La carretera del diablo

25 0 0
                                    

Manejaba de vuelta a su casa tranquilamente por la carretera como lo había hecho tantas otras veces, sentía el cansancio en los ojos y en la espalda, la noche era densa y solo escuchaba el motor de su auto mientras continuaba su viaje. Erick era un cerdo, como ya dijimos, manejaba tranquilamente hacia su hogar, demasiado tranquilo sin ningún cargo de conciencia pese a que volvía de la casa de su amante, acto que repetía un par de veces a la semana, pero que su oficio de taxista le permitía disimular fácilmente. Eran aproximadamente las 3 de la madrugada, y el frio que hacia le ponía la piel de gallina, evitaba prender la calefacción, ya que los años de trabajo, le habían enseñado que el calor lo hacía relajarse, y con ello el sueño no demoraba en manifestarse en su máxima expresión. La casa de su amante quedaba en las afueras de la ciudad, así que aún le esperaba un largo camino por recorrer, los árboles que rodeaban la carretera eran su única compañía. Mientras echaba maldiciones contra la radio del vehículo que se había estropeado y le daba de manotazos a ver si le sacaba algún sonido, al levantar la mirada, divisó una silueta que estaba parada bajo un poste de luz justo en medio de la carretera a unos cincuenta metros de distancia, en una primera instancia, la imagen lo inquietó un poco, disminuyo la velocidad y mediante se acercaba a la silueta pudo ver que esta llevaba un abrigo de cuerpo completo y un sombrero de copa, sin saber muy bien porque, se detuvo frente al hombre que interrumpía su recorrido, en vez de hacer una pequeña maniobra y evitarlo para continuar su viaje, en realidad si sabía porque se detuvo, la codicia de hacer unos pesos fáciles lo tentó a descubrir porque estaba ese hombre ahí. Erick asumió que cualquier persona en su sano juicio pagaría una buena suma de dinero por llegar a la ciudad cuando se encontraba en medio de la nada y sobre todo a mitad de una noche tan fría como aquella. Como llevaba años trabajando de noche, no temía entablar conversación con extraños ya que podían ser potenciales clientes, su gran corpulencia y el revólver que siembre llevaba cargado bajo su asiento, le hacían sentirse seguro. Una vez estacionado, bajo el vidrio para sacar la cabeza hacia afuera del vehículo y así poder hablarle al extraño, sentía como el frio invadía el interior del vehículo.

- ¡Hey amigo¡ ¿no le parece un poco tarde para salir a caminar por el barrio?

Exclamo irónicamente Erick al hombre que estaba de espaldas frente a él. No hubo respuesta alguna, el hombre del abrigo estaba estático.

- Soy taxista, te puedo llevar hasta la ciudad, claro siempre y cuando me pagues tarifa doble, ya que tendría que desviarme de mi recorrido, puesto que no voy para allá. Mintió el taxista

Nuevamente no obtuvo respuesta. Solo escuchaba el sonido del viento mientras hacia ondear las hojas de los arboles.

- Ahgg, pobre idiota, quédate aquí congelándote

Subió el vidrio, giró el volante hacia la derecha y se disponía a partir, cuando el hombre del abrigo se giró sobre sus pies y le dio la cara, al momento que hacia esto le esbozó una sonrisa y le hizo un gesto con la mano para que se detuviera. Erick no pudo ver bien su rostro, ya que la visera del sombrero estaba levemente inclinada sobre la cara del hombre, bajó el vidrio nuevamente y esta vez con un tono un poco más áspero se dirigió al tipo.

- ¿Subes o no? No seguiré perdiendo el tiempo acá

- Sí señor, disculpe, no sabe qué tan acertada ha sido su llegada.

Mientras el hombre del abrigo decía esto, camino lentamente, por el lado del copiloto, y rodeó el taxi.

- Está abierto, apresúrate que si seguimos aquí el frio puede detener el motor

El nuevo cliente de Erick, pareció no escuchar lo que el taxista decía, pero hizo caso de lo que él dijo, y se subió en el compartimiento trasero del automóvil. Emprendieron el viaje rápidamente, el taxista miraba de reojo por el retrovisor a su nuevo pasajero, recorrieron un largo tramo sin cruzar palabra alguna, cosa que para Erick habría sido de mucho agrado en otra ocasión ya que no era muy bueno para entablar conversaciones con sus clientes ni intentar caerles en gracia, pero no sabía porque esta vez, el silencio lo perturbaba un poco, así que decidió romper con la monotonía del silencio.

La carretera del diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora