Capítulo 4

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Era la mañana de un domingo, y mi madre siempre preparaba waffles para desayunar.

—Aquí están los waffles. —dijo mientras ponía el plato en la mesa.

Mi hermana enseguida tomó dos, yo sólo tomé uno.

—Hoy podemos ir al cine, ¿les gustaría?.—mencionó mi madre mientras seguía cocinando.
—Claro.—respondió mi hermana sin entusiasmo.

En ese momento llega mi padre.

—¡¿Dónde está el maldito desayuno?!—exclamó.

Llegó por la puerta principal y se movía de un lado a otro, como si no tuviera equilibrio, obviamente todos pudimos darnos cuanta que de nuevo regresó ebrio.

Mi madre sólo se quedó en silencio, con una expresión de tristeza.

—Aquí están los waffles.—le respondió mi hermana.
—Yo no quiero eso.—dijo sin poder hablar claramente.

Mi hermana se levantó de su silla y tomó mi brazo.

—Vamos, Toby, a tú habitación.
—¿Por qué?—dije pretendiendo no saber nada.
—Toby, ve a tu habitación.—dijo mi madre.

Mi padre me lanzó una mirada de desprecio, como si me odiara.

Me levanté de la silla y caminé con mi hermana hasta el segundo piso.

—Quédate en tu habitación.
—Pero no terminé de desayunar.
—No importa, continuarás después, métete a tu habitación.

Obedecí a mi hermana, pues no podía negarme, era mayor que yo.

Entré a mi habitación y pude notar que de nuevo había muchas hojas tiradas en el suelo.

La ventanas estaba abierta, y por ella entraba un ligero aire que movía las hojas.

Miré por la ventana, a lo lejos pude mirar algo extraño, había un señor alto que me miraba desde el otro lado de la carretera, no podía ver bien su rostro pero estaba seguro que me miraba a mi.

Cerré la ventana, aún me sentía extraño, sentía que algo me seguía observando.

Recogí de nuevo las hojas y las volví a tirar. Me senté en la cama y tomé un cuaderno donde dibujaba cosas sin sentido.

En ese momento se escucha el sonido de platos romperse, después se escuchan los gritos de mi padre.

Una ligera lágrima salió por mi ojo izquierdo y se deslizó por mi mejilla hasta caer en la hoja de papel del cuaderno.

Cerré el cuaderno y lo puse en un mueble, después abrí la puerta, me quedé parado escuchando todo lo que hablaban mis padres.

—Ese niño sólo nos causa problemas.—decía mi padre.
—Él es especial.—respondía mi madre.
—¡Claro que no!.—gritó.—Sólo nos causa más y más gastos, creo que será mejor darlo en adopción.

Me sorprendió la insinuación que había hecho mi padre. Tenía ganas de llorar de nuevo.

Me metí de nuevo a la habitación, me tiré en la cama y comencé a llorar...

Ticci TobyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora