CAPÍTULO SEIS

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Amanezco con una deslumbrante sonrisa, seguido de un gran estiramiento en mis tensos músculos. Hoy me siento feliz, tuve un gran sueño anoche, aunque no recuerdo lo que pasó en él...

Me levanto acompañada de la pereza que carga mi cuerpo y me acerco hasta la puerta para coger un camisón blanco con detalles rosa palo, mi favorito. 

Voy con paso ligero al baño para arreglarme un poco antes de bajar, ya que, sin verme sé que tengo unos pelos horrorosos y no me apetece escuchar burlas que provengan de nuestro invitado.

Cuando me he hecho algo decente en el pelo y he arreglado un poco mi cara para que no asuste demasiado decido bajar porque en breves momento mi tripa comenzará a rugir. 

Al llegar a la cocina sólo encuentro a Nany limpiando unos platos sucios.

-Buenos días, Nany, ¿dónde están mis padres? 

-Buenas, querida. Les llamó tu abuela diciendo que necesitaba hablar con ellos, no es nada por lo que preocuparse. 

-Oh, entiendo. 

-¿Hoy también quieres saltarte tu estricta dieta de sólo comer fruta y quieres algo más dulce?

No pude evitar reírme un poco, lleva razón en que llevo una dieta muy estricta.

-Pues... Mmm... Realmente me da igual. Aunque por elegir, ¡sorpréndeme!

-Eso está hecho, querida. En menos de diez minutos lo tienes listo.

-No hay problema, estaré en el jardín para tomar aire, avísame cuando esté.

Justo hoy hace un día soleado, aunque no agobiante, hace un viento muy agradable. Me siento en uno de los columpios y comienzo a pensar, hasta que algo peludo roza mi pierna y sé de inmediato que se trata de el amor de mi vida: mi perro Mifu.

-¡Buenos días, cachorrito!

Estoy un rato más hablándole aunque sé que no me puede contestar, pero me conformo con sus ladridos de vez en cuando, hasta que escucho la voz de Nany llamándome para desayunar. La intriga me consume, ya que espero que no sea más fruta. 

Entro en un salón que es la mitad de pequeño que el que usamos siempre en las fiestas que se elaboran en casa. Este consiste sólo en un par de sofás, una gran televisión, cuadros, algunos muebles y una mesa para cuatro personas donde me espera mi amado desayuno, aunque también lo adornaba algo más.

-Hola, mi princesa.

-Buenas, Drake.

Miro mi plato y mi taza, y automáticamente me muerdo el labio para no hacer una mueca de felicidad. Mi desayuno consistía en tres tortitas con sirope de caramelo y una porción de chocolate encima, acompañado de una taza caliente de chocolate. 

-Deberías controlar lo que comes, sería un desperdicio que tu cuerpo perdiese su espectacular forma.

-Drake, te quiero advertir de algo. Me he fijado que mi padre y tú no os lleváis especialmente bien, así que, o me dejas comer tranquila o hablo con mi padre y estás fuera de aquí.

Para parecer más inocente, cogí la porción de chocolate, y mirándole, le di un pequeño bocado en un esquina.

-Morenita, lo siento, no pretendo ser un arrogante, te lo prometo, sólo es que no he tenido una buena vida por así decirlo y me cuesta controlar algunos comentarios... ¿Te podría compensar de alguna manera y así comenzamos con buen pie?

-Yo... Verás... Me gustaría decir que sí porque estarás aquí mucho tiempo y no quiero enfrentamientos, pero por otra parte sé que tus comentarios sobrantes seguirán ahí molestándome. 

-¿Es que no le han enseñado a mi princesa favorita que a veces hay que dar segundas oportunidades?

-Vale. Para. Está bien, te dejaré ganar mi confianza. No lo desaproveches. 

-No lo haré, puedes estar segura.

Entonces se levanta, con su plato vacío, se acerca a mí y deja un leve beso en mi mejilla, cerca de la comisura de la boca. 

-Esta noche te espero junto al árbol del jardín, a las once de la noche. Pasaría por tu habitación a recogerte, pero se marchitaría la magia que se está creando.

-Estás loco- digo junto a una risita.

Drake suelta una carcajada y sale del salón, dejándome sola y con el corazón latiendo un poco más fuerte de lo normal.


Un encantador peligro (HOT +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora