Capítulo 1

50 5 4
                                    

      La oscuridad era lo único que veía. Mis pasos, sus pasos y el sonido de los charcos al pisarlos, lo único que escuchaba. Llevaba huyendo de aquel tipo encapuchado un largo rato pero no conseguía librarme de él. Me sentía aterrado, la impotencia y el miedo me dominaban. Torcí hacia la derecha cuando llegué al final de una de las calles, adentrándome en un estrecho y húmedo callejón mientras luchaba por mantener el ritmo de mis zancadas. Los pasos de mi perseguidor se hicieron cada vez más sonoros, como si aquel hombre estuviese cada vez más cerca. Lo sentía detrás de mí, a menos de dos metros, hasta podía escuchar el sonido de su respiración, ya agitada. Pero lo que más me inquietaba era su olor,  apestaba. En ese momento pensé que era el olor de la muerte.

     De repente noté cómo me agarró el brazo. Luchaba por soltarme intentando seguir corriendo, sin querer mirarlo a la cara. Entonces de un empujón me tiró al suelo. Estaba delante de mí y yo estaba tan aterrorizado que no me podía volver a levantar. Lo último que vi fue el brillo de sus ojos negros bajo la capucha de su sudadera también negra.

Después me desperté.

                                                                                           * * *

— ¡Uriel, me voy al trabajo!—la voz de mi padre sonó desde la planta baja de la casa.

     No respondí, estaba en el aseo de mi habitación secándome tras haberme dado una ducha de agua fría. Salí del aseo y comencé a vestirme cuando llamaron a la puerta.

— Lo sé, papá, te vas al trabajo, te he escuchado —mascullé mientras me colocaba a toda prisa unos chinos rojos.

     La puerta se abrió y mi padre entró. Se apoyó en la pared y sus ojos azules, iguales que los míos, se quedaron mirándome fijamente. La gente dice que cuando me miran ven a mi padre. No les culpo de nada, somos iguales: altos, delgados, de piel pálida,  pelo negro  y de ojos azules. Cualquiera pondría en duda que mi madre no es mi madre de no ser por que fue ella quien me dio a luz.

— ¿No vas a la universidad hoy?

— Me estaba vistiendo hasta que has entrado y me has interrumpido—contesté con brusquedad.

     Mi padre salió de la habitación en silencio y cerró la puerta.  Al poco tiempo escuché el sonido de la puerta principal al cerrarse.

— A veces me pregunto por qué eres tan cruel con él, Uriel Smith —susurré en voz baja mientras terminaba de vestirme.

       Sin embargo en el fondo sabía que tenía una razón: por su culpa mis padres se separaron y yo me tuve que mudar con él a Londres, Reino Unido. Por el contrario, mi madre se había quedado en Chicago, mi ciudad natal. A mi madre la vería cuando llegasen las vacaciones de Navidad,  aún quedaban dos meses. Hacía un mes que había empezado a estudiar en la universidad como estudiante de medicina. 

      Una vez listo cogí la mochila, salí de casa y esperé en la puerta a Eric, James y Lucy. Una vez llegaron en el Volvo negro de Eric me monté a toda prisa en el asiento del copiloto, no quería ver cómo James y Lucy se comían los morros y estar de sujeta-velas.

     —Buenos días —les dije a todos amablemente una vez me monté.

     —¡Uriel! —dijeron los tres a la vez como si lo tuvieran planeado.

    Todos nos echamos a reír durante unos segundos hasta que Eric arrancó el coche y nos pusimos en marcha a la universidad.

     —¿Qué toca a primera? —preguntó James con una de sus típicas sonrisas.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 14, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Los defensores de LeimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora