2

25 2 1
                                    

-Puede que te queden un poco grandes.-le decía yo a Cathy mientras buscaba unas zapatillas que le había comprado, aunque ella pensaba que eran mías y que yo se las prestaría. A la pobre esos tacones le hacían daño cada vez que se los ponía, y sabía que ese vestido que le había echo ponerse siempre lo combinaba con esos zapatos. Lo tenía todo pensado. Ese día hacíamos un año, y aunque tenía claro que ella no se acordaba, quería que lo recordara siempre y hacer algo diferente, que ella fuera la protagonista esa noche.
Cogí las zapatillas y fui al lugar donde la había dejado un minuto antes, pero cuando llegue, ella ya no estaba. Me invadió el pánico y comencé a gritar su nombre como si se me fuera la vida en ello. Por un momento me relajé y pensé que ella misma había decidido irse. Pero era imposible. No había motivo alguno para que lo hiciera; si ella se hubiera ido por su propio pie la hubiera visto, además no le hubiera dado tiempo de irse sin que me diera cuenta. La única opción era que se hubiera ido por en medio de los árboles, pero tampoco. A esa hora en medio de tantos árboles apenas se vería un metro por delante de uno mismo. Alguien se la tuvo que haber llevado. No sabía que hacer. Así, que preso del pánico llame a mis padres para contarles lo sucedido.
Una vez se los dije mi madre dijo:
-¡Hijo por el amor de dios! ¿¡Que haces hablando con nosotros!? Llama a la policía. Tu padre y yo intentaremos contactar con sus padr...-
Se oyó un fuerte ruido al otro lado de la línea y la llamada se cortó. Sin pensármelo dos veces, llamé a la policía, pero para mi sorpresa no había cobertura. ¿Que iba a hacer ahora? No podía irme sabiendo que ella no estaría muy lejos de allí, o por lo menos esa, era mi esperanza.
Recordé que guardaba una linterna en el coche, así que la cogí y fui en busca de Cathy.
                      *******
-Cariño, ¿te ha pasado algo? ¿Que ha sido ese ruido? ¿Dónde estas? No logro verte.- decía la señora Eli, madre de Raúl, mientras buscaba a su marido por su casa, que estaba completamente a oscuras.- Donde demonios estarán las velas en esta casa.- Susurraba para si misma, rebuscando en los cajones de su salón.
Escuchó un ruido, como si tocaran en la gran cristalera que había en la sala, pero lo único que vio era la luz de la luna alumbrando su jardín.
.-¡Aquí están!- dijo mientras encendía una vela.
Cuando la señora Eli ya hubo encendido la vela, la luz volvió, y pudo ver claramente, a su querido marido sentado en el sillón, con el rostro cubierto de sangre y un cuchillo en su costado; y la cristalera, que segundos antes lucía limpia, ahora se encontraba la palabra "muerte" escrita con la sangre de su propio marido. La señora, sorprendida y atemorizada, intentó correr  hacia las escaleras para ocultarse en algún lugar, pero eso no fue posible, ya que algo la esperaba a sus espaldas...
                     *******
Al abrir los ojos me encontraba en una habitación familiar con un olor que me hacía retroceder a mi niñez. Ese olor a incienso que cada vez que lo olía sabía que me estaba metiendo en un lío. Me incorporé y vi el sillón en el que estaba sentada. Era el sillón de mi abuela. Un sillón de piel marrón, de esos que cuando te sentabas crujían. Una luz tenue acogía la sala, haciéndome sentirme de lo mas protegida y de lo más vulnerable a la vez. Justo enfrente había un escritorio con una lámpara que era la única fuente de iluminación de la habitación. Habían unas cartas, pero no unas cartas corrientes. Enseguida supe donde me encontraba, pero quise seguir mirando, recordando viejos tiempos que ya no volverán. Estaba un poco confusa, ¿que hacía yo allí? Un sueño, tal vez, pero todo parecía tan real... Y es que juraría que era real. Volví al pasado, a esos fines de semana en los que yo y mi hermano nos pasábamos horas mirando por la mirilla al interior de esa habitación en la que ahora me encontraba y en la que muchas veces investigaba a escondidas. Mi hermano y yo, lanzábamos hipótesis sobre que podría ser esa sala y porque mi abuela no quería que entrásemos. Adrián, mi hermano, decía cosas como que mi abuela tenía una doble vida de espía o cosas así, y en cierto modo yo sabía que eso era cierto, lo de que tenía una doble vida, pero no de espía, yo estaba convencida que mi abuela era bruja.
En ese momento, el sonido de una radio me despertó de mis pensamientos. Salí al pasillo. Era el mismo pasillo que usaba de pasarela hace años. Lo único que lo ocupaba era un gran espejo que lo recorría de lado a lado, y al final, las escaleras. Las subí, levantando un poco más el pie en el último escalón, porque sabía bien que ese era un poco más alto que los demás. Y a mi izquierda, la cocina. Allí estaba mi abuela, cociendo como cada tarde solía hacer. No sabía si quedarme quieta o abalanzarme sobre ella y decirle lo mucho que la había echado de menos. Entonces ella se dio cuenta de mi presencia, levantó la cabeza, sonrió y dijo a la vez que abría sus brazos "ven". Rompí a llorar y corrí hacia ella y la abracé. Han habido tantos días en los que he necesitado uno de sus abrazos y no los he podido tener... Entonces supe con certeza que no era un sueño, y que por imposible que pareciera ella estaba ahí, conmigo. Sus brazos me apretaron contra ella con fuerza y pude sentir como con ese abrazo me quería decir "yo también te he necesitado".
Una vez concluido nuestro reencuentro me ofreció asiento y una taza de té.
-Verás, hay algo que debes saber. Sólo pido que lo creas, por muy incomprensible que sea.
                     

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 14, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Sálvame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora