Tu hechizo me atrapó desde el comienzo.
Desde que el sonido de tus pasos seguros sobre el suelo de parqué me hizo girar la cabeza, para mirarte cuando entraste en aquella recóndita y pequeña tienda de antigüedades. Algo en mi interior tembló cuando mi mirada siguió fija en ti, en el grácil movimiento de tus pestañas, en tus rojos labios, en el brillo de los cabellos que enmarcaban tu rostro, un rostro puro y de facciones redondeadas, como moldeadas con la firme intención de que fueran perfectas. Sabías de tu influencia sobre mí, pero me dejaste que siguiera cautivándome con tus encantos, no devolviéndome la mirada.
Sabías lo que estabas haciendo, ninguna duda me queda.
Te detuviste frente a los espejos, admirando las enrevesadas formas de los marcos de colores metálicos, los trazos que el tiempo había dejado en ellos. Yo, mientras tanto, trataba de despegar inútilmente mi atención de tu figura. Desde ese instante, comenzaste a ser el polo opuesto de mi imán, y yo, para mi desgracia, sólo tenía halagos y fascinación para ti.
El dependiente de la tienda, un hombre de avanzada edad, logró sacarme de ese agujero negro, avisándome de que ya era mi turno en la escasa cola.
—Buenos días, ¿ha visto algo que le interese negociar?
Lo único que yo quería ahora mismo de dentro de ese local no era nada que se pudiera negociar. Pero... ¿qué sentido tendría que me hubiera colocado en la fila para atenderme si no había visto algo interesante? Intenté recordar los momentos antes de verte... pero no había nada. Tú habías arrasado con todo.
—Yo... lo siento —meneé la cabeza, confuso—. No lo recuerdo.
El dependiente me dirigió una mirada de extrañeza y yo me giré para apartarme y que pasara el siguiente cliente, encontrándome frente a frente contigo. Abrí mucho los ojos, tu dulce olor me desorientó aún más, así que conseguí murmurar una disculpa y salí con rapidez de la tienda. Mi decisión de huir perdió su fuerza demasiado pronto, y pasados unos minutos me encontré a mí mismo sentado un poco más abajo de la entrada, en la acera de enfrente. Por suerte, la calle no era muy concurrida y pude verte salir del edificio, con un paquete plano de un tamaño considerable bajo el brazo, supuse que uno de tus adorados espejos.
Creí que no me habías visto, pero aún sin verme, tú podías saber con certeza que yo estaba ahí.
Valoré la opción de seguirte, pero nunca supe por qué, mis pies no se movieron. Cuando doblaste la esquina y desapareciste de mi vista, fui consciente de que había contenido parte del aire que había en mis pulmones durante todo ese tiempo. Respiré hondo y volví a mi casa, buscando desesperadamente otro pensamiento que no fueras tú.
Comencé a escuchar música con más frecuencia, de diferentes estilos y en diferentes idiomas. Pero cada canción siempre reflejaba una faceta de lo que tú significabas para mí. Probé a dibujar... y cuando ya me daba cuenta, estaba maldiciéndome porque tu rostro no se veía tan perfecto en papel como en la realidad. Hice un sinfín de cosas para olvidarte, pero tú estabas en cada una de ellas, cada día que pasó tras nuestro primer encuentro.
Y cada noche. Conciliar el sueño era una verdadera pesadilla hecha realidad. Daba vueltas en la cama durante horas, y cuando me dormía, tú paseabas bajo mis párpados, otra vez. No tenía ni idea de lo que me habías hecho, pero no era consciente de que estaba bajo tu embrujo, de que estaba ciego.
Y al no encontrar la anhelada solución a ti, ambicioso, volví a la tienda de antigüedades en la que había encontrado tal brillante tesoro a la misma hora que la vez anterior.
Mi reacción fue más fuerte de lo que recordaba... Al verte, cosa que en el fondo no esperaba, se me cortó la respiración. Volvías a estar frente a los espejos, reflejándote en cada uno de ellos, como si habitaras dentro de las relucientes superficies. Volvías a mirarlos con atención, volvías a deslumbrarme con cada uno de tus movimientos. Y entonces, a través de uno de tus reflejos, me miraste, percatándote de mi presencia. Sonreíste, segura de ti misma, y avanzaste hacia el dependiente.
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Bad (Infinite One-Shot)
FanfictionNo puedo soportarlo... Siento que sin tocarte siquiera, tú eres mi obsesión, esa que me llevará a la ruina. Eres como una montaña rusa, allá contigo me arrastras. Los susurros y mentiras que surgen de la perdición de tus labios no me dejan escapar...