Ella

24 0 1
                                    

Aquella madrugada cuando asechabas por la ventana como acostumbrabas. Parada, escondida, observando tras la cortina desde la distancia; pensaste que lo que acabas de ver era un truco; que tu mente te estaba jugando alguna broma pesada. De repente, no podías respirar bien, comenzaste a sofocarte, te faltaba el aliento, sentías como el aire se escapaba de ti. Trataste de luchar, mas fue inútil. Cayó tu cuerpo al suelo, en el vacío de aquella habitación.

Con intensidad recorría tu cuerpo, un calor que enfriaba desde tus entrañas todo tu ser. Allí tirada aún en el pavimento, recordaste aquel momento en preparatoria cuando revisando el portafolio de tu profesor de historia, encontraste pornografía, revistas e imágenes pervertidas. Anonada, trataste de guardarte lo que habías descubierto, peleaste con ella para que esa vez no arruinara todo, le suplicaste que no lo hiciera. Sin embargo, todos tus esfuerzos fueron en vano. Cuando sonó la campana y todos regresaron al aula, te levantaste de tu asiento moviendo tu cola de derecha a izquierda, erguida caminaste hacia adelante y allí frente a todos con tu cara de satisfacción expusiste el pecado de aquel hombre, que sin duda merecía pagar por sus pecados, mas no humillado de esa manera.

Trataste de levantarte. No pudiste. No tenían fuerzas tus rodillas, te sentías débil. Un sentimiento conocido tocaba tu puerta, te mantenía paralizada; ese que siempre se apodera de ti cuando estas a punto de hacer algo malo. Intentas retenerlo, esta vez eres fuerte o al menos eso quieres creer. Apoyándote en la silla cerca del ventanal levantaste tu pesado cuerpo y volviste a mirar por el cristal. Querías asegurarte de que lo presenciaste con tus propios ojos, era cierto. Y era cierto.

Ahora tu miedo se había hecho realidad. Llevaste tus manos a la cabeza, buscaste por toda la habitación algún rastro de ella, no obstante no encontraste nada. Ella no volverá otra vez, creíste. Luego frente al espejo la viste, ella había regresado, como aquella vez en preparatoria, cuando descubriste que tu hermana se acostaba con su novio y corriste a decirlo a tu padre, como la navidad pasada que arruinaste la boda de tu mejor amiga sacando a flote frente a todos la relación que su futuro esposo mantenía con la trabajadora, como todas las veces que arruinaste la vida de los demás.

Dentro de ti sabias que hoy sería un día igual a todos esos, porque ella estaba aquí. Frente a ti la observas, es ella el reflejo que te ve. Te sonrío como de costumbre, como aquella sonrisa placentera que se escapa luego del sexo. Erguida, moviendo su cola de derecha a izquierda, la viste tomar el teléfono. Mientras marcaba, sudabas frío pues sabías que ya no habría marcha atrás. Rezaste para que nadie contestara el teléfono, le oraste a Dios para que te perdonará esta vez. Sin embargo alguien ya había contestado. Anaelis, la chica joven del vecindario envidiada por todos por su perfecto marido, tu vecina.

- ¿Quién habla? -preguntó la voz tras el teléfono.

­...

Todo tu mundo volvió a irse a bajo, cuando de tu boca salieron aquellas palabras: "Sabe usted que su esposo se acuesta con su hermano."

Ella  by Jaen MccoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora