Capítulo 01

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Los sonidos de la TARDIS habían despertado a Erin nuevamente. Con esta, era la quinta vez en dos horas. Ofuscada, volvió a revolverse en la cama intentando encontrar una nueva cómoda posición para atraer al sueño, pero fue imposible. Los sonidos provenían de todos lados; ni la almohada en la cabeza había podido librarla de ellos. Resignada, se restregó los ojos con ambas manos y busco su reloj en una improvisada mesa de noche.
10:35 en horario terrestre.
Si estuviese allí, seguramente la despedirían por llegar tarde al trabajo. Y no sería la primera vez. Veintiocho años y tres trabajos perdidos en menos de uno. Podía aspirar a más, sabía que sí. Era una muchacha castaña de ojos café, atractiva, aunque ella no lo quisiese admitir, que podía hacer mejores cosas con su vida de las que estaba haciendo. Pero siempre caía en la estupidez. Su vida era un desastre y solo ella era la culpable. Un nuevo sacudón de su provisorio hogar la bajaron nuevamente a la realidad.
10:40 dieron en su reloj cuando al fin dejó las cobijas de lado y puso ambos pies en el suelo. Mientras se desperezaba comenzó a pensar que ropa vestiría aquel día, pero decidió esperar a ver qué nuevo y maravilloso lugar la llevaría a conocer su nuevo compañero de aventuras.
Descalza, salió de la habitación con rumbo fijo a la sala donde se encontraba la consola principal. Luego de casi un mes ya no se perdía, pero nunca se confiaba. Cuando pensaba que todo estaba en su lugar, se encontraba con una nueva sorpresa detrás de una puerta que aparecía en lugares a los que nunca le había prestado la más mínima atención.
"Bigger on the inside" pensaba "una frase muy acertada para describir esta cajita azul"
Al llegar a su destino, vio al Doctor (así se hacía llamar) moviéndose frenéticamente alrededor de su consola. Movía palancas, apretaba botones, corría la pantalla de aquí para allá, y todo eso junto al mismo tiempo.
Sin hacer ruido, se sentó en una de las esquinas y comenzó a observarlo en silencio. Le encantaba mirarlo. Su delgado cuerpo encajaba perfecto en aquel traje azul y combinaba maravillosamente con sus lentes de marco negro y su copete bien parado. ¿En qué momento lo peinaba de esa manera? ¿Usaba gel o fijador en spray? ¿Dormirá este sujeto en algún momento? Huele rico ¿Qué perfume usará? Típicas preguntas que le venían a la mente cada vez que lo observaba. Y ella lo observaba mucho. No estaba enamorada de él y no sabía si llamar amistad a la relación que tenían ¿Admiración tal vez? No. Aquello iba más allá. Era un sentimiento que jamás podría llegar a describir ya que el Doctor desprendía magia. Una magia que jamás había sentido en otra persona. "¿Será porque tiene dos corazones totalmente funcionales?" pensaba, pero todo iba más allá de la simple genética. De seguro jamás lo iba a descubrir, pero estaba segura de que él era alguien especial. Demasiado especial.

- Si me sigues observando de esa forma, va a dolerme la cabeza por el resto del día – dijo sin mirarla.

Aquella intervención espontanea casi la mata de un susto. ¿Por cuánto tiempo lo había estado observando raramente? No. La pregunta era ¿Hacia cuanto que el Doctor se había dado cuenta que ella lo observaba? Seguramente olió su presencia desde el mismísimo instante que entro al corazón de la TARDIS, pero así era el, le gustaba darle a uno su espacio y amaba que lo admirasen mientras se hacia el genio, así que siempre dejaba que lo amasen un rato en silencio.

- ¿Ahora eres supersticioso? Tanto tiempo entre terrestres te ha vuelto un humano más – contestó al fin Erin, muy tranquilamente
- ¿Por qué esa ofensa? – bromeó mirándola un segundo por sobre sus lentes para luego volver a la pantalla que tenía justo frente a sus narices. Erin no sabía si realmente la visión del Doctor fallaba o no, pero aquellos lentes le quedaban muy bien. Sin notar que ella lo observaba fijo de nuevo, él prosiguió – ¿Qué haces despierta de madrugada?
- ¿En qué planeta es de madrugada? – Pregunto sonriendo y acercándose a él – tu novia me sacó de mi hermoso sueño – dijo dándole una palmadita a la consola
- ¡HEY! – respondió el Doctor frunciéndole el entrecejo ante aquella acción.
- Lo lamento – se disculpó Erin llevando ambas manos al bolsillo del pantalón. Acto seguido, se alejó de él.
- ¿Qué haces todavía en pijama? – dijo mirándola fijamente de pies a cabeza
- Si me sigues observando de esa manera vas a terminar enamorándote de mí – bromeó guiñándole un ojo. El Doctor sonrió nuevamente y se perdió tras la pantalla.
- ¿Y bien?
- ¿Y bien, que? – respondió Erin mientras jugaba con la tira de su pantalón
- ¿Por qué no te has puesto nada decente?
- Solo quería estar segura del clima que haría en nuestro próximo destino. No me pondré el traje de baño si vas a llevarme a las montañas nevadas de Mercurio.
- No hay montañas nevadas en Mercurio.
- Es solo una forma de decir – dijo Erin blanqueando sus ojos y negando con la cabeza – para ser un marciano, tienes muy poco sentido del humor.

El Doctor sintió algo helado recorrerle la médula al oír aquella última frase. No era la primera vez que lo llamaban de esa forma. La nostalgia por su amiga perdida todavía le comía el cerebro. Todo era muy reciente. Demasiado tal vez. Pero Erin no tenía la culpa. Ella había aceptado ser su nueva acompañante y no tenía por qué pagar sus errores pasados. Ella tenía que ser diferente. Debía ser diferente. Y él era el responsable de hacer que eso sucediese.


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