Había escuchado por noticiero y leí en varios artículos la historia de Joker, se encontraba en el hospital psiquiátrico Welestand de máxima seguridad. Para poder terminar mi carrera como psiquiatra quise hacer mi residencia en ese mismo hospital, tuve que rogarle al doctor y profesor Jekyll que me dejara hacerlo, él no tuvo problema solo me puso una condición quería algo a cambio de mi residencia no voy a mentir me dio muchísimo asco pero cualquier cosa por conocer a Joker.
Dos semanas después tuve mi pase para ir a al hospital, al entrar me dirigí donde se encontraba la recepcionista, era una mujer grande y enojada con la vida, al verme llegar me observó de arriba a abajo
— Este no es el lugar para que vengan niñas como vos. ¿Qué necesitas? — tuve que contar mentalmente hasta diez para darle una respuesta tranquila
— Estoy buscando al Doctor Marcus Stevens — le hablé con mi sonrisa más falsa pero ella me interrumpió
— El doctor Stevens se encuentra ocupado — volvió a concentrarse en su computadora ignorándome completamente
— Lo sé — dije perdiendo lo poco de paciencia que tenía— mi profesor habló con él
— Señorita Quinns? — giré al oír mi apellido, ahí estaba el doctor— Soy Marcus Stevens. Un placer—me tendió su mano
—Hayley Quinn, el placer es mio—
— ¿Viene a realizar su residencia correcto?—
—Así es, pero me gustaría un caso especial... el del paciente Joker — al decir eso el doctor se puso pálido
— No estoy muy seguro sobre eso señorita...—susurró— sígame por aquí por favor
Durante el trayecto hasta la habitación observé que estaba muy alejado de los demás pacientes, cada piso tenia como máximo cien habitaciones, al llegar al cuarto piso noté que solo había tres habitaciones. Antes de poder preguntar el por qué, el doctor pareció leer mi mente porque respondió
— Este piso es para los pacientes más peligrosos —señalo una puerta— por aquí por favor
Al entrar observé que había dos guardias armados afuera y dos adentro, no pude seguir observando nada más porque toda mi atención fue hacia él, se encontraba mirando la nada. No se si fue por los murmullos o porque me quede observándolo fijamente pero él volteó en nuestra dirección, su cabello verde se encontraba revuelto, sus ojos eran tan negros que daban miedo y su sonrisa tan escalofriante que podía causarte pesadillas.
—Esta medicado —comentó el doctor— en caso de que se vuelva loco le aplicamos una inyección para tranquilizarlo
— ¿Qué utilizan? —pregunté curiosa
—Algo parecido a la morfina— contestó tranquilamente
— Eso es capaz de matarlo y también es inhumano — le reproché
— Señorita Quinn, usted se encuentra frente a una de las mentes criminales más poderosas de toda la historia de Estados Unidos. La morfina lo tranquiliza, no lo mata — respondió acomodándose los anteojos.
Por el rabillo de mi ojo noté como Joker comenzaba a mover algo atrás de su espalda, iba a tirar la silla de metal, su sonrisa se intensificaba cada vez más queriendo causarme miedo pero no lo iba a lograr. Dos segundos después vi como la silla volaba directamente para el vidrio causando un gran impacto haciendo que todos los presentes menos yo, se agacharan. Él sonrió y yo me reí, de verdad estaba loco y me encantaba que fuera así, que no se dejara dominar
— Quiero entrar — dije decidida. Algunos de los presentes comenzaron a reír como si fuera el chiste más gracioso del mundo sin embargo yo no me estaba riendo
— Usted no puede entrar — dijo otra persona— es una mujer, al último doctor que entró en la misma habitación que Joker no sobrevivió para contar la historia
— Mi práctica señor Stevens- dije ignorando al idiota del comentario- consiste en trabajar con el paciente en su lugar, no a través de un vidrio. Tengo una autorización firmada por mi profesor, y dice que puedo entrar en la misma habitación donde se encuentra el paciente y en caso de que se presentara un ataque físico hacia mi persona estoy obligada a inyectarle un tranquilizante — dije tranquila
El doctor pareció pensarlo unos segundos, no me iba a dar por vencida así de fácil, oí al doctor suspirar resignado y dijo
— Ábrele la puerta Mark, déjale el botón de emergencia por si sucede algo. ¿Usted tiene la jeringa por las dudas?- asentí- No me haga arrepentirme de esto, ¿quedo claro?
—Si señor
— Tiene exactamente quince minutos para entrar y hablar un poco con él aunque no conteste, si vemos que no la daña físicamente, tal vez mañana pueda quedarse más tiempo.— el doctor salió seguido por el estúpido de ese tal Mark.
Solo estábamos el y yo separados por una puerta, la adrenalina me corría por las venas no eran nervios, me sentía feliz por todo lo que había hecho para poder llegar hasta aquí. Era una oportunidad que no iba a arruinar o desaprovechar...
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