El Miedo

2.9K 118 10
                                    

La luz de tu habitación se apaga y la ves totalmente a oscuras. Pasan unos segundos hasta que tus ojos se acostumbran a la opresora oscuridad. Comienzas a mirar hacia todas las direcciones, para cerciorarte de algo que parece obvio, que no hay nadie. Sin embargo, una parte de ti te dice que hay algo o alguien viéndote, pero decides no hacerle caso a tu instinto, y te recuestas listo para entrar en el mundo del ensueño, pero símplemente no puedes. Pasan los minutos y viendo que esta situación parece no cambiar, decides levantarte. Empiezas a ver más detenidamente todo lo que te rodea, y ves que las tenues sombras de tus muebles, apenas visibles entre tanta oscuridad, adquieren una forma extraña y un tanto perturbadora, tu oído se concentra y escucha sonidos escalofriantes, junto con los que producen las gotas de lluvia golpeando los cristales de tu ventana. Observas tu ropero y notas que tu ropa tiene una forma muy extraña, y hasta sientes que se mueve y te acecha. Es en este momento donde te das cuenta de que una sensación muy desagradable comienza a invadir tu cuerpo, tu corazón, y tu alma: el miedo. Primero empiezas a respirar mas fuerte, cada vez más; tu corazón se agita, dando fuertes golpes en tu pecho; tus pupilas se dilatan, y tu rostro adopta una mueca de espanto. Tratas de evitarlo, pero no puedes. Una lágrima nace en tu ojo, que posteriormente recorre tu mejilla, dejando un mojado surco de terror y espanto, para luego caer en tu mano, que esta aferrada a las cobijas con una fuerza que sólo en ese momento tu miedo te puede otorgar, y sucede: empiezas a gimotear y a llorar, presa totalmente del pánico. Paralizado, escuchas unos pasos provenientes del pasillo que conduce a tu habitacion. El picaporte gira y la puerta se abre lentamente, junto con un suave chirrido. Una mano y luego un rostro femenino se asoman por el marco de la puerta. Esta mujer tiene el pelo revuelto y los ojos demacrados, seguramente producidos por un dulce sueño interrumpido; aunque su rostro deja una mueca de calidez. Ella te arropa una segunda vez, tu le cuentas todo lo sucedido y ella fingiendo sorpresa, te dice que no hay nadie más que tu y ella. Te da un tierno beso en la mejilla aún mojada y se va, cerrando la puerta suavemente tras de si. Tu, aliviado y feliz, te duermes enseguida. Pero ni tu ni tu madre se han dado cuenta de la sombra alta y encorvada que ha estado allí todo el tiempo. Te esta observando y sintiendo, y desaparece cuando los primeros rayos tímidos del sol se filtran por tu ventana...

El MiedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora