Día de Lluvia.

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Eras una hermosa joven, de cabellos sedosos, de un color único, con piel clara y suave como la porcelana, y poseías un color de ojos precioso, lo heredaste de uno de tus progenitores. Te encontrabas con una mano delicadamente apoyada en la ventana, observando, a través de ella, la lluvia. Te llamaba la atención cada gota que caía apresurada en el suelo, en el verde pasto, en los charcos que se habían formado, en la gente. Reíste ante ésto último. Desde pequeña te gustaba ver las precipitaciones, te relajaban profundamente. Cerraste los ojos con lentitud, para dejar salir un suspiro de tus labios, esos labios rosados, que tantas veces habían sido cautivados por varios hombres a lo largo de su vida, pero que nunca pudieron llegar a besar.
Un leve vapor salió de tu boca, hacía frío. Un frío abrazador, y a la vez agradable, te envolvía. Retiraste la mano del vidrio despacio, dejando una marca en la ventana. Sonreíste y te diste la vuelta, dándole la espalda a la lluvia. Es verdad que te relajaba, y mucho, pero te entristecía, te recordaba a las incontables lágrimas que habías derramado todos estos años de soledad.
Caminaste hasta el living con tranquilidad, y te sentaste cómodamente en tu sofá, un sillón de tu color favorito, donde te gustaba leer o tomar un té. Dirigiste la mirada al gran ventanal de la sala de estar, y, nuevamente, te quedaste observando cómo el cielo expresaba su tristeza, y se ponía gris, como tus habituales días.
Luego de varias horas, te encontrabas dormida en aquel cómodo y refinado sillón. La lluvia era constante aún, no había parado ni se había ligerizado, por el contrario, era más intensa que hace algunas horas.
Él abrió la puerta de tu casa, y entró silenciosamente, la cerró detrás de sí con mucho cuidado para no hacer ruido y caminó precavidamente, hacia tu ubicación. Te halló dormitando sobre tu sillón favorito. Respirabas algo agitada, parecías estar experimentando una horrible pesadilla, fruncías el ceño, haciendo gestos de incomodidad. Se acercó a ti, sintiendo mucha ternura al ver tu angelical rostro mostrando esas facciones de niña pequeña asustada. Se arrodilló delante tuyo, y con extrema delicadeza, acercó su mano a tu rostro, acariciando con dulzura tu mejilla. Sonrió y soltó una breve risa al darse cuenta de cómo te apegabas a su mano. Sin dirigirte la palabra, intentó despertarte con un bonito gesto, se posó muy cerca de ti y, respirando algo nervioso, apretó con suavidad sus labios contra los tuyos, fundiéndolos cariñosamente en un beso, había extrañado esos dulces y tentadores labios que tantas veces lo habían seducido. Al alejarse, apreció cómo bostezabas, tapándote educadamente la boca, y volvió a sonreír, enamorado. Frotaste tus cansados ojos y tras estirar tus brazos y piernas con pereza, lo miraste sorprendida e impresionada. Abriste tus ojos remarcando tus largas y arqueadas pestañas.
"... H-Has vuelto."
Después de haber dejado salir esas entrecortadas palabras, saltaste del sofá y lo abrazaste con el sentimiento de felicidad más grande que pudiste haber sentido en todos estos años. Tus ojos empezaron a brillar de lo cristalinos y vidriosos que estaban, poco a poco, las lágrimas acompañaron con emoción el latir de tu corazón acelerado. Volviste a experimentar aquel calor que él te provocaba y que en este momento te estaba brindando con cariño.
"Así es."
Te murmuró al oído, afirmando lo que habías dicho. Te abrazó con la misma fuerza con la que te había abrazado la última vez. Te apretó y acercó a él, te había extrañado tanto, y ahora que te tenía frente a él, deseaba demostrarte todo lo que te había necesitado. Tú, con emoción, apoyaste la cabeza en el pecho del joven, escuchaste el palpitar de su corazón acelerado, sin duda, estaba agitado.
"Te extrañé."
Te dijo con la voz algo temblorosa, pero decidido. Acarició amorosamente tu cabellera, había crecido bastante desde la última vez que te había visto. Olió el agradable aroma que desprendía, y suspiró ante esa sensación de cosquilleo. Se puso algo nervioso, pero sonrió, le encantaba cómo tu fragancia lo volvía loco.
"Yo también."
Le respondiste sonrojada por sus palabras, otra vez notaste cómo su corazón se aceleraba, y el tuyo acompañaba su ritmo, levemente apresurado. Te separaste de él para contemplar de nuevo, aquel rostro tan atractivo, y esos ojos, de un color tan vivo y llamativo. Sin duda alguna, era tu hombre. Puede que tantos años de completa soledad te hayan hecho olvidar ciertos detalles, pero el volver a verlo revivía todos esos hermosos recuerdos.
Acercaron sus rostros mutuamente, a lo que soltaste una leve y tierna risa, él mostró su sonrisa más encantadora, y te tomó de la nuca, acercándote más a él. Tú te dejaste, hipnotizada por aquella mirada seductora que te dirigía el joven. Juntaron sus labios con lentitud, mientras cerraban los ojos despacio. Apretaron más, para sentir mejor la boca del otro. Abrieron la boca, para poder besarse con más intensidad, mientras apoyabas tus delicadas manos sobre los anchos hombros del muchacho. Él, sin quedarse atrás, deslizó sus manos con cuidado por todo el contorno de tu cuerpo, hasta dejarlas reposar sobre tu cintura, sujetándote fuertemente. Tú tampoco perdiste el ritmo y enredaste tus dedos en la suave cabellera de él, también apretando levemente. Ese dulce e inocente beso, se transformó en la completa pasión, y tras tomar un poco de aire, volvieron a juntar sus labios, deseosos el uno del otro.
En tu total soledad, habías recurrido a llevar dietas, para entretenerte y tener algo en qué estar pendiente, lo que te llevó a obtener una figura fina y perfecta. Mientras él, había tenido que pasar por un largo entrenamiento, que lo dejó con un perfecto y torneado cuerpo. Empezaron a apegarse bastante, y, otra vez, se separaron.
"¿Tanto me has extrañado? "
Te cuestionó con una voz algo ronca, pero seductora, tan atrapante que simplemente le respondiste afirmativamente, con una mirada llena de sinceridad. Volviste a estamparle un beso, esta vez, con más ternura y amabilidad. Lo amabas demasiado.

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