Recuerdo que era un día nublado, húmedo, frío. Yo era una de esas personas en la que en días como esos prefería quedarme toda la tarde en casa, en mi parte favorita del sofá, con la manta mas gorda que encontrase, comiendo tarrinas de helado y viendo una de esas películas de terror con las que únicamente gritaba; pero para ese día ya tenía planes, así que me puse mi pantalón vaquero más suelto, las playeras más cómodas, la camiseta que mas a mano tenia y el abrigo que usaba a diario. Me desenrede el pelo, me puse mi perfume favorito y también un poco de rímel en mis pestañas. Cogí mi bolso y metí lo "esencial": el móvil, el monedero, las llaves de mi casa y una vaselina para los labios, que iba a necesitar; metí también los audífonos y el cargador del movil, por si acaso. Entonces, fui en dirección a la puerta, la abrí y fue ahí cuando oí la voz de mi madre con esa típica advertencia:
-Ten cuidado con lo que haces. Y no llegues tarde.
-Si mama, descuida.
Me dispuse a bajar las escaleras cuando sonó mi movil. Vi que era él y sin tardar un segundo descolgué y le dije:
-Ya voy llegando. Se me hizo un poco tarde porque...
-Te estabas preparando, si, lo sé. No te preocupes cielo, ahora nos vemos. Te quiero.
-Te quiero.
Bajé las escaleras, abrí la puerta del portal de mi casa, y para mi sorpresa, ahí estaba el, meneando su llavero de un lado a otro, mirándome con esa mirada dulce pero picara. Se echó a reír. Me encantaba su risa; tenía tanta fuerza pero a la vez era tan débil. Era tan sana pero a la vez tan mala. Sin duda alguna, era la mejor risa que mis oídos habían oído y que mis ojos habían contemplado. Me acogía de tal forma, que todos mis sentidos quedaban completamente inútiles.
-¿Con que estabas llegando eh? Pequeña, cuando aprendas a mentir te ira mejor en la vida.
-Cuando aprendas a no darme estas sorpresas, irán mejor mis mentiras.
La respuesta que encontré, fue la que buscaba. Un beso. Pero no un beso cualquiera, uno de esos besos en los que ambos hacíamos un gran esfuerzo para no reírnos, un esfuerzo en el que los dos fallábamos. Esos besos me llenaban la vida de colores. Para mi esos besos eran como locas pinceladas sobre un lienzo en blanco.
Empezamos a caminar sin ninguna prisa, y entre bromas, besos chismes y secretos, se nos hizo corto el camino. Cuando entramos a su casa descubrimos que estábamos solos. Dejo las llaves en la mesita de la entrada y me miro con una mirada fría y de absoluta seriedad.
-Sabes lo que esto significa, ¿no?
Se fue acercando a mi lentamente y cuando entendí a lo que se refería, me eché a correr escaleras arriba, seguida por el. Por segundos, la casa se inundó de risas y gritos hasta que encontré un escondite, pare de reír y me tape la poca, para procurar que no se me oyera lo mas mínimo; entonces el entendió que debía volver a la seriedad. Oía como subía la escalera y se dirigía lentamente al lugar donde yo me encontraba. Puso un pie en la azotea y yo no podía aguantar la risa nerviosa por mucho que lo intentara. Cuando lo vi pasando por delante de la puerta, detrás de la cual estaba escondida, estallé a reír y me fui corriendo en busca de un nuevo escondite. Me metí debajo de la cama de su habitación y mientras lo hacía el entro y fingió no haberme visto, y yo, como no, fingí que el fingía bien. Por ello, cuando el se agachó e intento asustarme, solté un grito que sonó tan real y tan fuerte, que fue él quien se asustó. Esto me dio una pequeña ventaja para intentar huir una vez mas, pero no funciono ya que Raúl estaba ahí de pie, esperando a que saliera de mi escondite, para agarrarme de la cintura y tirarme, brusca, pero cariñosamente, encima de la cama, quitarme el abrigo y subirme la camiseta hasta dejar descubierta mi barriga, para entonces, empezar a hacerme esos "peitos" que yo tanto odiaba.
Comencé a reír como una niña pequeña al unísono del sonido que representaba mi barriga junto con el aire que salía de la boca de mi novio. Cada vez que compartía uno de esos momentos tan ruidosamente fantásticos junto a el, comprendía que todas las discusiones no significaban nada, si nuestro reencuentro siempre era así de especial. Comprendía también su manera de querer, esa manera tan absurdamente inmadura que me colmaba de alegría.
De repente empezó a besarme lentamente y se me acelero el corazón. Parecía que estuviera saboreando mis labios como si fuera uno de sus postres favoritos. No fue un beso como los demás; fue un beso diferente. Fue un beso dulce pero que escondía algo de maldad. Un beso que me hizo enloquecer. Fue como si todos mis sentidos hubieran comenzado una guerra interna. Entonces entendí.
Confiaba en el, así que decidí dejarme llevar. Los besos fueron manteniendo el ritmo, pero cada vez eran más intensos. Fui sintiendo su respiración en mi boca, a medida que el terminaba de quitarme la camiseta. Sentí sus dedos por mi espalda. Era como si estuviera investigando un mapa, o como si estuviera uniendo entre si cada uno de los lunares que ocupaban la parte posterior de mi cuerpo.
Los segundos pasaban lentamente, como si fueran horas. Le seguí el juego y le quite la blusa. En ese momento me miró y dijo:
-¿Estas segura?
-Al cien por cien- le contesté.
Se acomodó encima de mi y besó mi cuello lentamente a la vez que bajaba las tiras de mi sujetador. Lo que pasó después quedó entre los dos.
Tres días después, y ninguno se había atrevido a hablar del tema. En realidad, no habíamos hablado, no nos habíamos visto.
Estaba nerviosa, asustada. Pensaba que aquí se había acabado todo, que yo había cedido y que con eso había dado un paso en falso. Solo me había utilizado. Quería morirme. Ahora el estaría fardando con sus amigos y yo aquí, como una idiota, tirada en la cama sin saber que hacer con mi vida.
-¿Pero en que estas pensando Cathy?- Me digo para mi misma.- Llevamos casi un año juntos. Nadie esta casi un año utilizando a alguien... O eso creo...
Oigo que suena el timbre de mi casa, pero ni siquiera tenía humor como para levantarme a ver quien era, así que le concedí el privilegio de abrir la puerta a mi madre. Escuché voces en el salón, pero no las identifiqué,solo sabia que quien había venido a mi casa, se dirigía a mi habitación, por los pasos que se oían en el pasillo. Me senté y me adecente un poco el pelo con las manos. Tocan la puerta:
-Adelante.
Y ahí estaba mi pequeño traidor con un precioso ramo de flores rojas y un enorme oso de peluche.
-Me gusta tu look desenfadado.
-No te burles de mi idiota. Si hubiera sabido que vendrías me hubiera puesto ese traje azul que tanto te gusta.- Vacilé
-Con verte peinada me conformo.
-Vale ya. Sabes que no me gusta que me veas mal.
Se acercó a mi, me beso la cabeza y seguidamente agarro mi mentón y dirigió mi rostro hasta el suyo, y susurró:
-Eres preciosa así.
Entonces me besó. Yo me levante y fui a meter mis flores en agua. Aun esperaba una explicación sobre porque no se había dignado en siquiera llamarme en estos días. Volví a mi cuarto y deje el jarrón encima de la mesita de noche y encontré a mi novio colocando el peluche en la estantería mas alta de mi habitación. Me senté y me puse a fingir que jugaba con el movil. El se bajo de la silla en la que estaba subido y dijo:
-¿No piensas prepararte?
-¿Prepararme para que?
-¿No recuerdas que día es hoy?
-Pues... No, ¿que pasa hoy?
Me miró un tanto entristecido. El era esa clase de chico que se acuerda de todo; se acuerda hasta del día exacto en el que conoció a mis padres, así que no sabia a que se refería.
-Hoy es el día en el que te vas a poner ese vestido azul que tanto me gusta y te voy a llevar a cenar. Y te preguntaras, ¿por qué motivo? Pues bueno, porque si, porque hace tiempo que no te veo con ese vestido ni bien peinada, así que por favor, vete a ponerte guapa... A ver si lo consigues...- Me miró vacilante.
-Siempre estoy guapa y lo sabes, eso implica que te atraiga, lo que implica que estés enamorado de mi.- Lo besé y fui al baño para bañarme.
Media hora después ya estaba lista, con ese traje azul que a él tanto le gustaba y con unos tacones negros que me encantaban. Salí muy contenta y arreglada de mi casa para un cuarto de hora mas tarde encontrarme en el McAuto del McDonald.
-¿En serio me hiciste ponerme tan guapa para venir aquí?
-Yo no te dije que te pusieras elegante, solo que hacía tiempo que no te veía con ese vestido. Además no vamos a comer aquí, sino en un sitio mucho mejor.- Una vez dicho esto, me beso.
Pedimos la comida y fuimos a un mirador que había a las afueras. En ese lugar únicamente nos encontrábamos nosotros, los árboles que rodeaban el sitio, y las estrellas. Podía verse toda la ciudad iluminada desde hay, y a lo lejos, se veía el mar, al que la luna llena lo hacía destacar. Era el lugar perfecto, en el momento perfecto, con la persona perfecta y con la ropa menos indicada, pero a pesar de eso, es esa clase de momento que quieres capturar para siempre en tu memoria. Salimos y nos sentamos en el capo del coche a cenar.
-Tienes mostaza ahí.- dijo él señalando mi labio inferior.
Como yo era más pícara y sabia lo que él esperaba oír, le contesté:
-¿No has traído servilleta?
-Es una pena, pero se me olvidó.- me dijo con un tono de burla.
Era tan, pero tan adorable cuando me hablaba de esa forma. Cuando me hablaba así me volvía loca. Yo pretendía seguir con el juego un poco mas, pero no pude resistirme a decirle:
-Entonces alguien me lo tendrá que quitar, porque yo no lo veo.
Miró a nuestro alrededor como si buscara a alguien y mientras se acercaba a mi lentamente dijo con una voz juguetona:
-Pues... Aquí solo estamos nosotros, y... si tú no te lo puedes quitar...-
Me beso. Fue un beso increíble. En realidad todos nuestros largos besos eran increíbles. Todos y cada uno de ellos tenían un porque, una historia, un juego, una caricia, una pregunta, una discusión y una reconciliación. Y puede que eso era lo que los hacían más increíbles aun de lo que ya eran. En ese momento un ruido parecido al de una rama interrumpió mis pensamientos y también nuestro bonito beso. Ambos miramos en busca de que hubiera algún animal, alguna persona. Pero no vimos nada.
-Se habrá caído un nido o algo parecido de un árbol.- dijo él
-Si, habrá sido eso. Estos tacones me están matando.- dije a la vez que me recogía el pelo.
-Creo que tengo unas deportivas atrás.- dijo mientras iba al porta-bulto del coche.
Volví a oír el mismo ruido, pero no le preste mucha atención ya que intentaba oír lo que decía Raúl desde la parte de atrás del coche.
De repente sentí como una mano me tapaba la boca y un brazo me rodeaba la cintura y me levantaba del capo. Por lo que pude sentir cuando me agarró, no era una persona corpulenta, pero tenía mucha fuerza, demasiada fuerza diría yo. Intenté por todos los medios liberarme de esa persona dando patadas y manotazos al aire. Sentí como en una de esas patadas un tacón se me cayó. Entonces supe que mis intentos fueron fallidos cuando vi que justo en el momento en el que Raúl cerraba el porta-bulto, quien me tenia cogida empezó a correr a una velocidad sobrehumana, y en menos de siete segundos ya estábamos en medio de la arboleda tras un árbol. Oí a mi novio gritando mi nombre como si de un loco se tratara y una lagrima recorrió mi mejilla. Fuera quien fuese la persona que me tenía agarrada, lo hacia con tanta brutalidad que no tenía fuerzas ni para intentar gritar una vez mas, con la esperanza de que Raúl me oyera. De repente sentí un fuerte pinchazo en la nuca y todo se volvió oscuro...
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Sálvame.
ParanormalCathy y su novio, Raúl, viven locamente su amor adolescente, pero de pronto un día, algo sucede, algo que cambiara completamente el rumbo de sus vidas y necesitarán mas que nunca sujetarse a su amor para sobrevivir a esta extraña experiencia a la qu...