En una noche normal, de aquellas en las que es obligación tomar algún transporte urbano para llegar a casa, iba una chica joven bajando los escalones de un transmienio. En esas, por causalidades de la vida, la joven observa que en su camino algo está truncado, ¡ajá!, es un papel blanco que no pertenece a ese lugar, -¿pero qué sucede?-, se pregunta. Mira hacia atrás y ve una figura humana que se escapa, en seguida lo llama, lo mira a los ojos, se percata de tener su atención, mira ese papel… y ella que es habilidosa para el arte de las ironías le dice: -Hey, señor, su papel se ha caído al suelo. El hombre, ingenuamente le responde: -sí, es que ya no lo necesito. La joven se sorprende, abre sus inmensos ojos, más inmensos que de costumbre, mira al suelo, respira y le dice: -Sí, pero la ciudad no es una caneca, en frente tiene una.
(…)
El hombre, perplejo y tímido, recoge aquel blanco papel y en cuestión de milisegundos lo acierta en la caneca.
Él continúa su camino cabisbajo.
Ella mira al cielo y sonríe.
