Misterio en Grecia

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Esta novela va dedicada a ColdInside. Nota: aunque dije que en esta novela realidad y ficción se darían la mano, creo que no lo he conseguido.

Mario despertó en el aeropuerto de Atenas, con su hermana pequeña gritándole en la oreja, ganándose una reprimenda de sus padres. Mario, era un joven de trece años, el pelo negro, con el flequillo largo, que casi le tapaba los ojos azules como el hielo, muy alto para su edad, y unas facciones en el rostro, que a la gente le parecía, nada más mirarlo, que era un joven y hermoso muchacho de quince años, pero esa idea desaparecía de la cabeza cuando lo conocías más personalmente. Cuando salieron del aeropuerto, vieron un grupo de personas quejándose por la nueva normativa que habían hecho para que los turistas no se juntasen con los revolucionarios, diciendo que los turistas podían hacer lo que quisiesen. Sus padres le agarraron y lo metieron dentro del autobús, sentándolo al lado de su hermana, sin darle tiempo a escuchar lo que decían. Total, no entendía bien el griego, así que no había problema.

Llegaron ante el hotel después de haber hecho un rápido recorrido en autobús, por los lugares más importantes y visitados, guiados por una guía que hablaba un poco el italiano, con un fuerte acento griego. Mario no podía creer la de cosas que había, de las cuales, algunas, aunque no había pasado el autobús por delante, la mujer había hablado un poco de ello. No podía quitarse de la cabeza la acrópolis, el Partenón, el ágora antigua, la plaza Sintagma, el estadio Panatenaico, el templo de Zeus Olímpico, el teatro de Dioniso, el odeón de Herodes Ático, el Ágora Romana, el Kerameikos, y la biblioteca de Adriano, entre otros muchos lugares, que, le prometieron sus padres, visitarían en aquella primera semana en Atenas, como parte de su viaje de un mes que iban a pasar en Grecia.

El hotel de cinco estrellas, "La Rosa de Afrodita", era un hotel digno de marqueses, pero claro, sus padres podían permitírselo, aunque a él no le gustaban los lujos que el hotel le daba, sino las increíbles obras de arte que había en él, aunque tenía que admitir, que el hotel de cincuenta plantas, con el nombre en griego escrito en lo alto, con las cinco estrellas debajo de este, y el dibujo de una rosa en forma de corazón encima, tenía una arquitectura impresionante, que hacía recordar a un verdadero edificio de la antigua Grecia, lo que a él le encantaba, pero sus padres no le dieron la oportunidad de verlo entero por causa de su hermana, y fueron directamente a la habitación.

Se quedó mirando a Francesca, su hermana, era un demonio humano de siete años, que se disfrazaba de ángel ante sus padres, sobre todo si la pillaban haciendo algo malo y no conseguía echarle la culpa a Mario, y esto último ocurría muy a menudo, así que Mario odiaba a su hermana, y le daba gracias al cielo de que su hermano mayor Giovanni, de dieciséis años, no hubiese venido, porque, por mucho que este la liase, no podría excusarse con la típica excusa de que él había intentado impedirle a Mario que hiciese cualquier cosa cuando volviesen, en el caso de que hubiese hecho algo, como, por ejemplo, cuando sus padres volvieron de dos semanas de trabajo, y se encontraron con gente mareada, vomitando, colocada, y borracha, y, milagrosamente, Giovanni se las arregló para que regañaran a Mario, aunque este no tuviese síntomas de haber fumado ni bebido, y la gente que había tuviese la edad de Giovanni. Suspiró, pues lo que había hecho Francesca, era peor que la fiesta de la que Giovanni le había culpado, y, evidentemente, él se llevó toda la culpa, y, en consecuencia, el castigo. Cerró la puerta de la habitación de un portazo, sin poder quitarse de la cabeza lo que acaba de pasar.

Todo ocurrió mientras sus padres entraban con su hermana a la recepción del hotel, él se quedó fuera, contemplando las columnas, paredes, suelos y techos, el magnífico suelo que había antes de entrar por la puerta del hotel. Era circular, y tenía un boquete en el centro, también circular, estaba hecho de mosaicos, tenía un dibujo en grade, que representaba las letras alfa y omega entrelazadas, de color negro, en contraste con el blanco del resto del mosaico. Cuando terminó de mirar todas las decoraciones que había fuera, fue a entrar, y vio a Francesca, abriendo su neceser, mientras sus padres hablaban con la recepcionista, y de él sacaba su pasta de dientes, y se acercaba con decisión, a una representación exacta del cuadro "La Caída de Ícaro", abría la pasta de dientes, y apuntaba hacia él. Entonces, Mario fue corriendo, saltó, y, justo cuando Francesca disparaba hacia el cuadro, Mario aterrizó sobre una silla que había delante de este, y se llenó de pasta de dientes de arriba a abajo, para una pequeña decepción de su hermana, pero, viendo eso como un divertido cambio en sus planes, tiró la silla de un empujón, por lo que Mario, sin otra opción, se agarró a lo primero que pilló, empapándolo de pasta de dientes, mientras Francesca llamaba a sus padres. Mario se había agarrado al cuadro, y, justo cuando sus padres miraban, este se desenganchó, y, al caer al suelo, el marco se rompió en miles de trozos, y el dibujo quedó gravemente dañado, arrugado y lleno de pasta de dientes.

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