para demostrarle su agradecimiento.

Eso quedaba de camino, o algo así.

Estuvieron avanzando durante un par de minutos en total silencio, las bolsas sí que pesaban, aunque no se las podía comparar con el peso de la mochila golpeando su espalda con cada paso. Sus ojos no se habían movido del frente, pensando en llegar hasta el maldito metro, y en un montón de cosas dispersas, cómo por ejemplo, lo mucho que le gustaría tener el super poder de caminar dormido con consciencia de hacia donde iba.

Fue inevitable que se sonrojara ante las miradas que fallaban estrepitosamente en ser discretas que la señora mayor le daba de vez en cuando. Ella seguía sonriéndole. ¿Qué acaso lo iba a secuestrar o algo?

Bueno, con tal de que la cama fuera cómoda, lo más probable fuera que no tuviera problema.

— Así que eres de ése tipo de chicos — le dijo —. Callado pero encantador, casi cómo el príncipe de un cuento — hizo una pausa, para llevarse, sabrá Dios cómo, las dos manos a las mejillas —. ¡Ah, me siento tan avergonzada! ¿Sabes? A las chicas de tu edad les gusta eso, seguro eres todo un jugador ya — exclamó, y eso le hizo avergonzarse a él.

Pasó saliva por su garganta, nervioso y sin saber qué contestarle, tan rojo cómo el pintalabios que su mamá se había puesto ése día.

Es por eso que cuando vio el banco y el letrero azul con una gran autobús blanco pintado casi se pone de rodillas para agradecer al cielo. Ése tipo de personas mayores lo ponían incómodo. Llevó su carga hasta las cercanas puertas de cristal que señalaban la estación del metro y le dio una reverencia a la señora, listo para darse la vuelta y llegar hasta el autobús de nuevo.

— Muchas gracias niño — le dijo la señora, aún sonriéndole, le desalborotó el pelo de nuevo y él tuvo que contenerse para no apartarse —. Aquí tienes, como muestra de agradecimiento.

Puso un paquete frente a su cara, y el hizo otra reverencia murmurándole que no había problema y dandole las gracias también. Sin quererse admitir su emoción por tener algo dulce de comer por la mañana.

Autobus (SUGA One Shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora